El cambio climático es un fenómeno evidente, que empezamos ya a ver desarrollarse ante nuestros ojos, y en cuyo origen humano coinciden la mayoría de los científicos. No obstante, todavía hay voces que lo ponen en cuestión o lanzan teorías que refutan o ponen en duda algunas de la conclusiones de la comunidad científica.
Una de ellas, que ha dado que hablar durante largos años a los negacionistas del cambio climático y que se ha puesto de actualidad en ciertos círculos recientemente, es que la actividad del Sol, que cambia en ciclos de varios años, podría provocar en breve un efecto contrario al calentamiento. Según algunos, un descenso en la intensidad de la energía que nuestra estrella proyecta hacia la Tierra podría provocar en breve un periodo de enfriamiento.
La NASA ha querido salir al paso de estos comentarios para aclarar que no se va a producir una inminente Edad de Hielo o «mini edad de hielo» causada por una reducción esperada en la producción de energía del Sol en las próximas décadas.
A lo largo de su vida, explica la NASA, el Sol experimenta naturalmente cambios en la producción de energía. Algunos de estos ocurren durante un período normal de 11 años de pico, en los que pueden observarse muchas manchas solares, y otros de baja actividad, con menos manchas solares. Estos ciclos son bastante predecibles para los astrónomos.


Pero de vez en cuando, el Sol se vuelve más pausado, experimenta muchas menos manchas solares y emite menos energía. Esto se denomina por los científicos como un Gran Mínimo Solar, y ya hemos tenido oportunidad de verlo a lo largo de la historia humana.
Cabe recordar que el Sol tiene una historia de 4.600 millones de años y que la presencia del Homo sapiens sobre el planeta apenas supera los 150.000 años. Si la historia de nuestro sistema solar fuera un año, nuestra especie ha aterrizado en el último minuto del último día del año.
La Pequeña Edad de Hielo en Europa
La última vez que experimentamos fue un mínimo solar fue a mediado del segundo milenio después de Cristo. Desde finales del siglo XV y hasta comienzos del XIX, las temperaturas fueron más bajas de lo habitual, especialmente en el hemisferio norte, lo que provocó inviernos muy crudos en Europa y un aumento de la superficie de los glaciares de montaña como los Pirineos y los Alpes.
Son muchos los testimonios de la época que señalan este endurecimiento de las temperaturas, que afectó a la vida diaria y a las cosechas y alimentó cambios políticos y sociales en la Europa de la época.
También quedó retratado en obras de arte de la época y en la memoria de muchas generaciones. Ciertos paisajes helados pintados por los miniaturistas flamencos presentan unos paisajes gélidos que no hemos vuelto a ver desde entonces. En el caso de España, por ejemplo, desde finales del siglo XIX nuestras montañas han ido perdiendo la masa de nieve perpetua excepcionalmente acumulada durante la Pequeña Edad de Hielo. Y el cambio climático acelerado desde finales del siglo XX ha acelerado este proceso.
El libro La pequeña edad de hielo, del antropólogo Brian Fagan (Gedisa, 2008), explica de forma exhaustiva y divulgativa hasta qué punto influyó el clima en la historia reciente de nuestro continente.
No es suficiente cambio
Según señala Europa Press, algunos científicos han sugerido que la magnitud relativamente pequeña del último ciclo solar presagia un nuevo Gran Mínimo Solar en las próximas décadas. En relación a su efecto en términos de forzamiento climático, un factor que podría impulsar el clima en una dirección particular, los científicos solares estiman que sería de aproximadamente -0.1 W / m2, el mismo impacto de aproximadamente tres años de crecimiento actual de la concentración de dióxido de carbono (CO2).


Por lo tanto, un nuevo Gran Mínimo Solar solo serviría para compensar unos pocos años de calentamiento causado por las actividades humanas, precisa la NASA. ¿Qué significa esto?
Según la entidad científica estadounidense, el calentamiento provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero debido a la combustión de energías fósiles es seis veces superior al posible enfriamiento que podría generarse durante décadas de un mínimo solar que afectara al planeta.
De hecho, aunque un Gran Mínimo Solar durara un siglo, las temperaturas globales continuarían calentándose por efecto de los gases de efecto invernadero acumuladas en nuestro sistema atmosférico.
