La perdida de agua por factores antropogénicos altera el eje de la Tierra

La perdida de agua por factores antropogénicos altera el eje de la Tierra

Un nuevo estudio apunta que la pérdida de hielo y la redistribución de agua en el mundo fueron los desencadenantes de una alteración de la deriva del eje de la Tierra a mediados de la década de los 90 y que este está causando un aumento de 17 veces de la velocidad de la deriva


Nuestro planeta, como cualquier otro astro, está sometido a movimientos de distinta categoría. Uno de ellos, el de rotación, consiste en una oscilación realizada alrededor de un eje que corta la superficie del planeta en dos puntos llamados denominados polos.

Se trata de un giro de oeste a este que puede verse afectado por distintos factores, del mismo modo que una peonza: si se mueve el peso de una peonza, la peonza comenzaría a inclinarse y a tambalearse a medida que cambia su eje de rotación. Lo mismo le sucede a la Tierra cuando el peso se desplaza de un área a otra, dando a entender que el polo norte y sur no son lugares estáticos, sino que pueden verse alterados.

Los terremotos, por ejemplo, son uno de esos factores, al igual que alteraciones en el hierro fundido que se encuentra en el centro de nuestro planeta. Ahora, un grupo de científicos cree haber descubierto que el derretimiento de los glaciares redistribuyó suficiente agua para hacer que la dirección del desplazamiento polar girara y se acelerara hacia el este a mediados de la década de 1990.

“El derretimiento más rápido del hielo bajo el calentamiento global fue la causa más probable del cambio de dirección de la deriva polar en la década de 1990”, señala Shanshan Deng, estudiante de doctorado en el Instituto de Ciencias Geográficas e Investigación de Recursos Naturales de la Academia de Ciencias de China, y autor principal del nuevo estudio.

Los colores marcan las zonas que han sufrido mayores tasas de descongelación | Foto: Geophysical Research Letters

Para llegar a estas conclusiones, los científicos hicieron uso de los datos del Experimento Climático y de Recuperación de Gravedad (GRACE) del 2002, una misión conjunta de la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán que recopiló información sobre cómo se distribuye la masa de hielo alrededor del planeta midiendo cambios desiguales en la gravedad en diferentes puntos.

Los autores del nuevo estudio creían que esta pérdida de agua en la tierra contribuyó a los cambios en la deriva polar en las últimas dos décadas al cambiar la forma en que se distribuye la masa en todo el mundo. En particular, querían ver si también podía explicar los cambios que ocurrieron a mediados de la década de 1990.

Además, utilizando datos sobre la pérdida de glaciares y estimaciones del bombeo de agua subterránea, calcularon cómo cambió el agua almacenada en la tierra. Con todo ello, descubrieron que las contribuciones de la pérdida de agua de las regiones polares es el principal impulsor de la deriva polar, con contribuciones de la pérdida de agua en las regiones no polares.

En conjunto, toda esta pérdida de agua explicó el cambio hacia el este en la deriva polar en el año 1995 y el aumento de 17 veces de la velocidad media de deriva de 1995 a 2020 con respecto al promedio registrado entre 1981 a 1995.

«Creo que este estudio aporta una evidencia interesante a esta pregunta. Te dice la fuerza de este cambio de masa; es tan grande que puede cambiar el eje de la Tierra», señala Vincent Humphrey, un científico del clima de la Universidad de Zurich que no participó en esta investigación.

Humphrey subraya que el cambio en el eje de la Tierra no es lo suficientemente grande como para afectar la vida diaria y que solo podría alterar la duración del día que experimentamos, pero solo en milisegundos.

No obstante, Shanshan Deng advierte que el derretimiento más rápido del hielo no pudo explicar por completo el cambio. Si bien no analizaron este caso a fondo, especularon que la pequeña brecha podría deberse a actividades relacionadas con el almacenamiento de agua terrestre en regiones no polares, como el bombeo insostenible de agua subterránea para la agricultura.

Humphrey comenta que esta evidencia revela cuánto la actividad humana directa puede tener un impacto en los cambios en la masa de agua en la tierra.



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