La pandemia acelera la transición energética con el cierre de plantas contaminantes

La pandemia acelera la transición energética con el cierre de plantas contaminantes

La pandemia de Covid-19 ha provocado que las centrales basadas en energías fósiles más antiguas se retiren antes, empujando al sector energético a un futuro más sostenible, lo que puede suponer un «salto de 10 años» en la aplicación de compromisos ambientales


La pandemia de coronavirus ha alterado el mapa de la energía. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), este año 2020 será testigo de una caída nunca vista tanto en la inversión en energía como en el gasto de los consumidores. Aunque existe el riesgo de que la crisis económica socave en parte los esfuerzos para invertir en un sector eléctrico seguro y sostenible, el coronavirus también está acelerando el cierre por falta de rentabilidad de antiguas centrales eléctricas y refinerías alimentadas con combustibles fósiles. Una tendencia que podría suponer un «salto de 10 años» en la aplicación de los compromisos ambientales para lograr la transición energética, según expertos del sector.

La IEA acaba de publicar su informe anual World Energy Investment, un documento en el que generalmente se analizan las tendencias actuales el sector de la energía. Sin embargo, ante la excepcionales circunstancias de este año, la agencia ha decidido ir más allá en su análisis y estima también el impacto que tendrá la crisis económica en la inversión en energía. Los cálculos de la propia IEA apuntaban a comienzos de año a que el sector crecería alrededor de un 2%, pero la COVID-19 ha cambiado por completo el panorama: la caída estimada es del 20%, es decir, casi 400.000 millones de dólares.

Para los autores del informe es evidente que el mundo entero se va a enfrentar a una recesión en 2020, que en el sector energético se traducirá en una reducción de la inversión en energía. Esto se debe a que «casi toda» la actividad de inversión ha sido interrumpida por las medidas de confinamiento tomadas en una mayoría de los países del planeta, que ha tenido como resultado importantes restricciones al movimiento de personas, bienes y equipos.

Sin embargo, lo que más ha impactado en el sector es la gran disminución de los ingresos debido a la caída de la demanda y los precios, una situación que ilustra a la perfección los difíciles meses que ha sufrido el sector petrolero. En general, la IEA asegura que el análisis de los datos disponibles hasta mediados de abril ya sugiere que los países que han cerrado por completo sus economías han visto caer la demanda de energía en más de un 25%. En consecuencia, estiman que estos factores, combinados con un aumento en los casos de personas que no pagan sus facturas de energía, han supuesto que los ingresos para los gobiernos y la industria caigan más de 1 billón de dólares este año.

Por supuesto, esto también tiene efectos secundarios positivos. El mes pasado, la misma agencia estimó que la caída en la demanda y producción de energía hará que las emisiones de CO2 caigan en torno a un 8% este año, una cifra que, de confirmarse, supondría la mayor reducción jamás registrada.

La transición energética se acelera

En el sector energético, al igual que en otras industrias intensivas en tecnología, la infraestructura energética debe ir renovándose según va quedando amortizada, lo que implica la retirada de ciertas inversiones de gran longevidad que se reemplazan con nuevos equipos. Por lo general, las tecnologías de reemplazo serán más limpias y eficientes, aunque a veces hay excepciones a esta norma, como la construcción en China de nuevas centrales térmicas de carbón.

Según la IEA, se espera que la crisis del coronavirus tenga un fuerte impacto en el aumento de esta tasa de rotación. De hecho, ya está contribuyendo al retiro de algunas de las plantas e instalaciones de energía más antiguas: la recesión económica y el exceso de capacidad productiva en algunas áreas, a medida que la demanda general cae en picado, son los principales motivos. El efecto se nota sobre todo en las centrales que funcionan con gas, petróleo o carbón, que han sufrido cierres que afectan hasta un 5% de la producción mundial.

Sin embargo, la agencia advierte del riesgo de que algunos gobiernos, sobre todo en países con menor capacidad económica, podrían responder a la pandemia invirtiendo poco en nuevas tecnologías y continuando con su dependencia de tecnologías ineficientes y antiguas como el carbón. Para evitar este escenario, los responsables políticos deberían «combinar la recuperación económica con los objetivos energéticos y climáticos«.

En cualquier caso, el mayor riesgo es el de caer en la autocomplacencia. El propio director ejecutivo de la IEA, el doctor Fatih Birol, ha asegurado a través de un comunicado que, si bien la pandemia ha reducido las emisiones, ha sido «por todos los motivos equivocados». En vez de ser la consecuencia de una estrategia planificada, ha sido motivada por un choque exógeno que no ha implicado por el momento un cambio de planes efectivo a nivel mundial en la ambición para luchar contra el cambio climático. Birol cree que la integración de las «preocupaciones de energía y sostenibilidad en la recuperación será crítica».

Sobre todo, porque la energía limpia también se verá afectada por la crisis del coronavirus. La IEA estima que la inversión disminuirá en torno a un 10%, aunque la mayor caída del gasto en energías fósiles hará que la cuota de energía limpia se acerque por primera vez a las dos quintas partes del gasto total. Sin embargo, en términos absolutos, el gasto en estas tecnologías está «muy por debajo de los niveles» necesarios para acelerar la transición energética para que se cumpla el Acuerdo de París.

Un salto de diez años

Sin embargo, más allá de los datos poco esperanzadores sobre la caída de la inversión en energía este 2020, el sector se muestra optimista sobre el futuro y ven la pandemia de coronavirus como una oportunidad sin precedentes para impulsar las energía sostenibles y renovables. Según una análisis realizado por expertos del sector energético en Europa, la crisis del coronavirus ha supuesto «un salto de 10 años» en la aplicación de los compromisos medioambientales de la comunidad internacional.

En unos meses en los que el 65% de los españoles se ha concienciado sobre la incidencia del cambio climático en la pandemia, las empresas energéticas Naturgy, Ferrovial, Kaiserwetter, The Climate Reality Project Europe, ALDRO Energía y APPA Renovables han destacado en un webinar conjunto que la cooperación entre países, la aplicación de tecnologías como la IA, la analítica preventiva de datos al servicio del cliente y el empoderamiento de la ciudadanía, serán la clave para el cambio de modelo energético.

Aunque estos expertos en energía admiten que la caída del precio del petróleo y el descenso de la demanda energética ha frenado la inversión en energías renovables durante el primer periodo de la crisis, confían en que la actuación política consiga revertir esta tendencia. Según ellos, una mayor cooperación entre instituciones públicas y privadas es clave para impedir que se frene la transición energética, que necesitará de un refuerzo de la agenda verde y una mayor apuesta por la tecnología.

La pandemia de la COVID-19 ha creado muchas incertidumbres nuevas para la energía, pero las renovables siguen conservado su posición en el centro de las estrategias y visiones para el futuro. En cualquier caso, sigue siendo necesario movilizar una gran inversión para hacer realidad estas visiones y lograr una transición energética rápida, una responsabilidad que recae en los gobiernos, ya que no solo es necesario utilizar sus recursos de manera efectiva sino que también deben proporcionar la claridad a largo plazo que buscan los inversores.



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