Tras sufrir una intensa ola de calor de la última semana, con temperaturas récord en muchos puntos que generaron multitud de problemas en el suministro eléctrico y avivaron los incendios forestales en diversas provincias, la llegada de lluvias alivia la situación en Argentina



Gran parte de Argentina, incluyendo su capital, Buenos Aires, fue un auténtico horno la pasada semana. El viernes, la megaurbe alcanzó unos altísimos 42 grados, mientras algunas zonas menos pobladas de La Pampa llegaban a batir sus propios récords con temperaturas que alcanzaban los 45. De hecho, la ola de calor austral que ha vivido tanto este país como sus más inmediatos vecinos, Uruguay y Paraguay, puso a prueba la respuesta del sistema eléctrico, que registró una demanda de energía récord el jueves y viernes pasado y sufrió una serie de eventos que dejaron a 700.000 usuarios el martes y 200.000 el viernes sin suministro en la zona metropolitana de Buenos Aires.
Al menos, aunque este clima extremadamente cálido y seco, causado según ha explicado el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) por el patrón climático La Niña, ha convertido al país sudamericano en uno de los lugares más calurosos del mundo estos días, el alivio no ha tardado en llegar. Gracias a una masa de aire frío que avanza y genera precipitaciones en todo el país desde el pasado domingo, las temperaturas han vuelto a la normalidad y los argentinos, parece que pueden respirar tranquilos.
No ha sido fácil. Durante más de siete días, la vida cotidiana se ha alterado profundamente en los espacios urbanos, especialmente en el gran Buenos Aires. Según narra la agencia Reuters, durante los peores días de la ola la mayoría de las personas evitaron salir a la calle, mientras que los que no tenían más remedio que enfrentarse al calor arrastraban sus pies empujados cansinamente por las bocanadas de aire caliente. “La verdad es que hace mucho calor y es pesado, aunque cuando estás trabajando no te das cuenta. Solo sabes que tienes mucha sed y tienes que beber mucha agua, agua y más agua porque si no, no puedes seguir”, explica a ese medio Emanuel Moreno, que trabaja como repartidor.


Eso sí, las mayores consecuencias de la ola de calor estuvieron sin embargo en los cortes de la red eléctrica y los incendios. Por un lado, las altas temperaturas provocaron que los cables de la red eléctrica no se puedan enfriar y muchos de ellos trabajasen al límite de sus posibilidades hasta provocar cortes masivos. Ante esta situación, el gobierno argentino tomó una serie de medidas para priorizar la electricidad residencial, decretando el teletrabajo para empleados estatales y solicitando al sector industrial que disminuya su consumo. A pesar de esto, hay más de 14.000 usuarios que todavía no tienen electricidad.
Por otro, las altas temperaturas motivaron una multiplicación de incendios en diversos puntos del país. Según las auotridades, seis provincias registran todavía focos activos: tres en San Luis (centro), dos en Santa Fe (este), dos en Catamarca (noroeste), uno en Salta (norte), otro en Mendoza (oeste) y el más “complicado”, según viceministro de Ambiente, Sergio Federovisky, que es el de Río Negro, en el departamento de Bariloche, en el complejo Lago Martín. “Estamos en una temporada de incendios muy pero muy complicada, ya que la ola de calor funcionó como un detonante para la aparición de fuegos en distintos lugares”, indicó Federovisky.
Según apunta a Clarín Carolina Vera, doctora en Ciencias de la Atmósfera, investigadora principal del Conicet y jefa de Gabinete del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, las olas de calor extremas como la que se han experimentado en Argentina «ya son más frecuentes» porque «el calentamiento global es de 1,1 grados por encima de los valores normales que se establecen al inicio de la era industrial, a fines del siglo XIX». De hecho, las olas de calor son cinco veces más frecuentes ahora que hace 50 años y si el calentamiento global continúa, «en un mundo con un aumento de un grado y medio van a ser ocho veces más frecuentes«, agregó la científica.
Cambio climático y sequía
El responsable de medio ambiente del Gobierno argentino también ha aprovechado para recordar que el país hace dos años que sufre una “sequía muy extrema” en prácticamente en todo su territorio y que el cambio climático está “generando situaciones muy adversas” para la aparición de los incendios. Y es que, aunque la ola de calor de esta última semana ha sido uno de los mayores síntomas, el aumento global de las temperaturas provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero están afectando seriamente a Argentina. Sobre todo, en forma de una sequía pocas veces vista.
Según un análisis de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en colaboración con el centro de investigación de la Comisión Europea, la actual sequía en la cuenca del Río de la Plata, la más importante de Argentina y clave para países como Uruguay, Paraguay o Brasil, lleva en curso desde mediados de 2019 y ya se puede clasificar entre los cinco mejores eventos en el sureste de América del Sur desde la década de 1950. La mayoría de los parámetros incluidos en la presente clasificación (severidad, intensidad y pico) muestran que la sequía en curso es una de las más graves en al menos en treinta años.


Además, de acuerdo a este análisis, muchos sectores, incluidos la agricultura, la navegación en aguas interiores, la producción de energía, el suministro de agua y varios ecosistemas, han estado sufriendo de manera especialmente severa la sequía en curso. Sin embargo, las estimaciones de daños totales y la caracterización de todos los sectores afectados solo se pueden realizar una vez que finalice el evento.
En cualquier caso, según ha apuntado la WMO en sus redes sociales, el inédito escenario no es ajeno al cambio climático y está también muy relacionado con la deforestación, ya que en casi todo el territorio argentino los bosques han ido dejando progresivamente su espacio a los pastos y cultivos a lo largo del siglo XX. En total, se estima que en el período 1930-2005 la masa forestal se redujo en un 66%, una drástica reducción que no se ha frenado en los últimos años: según un informe de Greenpeace, en 2020, último año del que se dispone de datos, la pérdida de bosques nativos en el norte de Argentina fue de 114.716 hectáreas
“Estamos teniendo muchos días de cielo despejado donde la radiación solar es muy intensa y en un contexto de sequía extrema que atraviesa Argentina desde hace unos dos años”, ha asegurado por su parte a EFE Cindy Fernández, portavoz del SMN. “Esto significa que el suelo está muy seco, y la tierra seca se calienta mucho más que el suelo húmedo”, ha añadido.
