La monotonía adquirida en la constante realización de nuestras rutinas diarias a veces nos impide apreciar el excitante curso de la vida, repleto de vaivenes y de fenómenos sazonados con una elevada dosis de surrealismo, que más bien parece estar extraído de las películas más fantásticas habidas y por haber.
Este apego a la regularidad tal vez no nos permita pensar que, quizás un día cualquiera, al alzar la persiana de nuestra habitación, nos encontremos con que los paisajes rebosantes de vida que estamos acostumbrados a ver hayan sido reemplazados por una estampa totalmente opuesta, semejante a lo que nos podríamos encontrar en el mismo infierno.
Me refiero a un entorno desolador, totalmente cubierto por una extensa capa de polvo cobrizo que nubla la vista a escasos metros de nosotros y que convierte el aire en una masa visible y apenas respirable.
No pensamos que eso pueda suceder porque no se asemeja a nada que hayamos podido ver o presenciar en nuestra rutina, sin embargo, lo cierto es que estamos totalmente equivocados. En la actualidad existen miles de personas alrededor del mundo que experimentan unos escenarios similares con más frecuencia de lo que podemos imaginar. Incluso nosotros mismos podemos llegar a vivirlo.
De hecho, no hace falta remontarse años atrás para buscar un ejemplo, sino tan solo unos días cuando una nube de polvo sahariano de cientos de kilómetros de extensión viajó desde África hasta América, causando estragos por toda la costa caribeña.


De la noche a la mañana, la nube de polvo, con un área equivalente a los Estados Unidos, envolvió Puerto Rico en una parcial oscuridad y redujo la calidad de aire hasta unos elevados niveles de peligrosidad.
Según Rafael Machargo, secretario de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico, el Índice de Calidad de Aire reflejó un nivel de 305 puntos, cuando la cifra más alta registrada en el país fue de 154 puntos, observada en el 2018. El nivel mínimo para garantizar la calidad del aire es de 100 puntos, por lo que la nube triplicó los niveles máximos para garantizar el bienestar del público.


Si bien están acostumbrados a este tipo de sucesos, debido a que cada año esta región americana sufre incursiones de polvo desde junio hasta septiembre, los agentes locales no dudaron en bautizarla como “Godzilla”, al ser una nube con un potencial no visto por lo menos en 50 años atrás.
No obstante, cuando decimos que nosotros también podemos vivir estos fenómenos, nos referimos a que España es un país que, en su conjunto, sufre este tipo de acontecimientos. De hecho, poseemos uno de los mejores laboratorios para estudiar estas nubes de polvo, y su nombre es Canarias.
“Canarias se encuentra en una situación muy cercana al continente africano, del cual emanan corrientes de polvo que, dependiendo de la época del año, nos pueden afectar en mayor o en menor medida”, comenta a El Ágora Natalia Prats, científica del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
“Dependiendo de la situación sinóptica, puede haber corrientes que desplacen el polvo incluso a la península, pero la trayectoria típica se realiza de este a oeste a través de la región donde se encuentra Canarias. Eso nos convierte en un excelente laboratorio de calimas”, añade Natalia.
¿Qué es la calima?
La Aemet define la calima como la suspensión en la atmósfera de partículas secas muy pequeñas, invisibles al ojo humano, pero lo bastante numerosas como para dar visibilidad a la masa de aire y dar al cielo ese tono cobrizo. Esta situación puede darse a raíz de varios acontecimientos, sin embargo, cuando el origen es principalmente una tormenta de polvo o arena, se habla de “calima de polvo” o “polvo en suspensión”.
Para que haya calima tiene que coincidir una visibilidad muy reducida y una humedad relativa menor del 70% porque, cuando hay mucha humedad en el aire, lo que tenemos es el caso opuesto, es decir, la bruma.
De acuerdo con Natalia Prats, estas nubes se suelen desplazar de este a oeste, aunque también viajan al norte, invadiendo el sur de la península e incluso el centro. A su paso por el país pueden toparse con borrascas cargadas de agua y, en consecuencia, manifestarse las famosas «lluvias de sangre«, que no es sino la precipitación del polvo sahariano dentro de las gotas de lluvia.
En este sentido, nos recuerda el último gran episodio de calima que vivió Canarias, ocurrido entre los días 22 y 25 de febrero. Según detalla la experta, se trató del evento de calima más potente que sufrió la isla desde que se tienen registros instrumentales.
“La nube de polvo era tan densa que apenas se podía ver. Los aeropuertos sufrieron fuertes retrasos por el cierre del espacio aéreo. No es la primera vez que se cerraba un aeropuerto por calimas, pero es que nunca lo estuvieron tanto tiempo. Tardaron una semana en recuperar la operatividad normal”, señala Natalia.


Una de las pruebas más fehacientes que elevan esta calima a la cúspide del ranking de las más potentes se encuentra en la evolución del parámetro PM10, que hace referencia al material particulado con un diámetro inferior a 10 micrómetros que arrastra el aire.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece un valor límite máximo para la media diaria de PM10 en 50 µg/m3. Una concentración mayor podría poner en riesgo la salud de las personas ya que estas partículas pueden alojarse profundamente dentro de los pulmones y causar problemas respiratorios o agravar otros.
Durante esos tres días, la calima, que chocó con Canarias mediante tres oleadas, elevó la proporción media diaria a 1187 µg/m3, con un pico el día 23 de 3500 µg/m3. “A pesar de que se vivieron periodos de pequeños descansos, la concentración que registramos fue brutal”, afirma.
A modo de comparación, según detalla la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Puerto Rico registró picos superiores a 500 µg/m3 en Puerto Rico. Por lo tanto, en febrero no solo se superaron los valores de Godzilla, sino que se multiplicaron por 70 los minimos establecidos por la OMS.
Un fenómeno estacionario
Las calimas son un tipo de fenómeno que puede ocurrir a lo largo de todo el año, pero, dependiendo de la época en la que nos encontremos y atendiendo al movimiento este-oeste, se pueden distinguir dos tipos de eventos.
Por un lado, Natalia explica que existen las calimas de invierno, que se caracterizan por ser intrusiones muy potentes a niveles bajos, es decir, en este caso las nubes de polvo que se levantan en el continente africano son arrastradas a escasa altura.
“En invierno nos encontramos con una calima parecida a la de febrero, donde la se reduce la visibilidad y se empeora la calidad de aire de las ciudades”
Por el otro, se observan las calimas de verano, donde las inyecciones de polvo se elevan hasta una altura entre los 2.000 y 6.000 metros. “A nivel de superficie no nos encontramos con esos problemas que se sufren en invierno, pero se aprecia un cielo turbio. Nuestro observatorio, que está a 2.400 metros, capta perfectamente este tipo de intrusiones”.
Esta estacionalidad explica por qué el polvo sahariano solo llega al continente americano a partir de los meses de verano y no durante todo el año.
El origen de las calimas
Toda esta enorme cantidad de polvo proviene principalmente del desierto de Sáhara, aunque no se trata de una fuente exclusiva. Según Natalia, las nubes de polvo se pueden producir en cualquiera de las cuencas endorreicas repartidas por el norte de África, es decir, de aquellas regiones que alojaron masas de agua en el pasado, pero que ahora yacen secas. Este dato se conoce gracias a que en las estaciones científicas se recogen las partículas de aerosol en filtros para su posterior análisis.
“Observando la composición del polvo se puede establecer un origen, porque los elementos del suelo varían dependiendo de la zona en la que se encuentren. Normalmente se hace una comparación con aluminio, ya que es el material más abundante que arrastran en estas tormentas”


En este sentido ocurre un suceso curioso porque, además de los elementos básicos naturales, el polvo puede arrastrar partículas de origen antropoénico, como fertilizantes que se han usado en antiguos cultivos e, incluso, partículas contaminantes que adquiere la nube al pasar por zonas industrializadas.
“Normalmente estos aerosoles antropogénicos se encuentran en cantidades muy pequeñas, pero hay estudios que certifican su presencia”.
No exento de polémica, la presencia de este tipo de partículas antropogénicas en las nubes puede resultar un problema debido a que poseen un tamaño menor a 2,5 micrómetros (PM2.5) y, mientras que el PM10 quedaba alojado en el tracto respiratorio, las más pequeñas tienen la capacidad de introducirse incluso en el riego sanguíneo de las personas que pueden producir enormes perjuicios, como un cáncer, según la OMS.
“Ahora existe la preocupación de que venga esa calima contaminada con este tipo de aerosoles, pero a mí no me gusta que se trate a la calima como un elemento ‘contaminante’ porque exista ese riesgo, y más por culpa de los países africanos”, comenta Natalia.
“Es complicado separar las posibles consecuencias de una calima y, por ello, se genera una especie de debate”, añade.
Inhibidor de huracanes
De forma muy simplificada, los huracanes son enormes motores naturales que utilizan el aire caliente y húmedo como combustible que, al elevarse de la superficie oceánica, crea un área de bajas presiones que le rellena con el aire con mayor presión de las áreas circundantes.
A medida que se realiza ese movimiento y más aire cálido asciende y se enfría, se forman nubes que dan forma a los huracanes.
No obstante, es posible que una nube de polvo interrumpa la formación de huracanes debido a que, por un lado, puede causar una inversión de temperatura que estabilicen la atmósfera y, por el otro, porque la entrada de aire seco detiene el movimiento de convección que precisa de un aire más húmedo.
Tampoco hay que olvidar que la corriente de aire sahariana es un bloque de aire que se desplaza en la vertical y puede realizar un efecto de cizalladura que desacople las masas de aire que forman los huracanes.
De hecho, no hay que dejar de lado la cantidad de beneficios que producen este tipo de fenómenos, empezando por el vital papel que ejercen en el ciclo climático ya que la ausencia de este polvo cambiaría la atmósfera tal y como la conocemos.
“Las partículas del polvo son el núcleo de condensación de las nubes. Si no existiera un soporte sólido donde se adhiera esa humedad, no habría nubes y todas las consecuencias posteriores de su inexistencia. Por lo tanto, solo con eso tienes un motivo más que suficiente para que se produzcan este tipo de fenómenos”.
Después tampoco hay que olvidarnos del tema de la fertilización. Las nubes de polvo que emanan desde el Sáhara están cargadas con materiales muy valiosos para la vegetación, como el fósforo, un mineral difícil de sintetizar en la naturaleza. Gracias a las calimas y los vientos, estos nutrientes se transportan hasta alcanzar regiones como el Amazonas, que alimentan constantemente y les ayudan a ser lo que son ahora: reductos de biodiversidad.
“La selva amazónica crece gracias a los minerales de las nubes de polvo. Incluso a nivel oceánico hay estudios que certifican que el polvo, una vez depositado en la superficie del agua, impulsa la proliferación del plancton gracias a los nutrientes que aporta”
“Con esto se pude llegar a la conclusión de que estas nubes de polvo tienen sus partes beneficiosas y sus partes perjudiciales y no serían lo que son sin una cosa ni la otra”.
¿Un futuro con más nubes de polvo?
En estos momentos nos encontramos en un contexto reinado por la influencia del cambio climático, que promete, entre otras cosas, seguir desertificando el mundo a no ser que pongamos freno a nuestras acciones.
Las superficies erosionadas son más susceptibles de levantar nubes de polvo, por lo que Natalia se aventura a explicar que es posible que estemos más expuestos a este tipo de fenómenos. No obstante advierte que es necesario atender a otros sucesos que pueden influir en la creación de tormentas de polvo y que pueden verse modificadas con el cambio climático.
“Es posible que la climatología que puede originarse en un futuro, junto a la aparición de terrenos con menor abundancia de agua, podría impulsar la aparición de más calimas. En todo caso, no debemos olvidar que estamos ante un fenómeno relativamente reciente y, por lo tanto, es necesario seguir investigando y tener registros más amplios para poder establecer unas conclusiones”.
En todo caso, lo que nunca deberemos olvidar es que la naturaleza es toda una fuente de sorpresas y que, a veces, hay que apartar nuestras rutinas y dejarnos llevar no solo por la belleza de estas nubes de polvo, sino por todos los demás fenómenos que solo ella nos sabe dar. Porque tal vez llegue el día en el que alcemos nuestra persiana y nos encontremos con que se haya ido para siempre.
Uno de los perjuicios más curiosos de la calima está relacionado con la energía fotovoltaica, según Natalia Prats. En este sentido, la industria que produce la energía solar demanda predicciones de calima lo más aceptadas posible debido a que la limpieza de las placas les supone un coste altísimo.
“Ellos poseen una especie de calendario de limpiezas de placas para optimizar los costes que tienen la posibilidad de modificar en el caso de que sepan que va a existir una calima”.
A esto se une que una placa obstruida genera una cantidad ínfima de energía en comparación con una placa fotovoltaica en perfecto estado.
