Los climas áridos se han duplicado en España desde los años 50 del siglo XX y avanzan a un ritmo de 1.500 kilómetros cuadrados al año, lo que equivale a una superficie similar a la provincia de Málaga cada lustro



El trimestre compuesto por junio, julio y agosto registró las temperaturas más elevadas desde, al menos, 1961, superando el verano más cálido de la serie histórica en una España cada vez con más aridez, según señala la Agencia Estatal de Meteorología.
Las condiciones veraniegas se han prolongado más allá de los límites naturales de la estación: el cuatrimestre compuesto por mayo, junio, julio y agosto ha sido el más cálido y seco de toda la serie histórica.
Este escenario no ha hecho sino constatar que los climas áridos avanzan en España, desde mediados del siglo XX, a un ritmo anual de unos 1500 km² al año, el equivalente en cinco años a la extensión de la provincia de Málaga, en detrimento de los climas templados.
Desde 1950 la temperatura en España ha aumentado 1,4 grados centígrados y las lluvias han disminuido un 12%
Para amortiguar el impacto de este avance de la aridez en España el Gobierno aprobó recientemente la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación (ENLD), actualizando de esta forma el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación publicado en 2008.
Esta nueva Estrategia asegura el cumplimiento de los compromisos de España como parte de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), a la vez que establece un marco para las políticas e iniciativas de lucha contra esta amenaza en España, asegurando la coordinación entre ellas y su efectividad.
El objetivo general es contribuir a la conservación y mejora del capital natural asociado a las tierras de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas de España y avanzar hacia la neutralidad en la degradación de las tierras mediante la prevención y mitigación de la desertificación y la restauración de las zonas degradadas.


La ENLD, en su diagnóstico, identifica numerosos impulsores de la desertificación en España, incluyendo causas económicas, como la intensificación de la agricultura y la ganadería, y la sobreexplotación de los recursos hídricos; sociales, como la despoblación de las zonas rurales y el abandono de los terrenos forestales; y ambientales, como el cambio climático y los incendios forestales.
Asimismo, los impactos de la desertificación también comportan costes económicos, sociales y ambientales: desde la pérdida de productividad de los suelos o la disminución de los beneficios agrarios hasta el agravamiento de la despoblación, la disminución de patrimonio cultural, la pérdida de biodiversidad o la exacerbación del cambio climático.
