El medio ambiente acude hoy también a las urnas en EEUU

El medio ambiente acude hoy también a las urnas en EEUU

Las elecciones en EEUU que se celebran hoy son en cierto sentido un plebiscito sobre política ambiental. Hay en juego elegir entre la agenda del republicano Trump, que niega el cambio climático y ha derogado decenas de leyes de protección de la naturaleza, y el demócrata Joe Biden, que ha prometido invertir dos billones de dólares para impulsar el empleo y la transición verde del país

Pedro Cáceres | Director adjunto
Madrid | 3 noviembre, 2020

Tiempo de lectura: 7 min



Este martes 3 de noviembre se celebran elecciones en EEUU, y concurren dos candidatos que no pueden ser más opuestos en su agenda ambiental. Trump ha dejado claro en cuatro años de mandato que el medio ambiente no forma parte de sus preocupaciones.

Tras pasar toda su vida negando el cambio climático, lo demostró desde la Casa Blanca iniciando en noviembre del año pasado el proceso formal para retirar a su país del Acuerdo de París que su predecesor Obama había firmado e impulsado en 2015.

Además, durante su legislatura, ha reducido o eliminado 74 regulaciones ambientales, como las referidas a la contaminación del aire o el agua, rebajando también las exigencias de emisiones de gases para los vehículos o aligerando los estándares de seguridad para los yacimientos marinos de hidrocarburos.

No hay que olvidar que en su campaña de 2016, Trump siguió el espíritu del famoso lema ideado por los republicanos en 2008 y que ya usara entonces la candidata Sarah Palin: “Drill baby, drill”. Que significa literalmente, “perfora, chico, perfora”. Era su manera de apoyar la industria y de afirmar que él no iba a parar las prospecciones de petróleo ni la extracción de carbón.

Estados Unidos
Donald Trump sostiene un cartel que dice ‘A Trump le gusta el carbón’ en un mitin en Pennsylvania en 2016.

Por su parte, Joe Biden ha presentado durante la campaña un plan propio, titulado Build Back Better, con el que promete invertir dos billones de dólares en la reconstrucción económica pos-coronavirus y hacerlo de manera sostenible y eliminando las emisiones de carbono para 2050.

No obstante, Biden no se presenta con una agenda radical por el medio ambiente. Ofrece sin duda un programa más enfocado en la sostenibilidad que el pleistocénico Trump, pero sin plantear revoluciones verdes.

Durante la campaña, Biden ha dejado claro, por ejemplo, que su plan no coincide con el llamado Green New Deal, una propuesta mucho más atrevida promovida por el ala izquierdista del Partido Demócrata y que él no ha querido hacer suya, muy posiblemente por cálculo electoral.

Porque hay que tener en cuenta que el medio ambiente en EEUU es un arma masiva de destrucción de expectativas electorales.

El medio ambiente, arma política

El cambio climático y el medio ambiente no son una preocupación transversal en EEUU. A diferencia de España, donde numerosas encuestas señalan que las posiciones personales respecto al cambio climático no varían mucho entre votantes de unas y otras opciones políticas, en EEUU los posicionamientos respecto al clima sí son una cuestión claramente influida por la posición republicana o demócrata del ciudadano.

El clima no tiene ideología en España

 La preocupación por el cambio climático y el ecologismo se identifican tradicionalmente con ideologías de izquierdas. Sin embargo, un estudio del Real Instituto Elcano demuestra que la preocupación por el calentamiento global es transversal a toda la población española.

A finales de 2019 se publicaba el estudio Los españoles ante el cambio climático. Sus resultados son rotundos: una gran mayoría de la población considera que la subida de las temperaturas a nivel global es la mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo. Solo un 3% de la población española duda de la existencia del cambio climático y hay un acuerdo casi unánime respecto al origen humano del calentamiento global. El estudio indicaba que apenas es relevante el hecho de ser de izquierdas o derechas para aceptar el hecho del calentamiento global.

En Estados Unidos, el interés por el cambio climático tiene un gran sesgo partidista. Una encuesta de Pew Research Center mostraba que el 88% de los votantes demócratas consideran el cambio climático una “importante amenaza”. Es una proporción casi tres veces mayor que entre los votantes republicanos (31%).

Por ese motivo, el clima y el medio ambiente son cuestiones por las que los dos candidatos, especialmente Biden, han pasado relativamente de puntillas. No hay que olvidar que el sistema electoral estadounidense da absoluta importancia a la obtención de mayorías en cada uno de los estados.

Hay feudos claramente significados hacia la opción demócrata o republicana donde los candidatos ni siquiera se molestan en hacer campaña porque saben que el esfuerzo es en vano. Y, sin embargo, concentran las energías y los recursos en aquellos estados dudosos que pueden decantar la partida.

En algunos de ellos, el medio ambiente es totalmente delicado y … peligroso. Como una bomba de relojería. Es el caso de Virginia Occidental, un estado situado en el corazón minero de los montes Apalaches. Durante décadas fue un bastión demócrata porque la clase obrera se identificaba con el partido.

En 1992 Clinton ganó a George H. W. Bush por 16 puntos. Pero en 2016 Trump venció a Hillary Clinton por 40. Lo ocurrido entre medias tiene que ver con los programas verdes presentados por los demócratas. Al Gore se presentó en 2000 a la Casa Blanca, y perdió, vendiendo el cierre de minas entre otras propuestas verdes y atrevidas. Después, Obama propuso recortar las emisiones del país un 30%, lo que suponía por tanto apagar también la actividad minera.

La consecuencia fue clara: los virginianos votaron en masa por Trump en 2016.

¿Y qué va a pasar en 2020? Pues precisamente algo similar. Sucede que ahora mismo la batalla electoral se decide en media docena de estados indecisos que suman más de 100 votos electorales, es decir, el 20% del total de apoyos necesarios para sentarse en el Despacho Oval. Uno de ellos no es nada menos que Pennsylvania, un gemelo de Virginia, en el corazón carbonífero de los Apalaches.

«Biden, el candidato más verde, se juega las elecciones en Pennsylvania, su propia casa, territorio minero y del carbón, y no puede acudir allí ofreciendo un discurso verde porque perdería»

Es el Estado natal de Joe Biden, y debería ser su feudo, como lo fue siempre de los demócratas. Pero en 2016 se pasó a los republicanos, algo que no ocurría desde 1988, precisamente por la tendencia descrita del miedo de una región minera a perder empleos.

De modo que Biden, el candidato más verde, se juega las elecciones en Pennsylvania, su propia casa, y no puede acudir allí ofreciendo un discurso verde porque perdería. Como se ve, la política y el medio ambiente en EEUU, no son cuestión de uno más uno, sino una cuestión de grises y de discursos cambiantes según el terreno que se pisa.

El plan de Biden

Como señalaba Argemino Barro en una crónica reciente en nuestro diario, el proyecto del candidato demócrata a la presidencia, incluye, entre otras medidas, elevar la generación de energía solar, que en la actualidad representa un 9% del consumo eléctrico en EEUU, reforzar puertos y carreteras contra los efectos del cambio climático, impulsar el desarrollo de tecnologías de almacenamiento de dióxido de carbono, extender el internet de alta velocidad y reemplazar los sistemas de tuberías de plomo.

En otras cuestiones ha sido más conservador: Biden mantendría la energía nuclear, no prohibiría las técnicas de extracción hidráulica de gas y petróleo, o fracking, ni se comprometería a investigar a las corporaciones energéticas por su rol en el calentamiento global.

Aun así, varias instituciones científicas y académicas y grupos de activistas han dado la bienvenida al plan, titulado Build Back Better (“reconstruir a mejor”). 

Debate electoral entre Trump y Biden celebrado el 22 de octubre de 2020 en Nashville. | Foto: Devi Bones

La presión de China

Las elecciones de EEUU, y el consiguiente plebiscito sobre el medio ambiente en el país, se celebran en un contexto internacional en el que China acaba de mover ficha.

El pasado 22 de septiembre, el presidente chino Xi Jinping anunciaba en la Asamblea General de Naciones Unidas que prepara un plan para alcanzar en el año 2060 la neutralidad de carbono. Todo un movimiento en el tablero de la política climática global del que es actualmente el país más contaminante del planeta y al que siempre se había reprochado que no se retratara.

Es cierto que la propuesta china tiene letra pequeña. Beijing se reserva el derecho a mantener el nivel de emisiones hasta 2030, para no dañar su actividad económica mientras prepara la transición energética para las siguientes décadas.

Pero sea como fuere, y letra pequeña aparte, el posicionamiento chino es una jugada maestra que deja a la política de Trump cada vez más enrocada en el inmovilismo. Además, China sabe que está en disposición de competir globalmente por los nuevos nichos de negocio que se abren con la transición energética. El gigante asiático es ya líder mundial en generación eléctrica con renovables, y tiene músculo productivo para exportar tecnología y equipos al resto del mundo, una carrera en la que las empresas de EEUU también participan, pero sin recibir señales claras por parte de su gobierno para redoblar la apuesta.

El movimiento chino ya ha generado cambios. El pasado 26 de octubre, el primer ministro nipón, Yoshihide Suga, anunciaba su compromiso de lograr que Japón, quinto país más contaminante del mundo, empiece a reducir emisiones de gases de efecto invernadero para alcanzar la neutralidad climática en 2050.

Y también la semana pasada Moon Jae-in, presidente de Corea del Sur, la undécima economía del mundo, hacía público que el país se compromete a alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2050.

EEUU, ante la encrucijada

Cuando faltaban pocos días para las elecciones de EEUU, los gigantes asiáticos estaban lanzado un mensaje claro al mundo. La carrera por la transición energética ya está en marcha y ahora toca tomar posiciones en los nuevos mercados de innovación tecnológica.

Con Asia y la UE remando hacia el horizonte de un 2050 sin emisiones, EEUU corre el peligro de quedarse anclado en discursos y tecnologías anticuados.

Lo que va a ocurrir a partir de ahora con el clima y el medio ambiente en EEUU lo sabremos en breve, esta noche mismo posiblemente. El último dato, conocido 24 horas antes de los comicios, señalaba que Biden saca 7,2 puntos en intención de voto a nivel nacional a Trump, según la media de distintos sondeos elaborada por la web de noticias políticas Real Clear Politics. Esa diferencia llega al 10% según las sumas elaboradas por la web especializada FiveThirtyEight.

Pero como se sabe, el resultado en Estados Unidos no depende de la media nacional, sino de la suma de mayorías en cada estado. En 2016, los sondeos daban a Clinton un 6% de diferencia. Sin embargo, el resultado fue el que conocemos. Trump se hizo con 306 votos electorales frente a los 232 de Hillary Clinton. Todo un baño electoral pese a que esta última le superó en votos totales en el país.

Todo un lío de plazos con el Acuerdo de París

Por azares del calendario, las elecciones del martes 3 de noviembre coinciden prácticamente con la fecha de ratificación de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático.

Donald Trump anunció hace un año, un 4 de noviembre, que su país renunciaba a seguir en ese pacto internacional. Pero las normas de la ONU dictan un periodo de tiempo, un año exacto, para hacer efectiva esa decisión. Y el plazo culmina precisamente, el miércoles 4 de noviembre de 2020.

De modo que este martes 3 de noviembre, EEUU puede tener un nuevo presidente, Biden, que puede encontrarse a la mañana siguiente con que su país queda fuera del Acuerdo de París. Biden ha dejado claro que su intención es volver al tratado. Pero no podrá hacerlo de forma inmediata. Las elecciones americanas se celebran un 3 de noviembre, pero el presidente no toma posesión efectiva hasta el 20 de enero del año siguiente.

Son los famosos 100 días de pato cojo que tiene el presidente saliente en la política estadounidense hasta que se sustancia su salida del cargo. De este modo, aunque Biden ganara hoy, no podría hacer un movimiento ejecutivo vinculante respecto al Acuerdo de París hasta enero de 2021.



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