La menor cantidad de contaminación durante el cese de actividad de 2020 redujo la probabilidad de que se originasen rayos durante las tormentas a escala global en un 8%, según un estudio presentado por la Geophysical Research Letters



La cuarentena de 2020 o el cese de actividad debido a la pandemia trajo una oportunidad brillante para los investigadores afanados en saber qué ocurriría si, de repente, la humanidad se parase en seco. Para ellos, aquella cuarenta sirvió de prueba para demostrar lo que estábamos haciendo con el planeta y que nuestra presencia no estaba sino cambiando las reglas del juego global.
Lo más obvio que demostraron fue que las emisiones de gases de efecto invernadero se estaban reduciendo, y con ellas la contaminación en los núcleos urbanos. También la calidad del agua y del medio que nos rodeaba aumentó, quedando en el recuerdo las imágenes del agua transparente en los canales de Venecia o esas donde los animales comenzaban a conquistar los espacios más humanizados.
Ahora, un nuevo estudio publicado en un evento de la revista Geophysical Research Letters demuestra que las dimensiones de esos impactos pueden rebasar límites impensables y que, más allá de reducir la contaminación, la cuarentena pudo incluso reducir la actividad global de los rayos.Yakun Liu, investigador meteorológico del Instituto de Tecnología de Massachusetts, esto es porque una menor contaminación es sinónimo de una menor cantidad de partículas microscópicas que nublan el cielo y que sirven como puntos de nucleación para las gotas de agua y los cristales de hielo. Menos cristales de hielo diminutos en las nubes significa menos colisiones de cristales, lo que Liu y otros investigadores creían que era una de las formas en que las tormentas generan cargas eléctricas que provocan rayos.
El período de bloqueo de tres meses de marzo a mayo de 2020 demostró ser una oportunidad valiosa para probar esta idea mediante el estudio de datos globales sobre rayos y aerosoles. Para ello, acudieron a los datos de la a Red Global de Detección de Rayos (GLD 360) y la Red Mundial de Localización de Rayos (WWLLN) para medir los rayos y a los datos satelitales para ver los niveles de contaminación.
Al comparar los años 2018 a 2021, temporada tras temporada, los investigadores encontraron una caída significativa en rayos y aerosoles en la mayoría de los lugares durante el bloqueo, así como una disminución significativa en la actividad de rayos en todo el mundo. En concreto, la investigación apunta a una reducción del 8% en la actividad de rayos global.
«Cuando COVID-19 provocó cierres, hubo una reducción de la contaminación en todas partes», declara Yakun Liu, que, en contraste, señala que la actividad de los incendios en Australia hizo incrementar la actividad de rayos sobre el mar de Tasmania en un 270% por el exceso de partículas.
El efecto de los rayos sobre el océano es especialmente revelador, dijo Liu, porque el océano es plano y menos variable en temperatura, por lo que es menos probable que influya en cómo se forman o se comportan las nubes de tormenta. Eso permite que los efectos de los aerosoles en esta actividad destaquen.
