Un estudio afirma que sobrepasar las barreras de temperatura estipuladas en el Acuerdo de París podría generar un efecto de retroalimentaciones con la capacidad de liberar 230.000 millones de toneladas de carbono atrapadas, por ahora, en el suelo



Los gases de efecto invernadero (GEI) antropogénicos están desestabilizando la Tierra: su acumulación constante en la atmósfera está calentando y contaminando el aire que respiramos y, a su vez, alterando totalmente el ciclo climático planetario que, entre otras cosas, es el artífice de que podamos disponer de agua.
Esta punta del iceberg que representa el problema de la crisis climática, aunque minúscula, es suficiente para activar las armas de nuestro planeta. Armas con la capacidad de destruir prácticamente toda la vida tal y como la conocemos.
Según Fernando Iglesias Suárez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), estas armas se conocen como “fenómenos de retroalimentaciones”, y no son otra cosa que escaladas imparables de un suceso que, de traspasar su límite o punto de inflexión, causarán daños irreparables a una escala inimaginable.
En este sentido, un estudio publicado en la revista Nature Communications ha alertado que un calentamiento por encima de los dos grados Celsius que marca el Acuerdo de París conduciría a la liberación de alrededor 230 mil millones de toneladas de carbono que, actualmente, están atrapadas en distintas capas del suelo.
Para hacernos una idea de la cantidad de carbono que se liberaría, esos 230 mil millones de toneladas son más de cuatro veces las emisiones totales de China y más del doble de las emisiones de los EE. UU. durante los últimos 100 años.
Los autores del hallazgo creen que puede existir una incertidumbre de unas 50 mil millones de toneladas dependiendo del escenario de emisiones estudiados. Esto es más de la mitad que lo expuesto en estudios similares, algo “muy sorprendente para ellos” ya que demuestra “la sensibilidad de las proyecciones y de nuestro planeta”.
«Hemos reducido la incertidumbre en esta respuesta al cambio climático, que es vital para calcular un presupuesto global de carbono preciso y cumplir con éxito los objetivos del Acuerdo de París”, explica el profesor Peter Cox, uno de los autores del trabajo.
Para poder llegar a sus conclusiones, los investigadores utilizaron una nueva combinación de datos de observación y modelos del sistema terrestre con los que simularon las interacciones entre el clima y el ciclo de carbono. Con estos datos, “pudieron determinar la sensibilidad de muchas zonas al cambio climático”, declaran.
Ejemplo de retroalimentación
La desaparición del permafrost ofrece, según Fernando Iglesias Suárez, un claro ejemplo de retroalimentación positiva que puede exacerbar los efectos del cambio climático.
El permafrost esconde en su interior enormes cantidades de materia orgánica congelada que no se han podido descomponer. Cuando el calor fusiona el hielo este material queda expuesto a los microorganismos naturales y otros elementos que comenzarán a consumirlos y, en consecuencia, liberarán al ambiente dióxido de carbono y, sobre todo, metano.
Ese metano, con un poder 20 veces más potente que el dióxido de carbono, tiene la capacidad de calentar la Tierra mucho más deprisa y, en consecuencia, acelerar la desaparición de hielo que, a su vez, dejará expuesta más materia orgánica que favorecerá la emisión de GEI.
Además de la emisión de gases, la desaparición del permafrost arrastraría a la hecatombe al sistema climático mundial, “un conjunto de engranajes que actúan al mismo tiempo y en armonía”, tal y como detalla Beatriz Hervella, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
“Si desaparece una cierta cantidad de permafrost se podría precipitar un cambio de estado de nuestro sistema climático, haciéndolo evolucionar hacia uno nuevo con condiciones más hostiles que las actuales para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos”, enfatiza.
Algunas de esas piezas ya han comenzado a activarse, y de ahí la importancia de estudios como este para encauzar las medidas actuales en materia de mitigación y adaptación al cambio climático.
