BP da por hecho que hemos llegado ya al pico del petróleo

BP da por hecho que hemos llegado ya al pico del petróleo

BP da por hecho que hemos llegado ya al pico del petróleo

El impulso a la transición energética por los gobiernos, la competitividad de las renovables y el parón de actividad por el coronavirus han asestado un golpe histórico al consumo de petróleo. El gigante británico BP, la quinta petrolera del mundo, da por hecho que el consumo de crudo no se recuperará más. Predice un descenso de la demanda global que va del 10% al 80% de aquí a 2050, según diferentes escenarios


Pedro Cáceres | Director adjunto
Madrid | 17 septiembre, 2020


Cuando se habla de petróleo en el mundo es imposible no tener en cuenta a BP, la compañía británica del logo verde, que mueve por sí sola el 3% de los hidrocarburos que se consumen a escala global.

BP, que inició su andadura explotando los inmensos campos iraníes a principios del siglo XX, es ahora una multinacional que, según Thomson Reuters, fue en 2019 la quinta empresa petrolera con mayor facturación del mundo (255.456 millones de euros), solo precedida del gigante chino Sinopec (1ª), la holandesa Royal Dutch Shell (2ª), la estatal árabe Saudi Aramco (3ª) y PetroChina (4ª).

Infographic: The Biggest Oil and Gas Companies in the World | Statista

Gráfico elaborado por Statista

Precisamente por la importancia de BP en el mercado global no puede pasarse por alto el rotundo diagnóstico que hace del negocio en su Energy Outlook, recién publicado esta semana.

En opinión del gigante mundial, es posible que la demanda de petróleo nunca se recupere por completo del impacto de la pandemia de coronavirus, y puede comenzar a caer en términos absolutos por primera vez en la historia moderna. Es decir, lo que durante décadas se ha definido como el pico del petróleo o «peak oil», el momento a partir del cual la producción alcanzaría su máximo y empezaría a bajar.

El impulso a la transición energética por parte de los gobiernos, la competitividad de las renovables en términos de mercado y el parón de actividad global por el coronavirus han asestado este año un golpe histórico al consumo de petróleo.

En las páginas de nuestro diario ya explicábamos cómo la brusca caída de la demanda de hidrocarburos al comienzo de la pandemia conmocionó a los mercados. Se vivieron semanas de crisis en las que el petróleo se acumulaba en los almacenes sin encontrar comprador. El precio cayó a los 20-30 dólares por barril, pero ni siquiera eso logró remontar la demanda. El crudo se encontró sin salida y se dio la circunstancia de que incluso se vendió en negativo: los productores pagaban para que alguien se llevara la carga que no podían mantener en los almacenes.

La industria se enfrenta al peor año de su historia”, afirmaba entonces el director de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol. “Las comparaciones con períodos anteriores de interrupción en los mercados petroleros son inevitables pero están fuera de lugar. La industria petrolera nunca ha visto nada como 2020”, remachaba el alto responsable de la AIE.

Tres escenarios según BP

Desde entonces la demanda global ha vuelto a remontar ligeramente, pero sin alcanzar los niveles del año anterior. El informe de este mes de la Agencia Internacional de la Energía señala que la demanda mundial de crudo subió en agosto en 1,1 millones de barriles diarios hasta llegar a los 91.7. Sin embargo no lo suficiente para alcanzar las cotas del año pasado. El mercado está consumiendo ahora mismo 9,3 millones de barriles diarios menos que en 2019.

La AIE estima que la demanda mundial de enero a julio fue 10,5 millones de barriles por día por debajo del nivel del año pasado. De esta forma, concluye: «Cuando disminuyeron los confinamientos en cada país, hubo una fuerte recuperación inicial de la demanda liderada por la gasolina, pero la curva se ha aplanado y es cada vez más evidente que la Covid-19 permanecerá con nosotros durante algún tiempo».

Los tres posibles escenarios de consumo de petróleo presentados en el Energy Outlook 2020 de BP. | Fuente: BP

En ese contexto es en el que hay que recibir el informe de BP que presenta tres posibles escenarios para el mercado mundial de la energía de aquí a 2050, clasificados como Escenario Business as Usual (BAU), donde las dinámicas siguen como hasta ahora; el escenario Rápido, donde las medidas de los gobiernos aceleran la descarbonización de la economía, en línea con los planteamientos actuales de la UE; y un escenario Cero Emisiones donde el impulso político es aún mayor y el tejido socieconómico responde con fuerza a esas señales.

Es posible que la demanda de petróleo nunca se recupere del impacto del coronavirus, dice BP

Todos los escenarios ven caer la demanda de crudo a lo largo de los próximos 30 años: 10% menos para el año 2050 en el escenario Escenario Business as Usual; alrededor de 55% menos en el escenario Rápido y 80% menos en el escenario Cero Emisiones.

En el escenario BAU la demanda alcanza un punto constante al principio de la década de 2020. En el caso del escenario Rapid y Cero Emisiones la demanda de crudo jamás se recupera por completo tras la caída provocada por el Covid-19.

Según BP, la caída en la demanda de crudo se verá impulsado por las mejoras en eficiencia y la electrificación del transporte terrestre. En los tres escenarios el uso de crudo en el transporte alcanza el punto más alto durante la segunda mitad de la década de 2020. La proporción de petróleo que satisface la demanda del transporte cae desde más del 90% en el año 2018 hasta un 80% en el año 2050 en el escenario BAU, pero hasta 40% en el escenario Rapid y a tan sólo 20% en el escenario Cero Emisiones.

El pico del petróleo

Al presentar el informe en Londres esta semana, el director ejecutivo de BP, Bernard Looney, afirmaba: “Los mercados de energía van a sufrir un cambio duradero, cambiando hacia las renovables y otras formas de energía con cero o bajas emisiones de carbono. La demanda de petróleo y gas se va a ver cada vez más cuestionada”.

Looney ya había afirmado a principios de este año que “no descartaba” la posibilidad de que el coronavirus hubiera acelerado el pico del petróleo y ahora añade que “está más convencido que nunca” de que BP debe afrontar un futuro “bajo en carbono”.

Hay que tener en cuenta que informes como el Energy Outlook de BP son documentos que las compañías preparan para convencer a los accionistas y a los mercados de la solidez de su modelo de negocio. Por eso, la intervención del director ejecutivo de BP al presentar estas negras perspectivas para el petróleo, que ha sido la base de su compañía, sirvió para poner en valor el cambio que BP ya ha puesto en marcha para diversificar su negocio.

El gigante británico es uno de los que lleva más tiempo invirtiendo también en renovables y otros sectores. El mes pasado anunciaba planes para multiplicar por ocho sus inversiones en bajas emisiones de carbono para 2025 y por 10 para 2030, al tiempo que recorta su producción de combustibles fósiles en un 40% desde 2019.

Su objetivo es seguir liderando el negocio de la energía mundial pero siendo una compaña con cero emisiones en 2050.

Por ello Looney afirmaba: “BP va transformarse de una International Oil Company, enfocada en la producción de recursos, a una Integrated Energy ‎Company, centrada en brindar soluciones a los clientes”. En ese sentido, la compañía cree que la electrificación del transporte, la producción con renovables y el uso del hidrógeno como vector de almacenamiento harán que los servicios energéticos ganen en dimensión local, puesto que la gestión técnica de fuentes más variadas y repartidas exige una gestión a escala más cercana.

«El sistema energético mundial va a sufrir una reestructuración profunda hacia la descarbonización, lo que creará desafíos y oportunidades para la industria» y hay que estar preparados», afirma el Energy Outlook de BP.

Para el gigante petrolero ya no está en duda si el negocio del crudo va a sufrir una merma en las próximas décadas. Eso se da por hecho. Lo que se estudia ahora es la velocidad y la profundidad de esos cambios.

Países y empresas afectadas

Ante un panorama de demanda a la baja de petróleo, no todos los países productores ni compañías se ven afectados por igual. Existe una gran diversidad de yacimientos de petróleo, con diferencias notables en la facilidad de extracción y los costes de operación.

En abril de 2020, con el barril a 30 dólares, había cinco millones de barriles de petróleo producidos en todo el mundo cada día que no alcanzaban precios lo suficientemente altos como para cubrir los costos de sacarlo del suelo, afirmaba la Agencia Internacional de la Energía.

En una situación de precios bajos, los grandes beneficiados son Arabia Saudí y Rusia, que tienen los costes operativos más reducidos del mercado por las características geomorfológicas de sus bolsas de crudo. Con precios del barril a 40 dólares, como hasta ahora, ambos países pueden seguir teniendo ganancias, puesto que sus márgenes de operación son amplios.

Los precios bajos que existen actualmente y que se prevén en un futuro escenario de baja demanda desplazan a yacimientos difíciles de explotar o de fuentes no convencionales, como es el caso del petróleo de esquisto o shale oil que se obtiene en las instalaciones de fracking en EEUU, un proceso complejo que consiste en inyectar agua en el subsuelo para diluir los hidrocarburos incrustados en los estratos de roca metamórfica.

Pensando en un horizonte de precios altos, en los últimos años proliferaron los campos de fracking estadounidenses, pero ahora mismo, con el barril a 40 dólares, resulta más caro extraer el crudo que el precio que se paga por él. Todo esto tiene unas implicaciones de negocio y geoestratégicas de fuertes consecuencias. Y el panorama no pinta bien para EEUU, que ha vivido una un boom del shale oil desde comienzos del siglo XXI por las expectativas de condiciones de mercado alto. Muchas compañías que se han endeudado para poner en marcha instalaciones tendrán difícil obtener el retorno previsto, opinan los analistas del mercado.

Los precios bajos también pueden conmocionar a algunas de las naciones petroleras, especialmente a aquellas que basan gran parte de su PIB en las exportaciones de crudo y que tienen yacimientos caros de explotar. Lo mismo ocurre con aquellas compañías que explotan yacimientos costosos o que tienen como activos derechos de explotación de campos petroleros que en condiciones de poca demanda y precios bajos pueden que no lleguen a extraerse.



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