Distintos estudios apuntan a que el aumento de las temperaturas y las concentraciones de CO2 estimulan el florecimiento y la producción el polen respectivamente, ampliando la temporada de alergia. Los expertos señalan ahora que el transporte atmosférico incluso puede hacer que entremos en contacto con pólenes a los que no estamos acostumbrados



En teoría, nos encontramos sumergidos en una estación del año en la que la vida natural espera latente la llegada de mejores condiciones climáticas para manifestarse con todo su esplendor. Sin embargo, la realidad apunta hacia otra tendencia marcada por un despertar cada vez más temprano que se deja ver en forma de ataques de alergia prematuros.
La razón de este cambio de paradigma solo se puede explicar si se atienden a unas consecuencias del cambio climático que, por un lado, están impulsando el florecimiento por el aumento de las temperaturas y, por el otro, aumentando la producción de polen por las mayores acumulaciones de dióxido de carbono (CO2).
Por ejemplo, un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) señaló que los impactos del cambio climático habían alargado la temporada de alergias hasta 20 días en los 30 años que abarcó el estudio centrado en especies de Estados Unidos y Canadá. “Nuestros resultados revelan que el cambio climático antropogénico ya ha exacerbado las temporadas de polen en las últimas tres décadas con los consiguientes efectos deletéreos sobre la salud respiratoria”, subrayaron los autores en aquella publicación.


Ahora, expertos de la Universidad de Múnich advierten que la realdad podría ser incluso peor a la mostrada por todos esos estudios ya que en ninguno de ellos se tuvo en cuenta el factor del transporte atmosférico del polen. Para Annette Menzel, profesora de ecoclimatología en la Universidad Técnica de Múnich, esta circunstancia puede ser vital debido a sus implicaciones en la duración, momento y gravedad de la temporada de alergias.
“Algunos granos de polen están diseñados para volar y, después de su liberación en grandes cantidades, pueden dispersarse y transportarse a lo largo de varios cientos de kilómetros, incluso hacia el Ártico. Con patrones climáticos cambiantes, es posible que esos granos lleguen a regiones que antes no visitaban”, comenta la experta en su estudio publicado en la editorial Frontiers in Allergy.
Para poner a prueba sus hipótesis, la profesora y su equipo se centraron en el análisis de los pólenes encontrados Baviera, en Alemania, con la ayuda de seis estaciones de medición que monitorean el polen en el ambiente. Gracias a la enorme cantidad de datos, descubrieron que ciertas especies de polen, como los del avellano o los alisos, adelantaron la producción de polen hasta dos días por año desde el 1987 hasta el 2017. Por el contrario, otros como el abedul o el fresno, lo retasaron 0,5 días en ese mismo periodo de tiempo.
Para reducir el margen de error a la hora de diferenciar entre el polen local y el polen transportado, los investigadores se centraron en los transportes de pretemporada. Es decir, si los abedules locales no florecían y no lo hacían en 10 días, a pesar de estar registrándose la presencia de su polen, se consideraba que ese polen provenía de otras regiones distintas.
«Nos sorprendió que el transporte de polen de pretemporada sea un fenómeno bastante común que se observa en dos tercios de los casos», comenta Annette Menzel, que advierte que las concentraciones de polen pasaran a depender en menor medida de las condiciones locales en detrimento de las globales.
En este sentido, señala que la temporada de polen podría alargarse aún más si cabe y ser más variable durante sus últimos coletazos debido a la llegada de pólenes de otras partes del mundo. De hecho, comenta que es posible que se experimenten cargas adicionales de polen durante la noche debido a este transporte.
En cualquier caso, y debido a la novedad del estudio y las dificultades para medir la procedencia de los pólenes, señala que es necesario seguir investigando al respecto, aunque dejando claro que, a medida que el cambio climático avance, las alergias se volverán más comunes incluso antes de la llegada de la primera.
