El calentamiento global y una meteorología extrema acabarán con parte de los recursos del planeta, dejarán hambrunas, conflictividad social y política, agravará la agresividad de los humanos e incrementará hasta en un 26% los conflictos armados y el crimen



Un clima extremo impulsado por la crisis climática genera daños económicos enormes. Disminuye la producción agrícola y ganadera; escasean los alimentos, hay hambruna y se intensifica la desigualdad entre grupos sociales. Todos estos factores provocan una escalada de tensión que puede desembocar en conflictos violentos y corrupción.
Un nuevo informe de Naciones Unidas vaticina que los cambios ambientales podrían arrastrar a la pobreza a más de 120 millones de personas hacia el año 2030. Una situación en la que los ricos pagarán por escapar del aumento del calor, el hambre y el conflicto mientras el resto del mundo los sufrirá.
Según un estudio, liderado por la Universidad de Stanford (EEUU) y publicado en la revista Nature , la intensificación de la crisis climática aumentará el riesgo futuro de conflictos armados violentos dentro de los países.
El estudio estima que en un escenario con cuatro grados centígrados más de temperatura media, el impacto del clima en los conflictos aumentará más de cinco veces, con un 26% de probabilidad.
Incluso en un escenario de dos grados centígrados de calentamiento (el objetivo declarado del Acuerdo Climático de París), la influencia del clima en los conflictos sería más del doble, con una probabilidad del 13%.
El 40% de los conflictos armados internos en los últimos 60 años han estado vinculados a recursos naturales
El cambio climático y las situaciones derivadas del calentamiento global ya está causando alguna guerra y conflictos armados en varios puntos del planeta.
Según, el Índice de Fragilidad de los Estados, realizado por el Fondo para la Paz, en países como Etiopía, Sudán, Kenia o Somalia, existe una clara vinculación entre las consecuencias del cambio climático y los conflictos entre diferentes colectivos sociales, como agricultores y ganaderos. Todos ellos motivados principalmente por las sequías, los recursos hídricos, la falta de alimento o las migraciones poblacionales.
En este sentido Naciones Unidas ya ha alertado de que el cambio climático puede aumentar el riesgo de guerras por el control de recursos naturales y ha pedido a los países más proyectos de cooperación en este ámbito.
«La explotación de recursos naturales, o la competencia por ellos, puede y lleva a conflictos violentos. Prevenirlos, gestionarlos y resolverlos es uno de los mayores y crecientes desafíos de nuestro tiempo», señaló el pasado mes de octubre el entonces Secretario General de la ONU , Antonio Guterres al Consejo de Seguridad.
Por ello, el jefe de la ONU ha animado animó a los países a convertir los recursos naturales precisamente en un elemento de cooperación, poniendo como ejemplo varios proyectos en marcha alrededor del mundo.
Entre ellos citó la colaboración entre Bolivia y Perú en el lago Titicaca o los acuerdos para la gestión del agua entre España y Portugal.
Guterres intervino en un debate del Consejo de Seguridad sobre el papel que la lucha por los recursos naturales tiene en el inicio de conflictos armados, una sesión impulsada por Bolivia, que este mes preside el órgano.
El embajador boliviano, Sacha Llorenti, denunció las frecuentes luchas por el acceso a petróleo, gas, agua o minerales, y recordó que detrás de ellas suelen estar «corporaciones multinacionales o intereses extranjeros».
El cambio climático está detrás de más desplazamientos que las guerras
Los expertos creen que los daños que el Cambio Climático causa a los ecosistemas, y la competencia que como resultado se establecerá por el acceso a los recursos naturales, podrán actuar, de manera cada vez mayor, como detonantes de guerras y otros conflictos en el futuro.
Los cambios medioambientales provocados por el calentamiento global no sólo afectan a las condiciones en que deben vivir las personas de cada zona, sino que pueden a su vez generar efectos sociales mayores, amenazando las infraestructuras de la sociedad o induciendo respuestas sociales que agraven el problema.
La tensión socioeconómica y política asociada puede minar el funcionamiento de las comunidades, la eficacia de las instituciones, y la estabilidad de las estructuras sociales. Estas condiciones degradadas pueden conducir a disturbios sociales, sobre todo en países en los que exista una gran brecha económica entre ricos y pobres, e incluso degenerar en un conflicto armado.


Según el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos, en 2018 se registraron 17 millones de nuevos desplazamientos relacionados con desastres naturales y con los efectos del cambio climático, mientras que otro informe elaborado por el Banco Mundial asegura que el cambio climático expulsará de sus hogares a 140 millones de personas en los próximos 30 años.
En una revisión de estudios publicada más recientemente en la revista Annual Review of Economcis, los investigadores concluyeron que las variaciones de temperaturas y de patrones de precipitación aumentan sistemáticamente el riesgo de conflicto.
En conclusión, asegura Wesselbaum, «el cambio climático hará que algunas zonas sean sencillamente insostenibles».
Existen estudios que demuestran que cuando se producen ciertos efectos meteorológicos, como la aparición de vientos secos y cálidos que se dan en algunas regiones, estos producen un desequilibrio en los iones del cuerpo, cosa que acaba suponiendo un desequilibrio emocional y físico.
Autores como Adolfe Quételet, padre de la criminología, André-Michel Guerry y Émile Durkheim realizaron estudios sobre el impacto que pueden tener el clima y los fenómenos meteorológicos en la agresividad y en los índices de criminalidad.
En este sentido Quetelet observó que el calor del verano provoca más irritabilidad y agresividad en las personas, entre otros fenómenos, cosa que le permitió postular sus leyes térmicas de la delincuencia y afirmar que los delitos contra las personas eran más habituales en verano.
El matemático belga determinó que el calor incrementaba los delitos contra las personas (asesinatos, violaciones, reyertas…) mientras que con el frío aumentaban los delitos contra la propiedad (robos).
El efecto Foehn
El efecto Foehn es un fenómeno meteorológico de los Alpes. Es un viento muy característico que sube y que cuando baja es muy caliente. Llega a alcanzar los 150 kilómetros por hora.
El viento caliente puede ser beneficioso pero si se está mucho tiempo bajo su efecto puede provocar también insomnio, agotamiento e incluso agresividades.


En Suecia está regulado por ley y es uno de los atenuantes en casos de homicidio.
En países como España, Italia y Grecia «hay un riesgo más alto de probabilidad de desarrollar altos índices de agresividad», afirma el psicólogo forense Bernat Noel Tifon. En los países nórdicos es más difícil que esto suceda, y por eso algunos Estados contemplan allí en sus leyes atenuantes teniendo en cuenta la temperatura ambiental.
Si el calor «empuja» a cometer más asesinatos, ¿el cambio climático incidirá en la criminalidad? Según un estudio de «Proceedings of the National Academy of Sciences» publicado en 2016, las olas de calor son uno de los factores que aumentan el riesgo de un estallido bélico. Un dato: la mayoría de los conflictos armados estallaron en meses de calor.
