Tras la devastación de Eta e Iota, el CEPREDENAC trabajó conjuntamente con la NASA y otras instituciones públicas y privadas para fortalecer la resiliencia de cada país de Centroamérica frente a unos huracanes que prometen seguir intensificándose por el cambio climático



Poco a poco, la experiencia confirma lo que los análisis de los expertos llevan advirtiendo durante años: los huracanes se están intensificando, tanto en número como en fuerza. Los 13 fenómenos registrados durante el año pasado constituyen el mejor ejemplo de esta tendencia, que convirtió a la temporada del 2020 en la más activa, dejando imágenes insólitas como la presencia simultanea de cinco huracanes sobre el Atlántico.
Dos de ellos, Eta e Iota, se formaron con apenas dos semanas de diferencia en un momento en el que se creía que la temporada estaba ya tocando a su fin. Y lejos de presentar algún vestigio de debilidad, ambos huracanes arrasaron Centroamérica de una forma no vista desde el huracán Mitch, de categoría cinco, en 1998.
Nicaragua y Honduras formalizaron una especie de escudo ante la catástrofe, aunque sin mucho éxito pues, a pesar de los esfuerzos, los daños parecían ser incalculables. Solo durante las primeras horas, Eta dejó unas 1.890 casas destruidas y otras 8.030 con daños parciales en Nicaragua, mientras más de 80.000 familias se encontraron en una situación crítica de peligro.


En Honduras, ese mismo huracán destruyó las vías de comunicaciones, además de dejar anegadas varias localidades bajo las aguas de las precipitaciones. La alerta roja tuvo que extenderse por tiempo limitado porque, aunque pasado el peligro, otra bomba se estaba acercando a Centroamérica., tal y como definió Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala.
En vista de los resultados, Claudia Herrera quien lidera el Centro de Coordinación para la Prevención de Desastres en Centroamérica (CEPREDENAC) comenzó a trabajar estrechamente con el programa de desastres de la NASA y otras agencias gubernamentales internacionales y grupos privados. El objetivo: fortalecer la resiliencia de cada país de la región.
“En este momento, ya hay cuatro países afectados por las inundaciones —Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá— sin siquiera haber entrado en la temporada de tormentas importantes”, dijo Herrera en junio. «Estamos tomando todas las medidas posibles para prepararnos para esta temporada de lluvias, pero tenemos un gran desafío con el impacto de los huracanes Eta e Iota todavía en el territorio».
Al mismo tiempo, una de las prioridades del programa de desastres de la NASA se centra en asociarse con grupos locales e internacionales para generar productos basados en datos con una visión global de la Tierra y aplicar esa información a nivel regional, dijo David Green, director del programa.
“Buscamos desarrollar relaciones de confianza dentro de un contexto cultural con comunidades vulnerables y aquellas que pueden actuar, lo que significa que aportamos datos de población, aportamos información económica, contactamos a las personas en riesgo, así como a los socios en la ayuda humanitaria, incluida la Oficina de Asuntos Humanitarios de USAID, los grupos de desastres de la ONU en Panamá, los grupos de mapeo en Costa Rica y las agencias satélites en México”, enfatizó Green, que ve en esta alianza tan necesaria «mucho futuro»
Una temporada que cobra fuerza
Aunque la abundancia de tormentas en 2020 no garantiza que los huracanes se volverán más frecuentes en los próximos años, los científicos afirman que el calentamiento de los océanos ya está cambiando el comportamiento de los huracanes y esperan que alimente huracanes más intensos en el futuro. De hecho, Eta e Iota fueron adulterados cuando pasaron por encima de masas de agua cálida, que aumentaron la velocidad de sus vientos en menos de 36 horas.
“No hay una tendencia observada a nivel mundial sobre la frecuencia de las tormentas. Algunos años y algunas cuencas oceánicas tienen más y luego menos. Pero hemos encontrado que las señales del calentamiento global están aumentando la probabilidad de que una tormenta se detenga, se intensifique en un gran huracán y deje caer más lluvia”, comenta Tim Hall, un investigador de huracanes del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA en Nueva York.


A diez días de empezar la temporada de huracanes sobre el Atlántico, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos predijo una temporada activa, aunque en menor medida que la del 2020, en la que se llegasen a formar un rango probable de 13 a 20 tormentas con nombre, entre seis y 10 huracanes y de tres a cinco huracanes mayores.
Sin embargo, en su actualización de mitad de temporada, la NOAA elevó sus cálculos para afirmar que se podrían llegara desarrollar de 15 a 21 tormentas con nombre en el Atlántico en 2021, incluidos de 7 a 10 huracanes, de los cuales 3 a 5 podrían convertirse en huracanes importantes.
El motivo fueron esas mismas temperaturas oceánicas, que quedaron plasmadas en un mapa de las temperaturas de la superficie del mar (SST) obtenido el 11 mediante una combinación de instrumentos satelitales y oceánicos. Para los expertos, el umbral de calor capaz de intensificar los huracanes se encuentra en 27,8 grados Celsius, pero este año muchas partes del Golfo de México y el mar caribe se sitúan por encima de los 30 grados.
“No se espera que las temperaturas de la superficie del mar Atlántico sean tan cálidas como lo fueron durante la temporada récord de 2020; sin embargo, la reducción de la cizalladura vertical del viento y el aumento del monzón en África occidental contribuyen a las condiciones actuales que pueden aumentar la actividad estacional de huracanes”, afirman los expertos.
