El cambio climático está impulsando la aparición de fenómenos extremos y, a su vez, elevando sus costes. Un estudio demuestra por primera vez que las alteraciones del clima fueron responsables del 36% de los costes derivados por las inundaciones



Gente con trineos tirados por perros en pleno Delicias, iglús improvisados en parques e, incluso, multitudinarias guerras de bolas de nieve en Callao fueron algunas de inusuales estampas que dejó el temporal Filomena a su paso España, concretamente en Madrid, donde no se había visto la nieve desde hace casi una década.
Sin embargo, mientras el centro y norte peninsular se decoró con un manto gélido de 20 centímetros de espesor de media, el sur del país asistió atónito a una imagen totalmente contraria, donde el blanco de la nieve se sustituyó por los colores más oscuros propios de las inundaciones y riadas que provocó el temporal.
En Estepona, por ejemplo, los pluviómetros de la Agencia estatal de Meteorología (Aemet) registraron un récord de precipitación acumulada de 327 litros por metro cuadrado en tres días. Esta cifra supone el 60% de la precipitación anual que se documenta de media en la provincia de Málaga (534 l/m2).


Fue precisamente en esa misma provincia donde más cebó el temporal ya que los medios locales aseguran que “el balance de daños de Málaga copó la mitad de todas las incidencias en Andalucía”, la mayoría debidas a inundaciones, como la que provocó el desbordamiento del río Fuengirola.
Inundaciones que, aunque parezcan hechos atípicos provocados por el temporal, son en realidad una norma que parece asentarse con cada vez más fuerza en Andalucía, Levante y en otras muchas regiones de nuestro país y el mundo como consecuencia de la influencia del cambio climático sobre el sistema climático global.
De hecho, durante los últimos 500 años, las inundaciones no han parado de sucederse en nuestro continente, sobre todo en los últimos 20 años, momento en el que se han registrado algunas de las más potentes y, por supuesto, más costosas. Solo la DANA que azotó el levante peninsular en septiembre del 2019 causó daños valorados en más de 1.000 millones de euros, siendo uno de los desastres más costosos a nivel mundial durante el 2019.
En este sentido, a pesar de que existe un consenso generalizado en relacionar aumento y violencia de las precipitaciones con el cambio climático, era difícil afirmar si realmente todos esos costes registrados se relacionan directamente con el cambio climático al entrar en juego otros factores socioeconómicos, como el valor de las propiedades o el incremento de la población, a la hora de calcular los índices.


“No hay duda de que las precipitaciones han aumentado en muchas regiones del mundo en respuesta al calentamiento del planeta. Sin embargo, aún no existe una evidencia sólida que vincule los cambios en las precipitaciones con el aumento histórico observado en las pérdidas por inundaciones”, señala Frances V. Davenport, miembro de la Universidad de Stanford.
En un esfuerzo por cerrar esta brecha, Frances Davenport y su equipo comenzaron a analizar diversos datos climáticos y socioeconómicos con mayor resolución para posteriormente, con ayuda de metodología económica avanzada, cuantificar la relación entre las variaciones históricas de precipitación y los costes históricos de las inundaciones.
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«Estudios anteriores han analizado las piezas de este rompecabezas, pero esta es la primera vez que se combina un análisis económico riguroso de las relaciones históricas entre el clima y los costes de las inundaciones con un análisis riguroso de fenómenos extremos”, comenta Noah Diffenbaugh, autor principal del estudio y miembro de la Universidad de Stanford.
«Al unir todas esas piezas, este marco proporciona una cuantificación novedosa no solo de cuánto han contribuido los cambios históricos en las precipitaciones a los costes de las inundaciones, sino también de cómo los gases de efecto invernadero influyen en este tipo de fenómenos extremos”, añade el experto.
Aplicando este marco, el equipo de científicos descubrió que, cuando se totalizan todos los estados de forma individual, los cambios en las precipitaciones representaron el 36% de los costes de las inundaciones en Estados Unidos entre el 1988 y el 2017.
“Lo que encontramos fue que, incluso en los estados donde la precipitación media a largo plazo no ha cambiado, en la mayoría de los casos los eventos más húmedos se intensificaron, aumentando así los daños financieros en relación a si estos fenómenos extremos no se hubieran exacerbado”, argumenta Noah Diffenbaugh.
Los autores imaginan que su enfoque se aplicará a diferentes peligros naturales, a los impactos climáticos en diferentes sectores de la economía y a otras regiones del mundo para ayudar a comprender los costos y beneficios de las acciones de mitigación y adaptación climática.
“Este marco que hemos desarrollado proporciona una base objetiva para estimar lo que costará adaptarse al cambio climático continuo y el valor económico de evitar niveles más altos de calentamiento global en el futuro», concluye Noah Diffenbaugh.