Las compañías aéreas empiezan a reconocer su "problema" con las emisiones de CO2

Las compañías aéreas empiezan a reconocer su «problema» con las emisiones de CO2

La industria de la aviación, una de las más contaminantes del planeta, está cada vez más en el punto de mira de los activistas climáticos. Esta semana, los líderes de dos grandes compañías aéreas han reconocido que tienen que hacer algo contra su enorme volumen de emisiones.


Flyskam, flight shaming o vergüenza a volar. Es el nombre que recibe el movimiento de aquellos ciudadanos que quieren reducir las emisiones de dióxido de carbono que producen los trayectos aéreos, que cada vez recibe más adeptos, sobre todo entre la gente joven. Un viento en contra que los ejecutivos de las principales compañías aéreas están empezando a sentir: esta semana, los líderes de dos grandes compañías han reconocido por primera vez que esa «vergüenza a volar» supone «el mayor reto al que se enfrenta la industria».

La primera fue Anne Rigail, CEO de Air France, que el pasado lunes explicó a la audiencia del Fortune Global Forum que el concepto ecológico había entrado en su propia casa a través de sus hijos. «Al final resultó positivo, porque no me sorprendió en absoluto cuando se puso de moda todo este asunto del flight shaming«, dijo. «Creo que es nuestro mayor desafío«.

Y el miércoles fue el turno del presidente de Emirates, Tim Clark, que elogió que los activistas climáticos hayan puesto el foco en el problema de las emisiones de los aviones. “No nos estamos haciendo ningún favor al arrojar miles de millones de toneladas de carbono al aire. Es un problema del que tenemos que ocuparnos», aseguró Clark a la BBC. “Me gusta bastante Extinction Rebellion y Greta Thunberg, porque han puesto el ojo en la diana: no estamos haciendo lo suficiente a la velocidad que deberíamos».

Ninguno de estos líderes empresariales han especificado qué harán con respecto al cambio climático. De hecho, Emirates anunció esta semana un pedido de 16 mil millones de dólares para nuevos aviones, y ninguno tiene alguna característica que los hagan menos contaminantes. Pero sus comentarios muestran que la vergüenza a volar no es solo un movimiento marginal que la industria puede ignorar.

Reducir el número de vuelos

Los vuelos representan alrededor del 2,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y algunos viajeros empiezan a tener en cuenta el importante impacto que tiene en el planeta los millones de desplazamientos aéreos que se producen cada día. Una encuesta realizada en octubre a 6.000 viajeros en Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido descubrió que uno de cada cinco viajeros había reducido la cantidad de vuelos que tomaron durante el año pasado.

Sin embargo, y aunque algunas compañías aéreas informan de una desaceleración en la venta de tickets, muchas no parecen verse afectadas en absoluto. Finnair, por ejemplo, informó este año de un récord en el aumento de pasajeros. Y, en general, varios estudios apuntan que el mercado de viajes aéreos está a punto de crecer de manera drástica, particularmente en regiones como con una clase media en desarrollo como China, el sudeste asiático y algunas zonas del África subsahariana.

En cualquier caso, los vuelos son especialmente difíciles de descarbonizar. Casi no hay alternativas al combustible de aviación derivado de materias fósiles que puedan proporcionar la densidad de energía necesaria para cruzar los océanos por aire, al menos a un precio que los pasajeros puedan pagar. Si existiera un avión neutral en carbono, «compraríamos uno inmediatamente», dijo Rigail el lunes. La innovación científica tendrá que tener la última palabra.

El triunfo de la suspensión de la línea Maastricht-Lieja

Qatar Airways ha decidido cancelar la ruta de transporte de mercancías entre Maastricht y Lieja, dos ciudades situadas a 38 kilómetros, debido al alto coste medioambiental de un vuelo semanal que solo tenía nueve minutos de duración.

Cada domingo, se realizaba un vuelo desde Doha (Qatar) hasta Ciudad de México (México) con escala en la localidad belga de Lieja, pero la ruta sufrió una alteración cuando un cliente holandés solicitó explícitamente recibir su entrega en el aeropuerto de Maastricht.

Según explican desde el colectivo medioambiental Demain, el aeropuerto de Maastricht tiene una pista demasiado corta para que un avión de tales dimensiones repleto de mercancías alce el vuelo, por lo que era necesario hacer otra parada en Lieja para cargarlo del todo.

«En la actualidad, un 0,15 % del transporte de mercancías se hace en avión, lo que supone un 3 % de las emisiones de CO2 del planeta. Es extremadamente contaminante», explicó Pierre, portavoz de Eyben, y añadió que, en trayectos tan cortos, el daño es mayor, porque contamina igual que un vuelo de larga distancia y, además, produce contaminación acústica al tener que volar por debajo de las nubes.

El colectivo también está denunciando otras rutas cortas que conectan el aeropuerto de Lieja con aeropuertos de la frontera alemana a 60 y 120 kilómetros de distancia y esperan «que la prohibición de los vuelos de corta distancia para transporte de mercancías se dialogue en la cumbre del clima de Madrid el próximo diciembre».



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