Este verano ha sido el segundo más cálido en la Base Antártica Española de Juan Carlos I, donde se ha registrado una temperatura media de 3.5°C. Además, en la Base Antártica Española de Gabriel de Castilla se ha observado la temperatura más alta, 13.1ºC, de los últimos 15 eneros



La Antártida ha vivido su segundo verano más cálido desde el 2005, según el personal de la Agencia Estatal de Meteorología, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, presente en las Bases Antárticas Españolas (BAE) y que ha participado en la campaña antártica de verano.
Según el balance de los expertos, la temperatura media de enero-febrero de 2020 en la BAE Juan Carlos I (JCI), en la isla Livingston, ha sido más cálida de lo habitual, con una temperatura media de 3.5°C y una anomalía de 1.3°C respecto al promedio de los últimos 15 años. De este modo, este verano solo ha sido superado por el del 2006, con una media de 3.9°C y una anomalía de 1.8°C.


Para ellos, el periodo comprendido entre el 9 y 10 de febrero fue especialmente cálido ya que fue durante esos días cuando se registraron los valores más altos. Concretamente, en la base Gabriel de Castilla (GdC), situada en la isla Decepción, se registraron 13.1ºC el valor más alto de los últimos 15 años, superando al anterior de 12.7ºC archivado el 18 de enero de 2007. Por otro lado, los 13,1ºC superan en 8.3°C la temperatura máxima media registrada en dicha estación.
Al mismo tiempo en la base Juan Carlos I, la temperatura máxima observada fue de 12.3°C, 9.1°C mayor que el promedio de las temperaturas máximas de la estación. En este sentido, han informado que, aunque la cifra no supera el récord registrado el 19 de enero de 1994 (15.5°C), constituye un valor muy elevado en la Antártida.
Desde la Aemet han explicado que este episodio de altas temperaturas, en ambas bases, estuvo caracterizado por un flujo de aire cálido procedente del oeste y noroeste en toda la Península Antártica e islas Shetland del Sur.
“Estos episodios de temperaturas altas mencionados, por sí solos, no constituyen evidencias del cambio climático. Sin embargo, es muy probable que el carácter extremo de los mismos lo sea aún más en este contexto. Todo ello pone de manifiesto la necesidad de seguir monitorizando esta zona del planeta”, han concluido desde el la Aemet.
