Un grupo de científicos españoles ha diseñado un plan para abordar los impactos de la crisis climática sobre la salud de manera conjunta, y no individual como se ha venido haciendo hasta ahora. El Miteco ha tenido en cuenta este plan a la hora de elaborar su Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático



La crisis climática ya es una realidad. De hecho, sus consecuencias ya se están dejando ver en la salud de las personas, y no solo como resultado de los impactos de los fenómenos extremos, como las olas de calor, sino también por el exceso de contaminación o la llegada de patógenos a regiones.
Algunos gobiernos e instituciones han establecido sistemas de alerta temprana para actuar sobre los riesgos planteados por estas exposiciones, permitiendo la activación oportuna de planes de acción para minimizar los efectos sobre la salud.
Sin embargo, estos planes generalmente se activan individualmente, olvidando las posibles sinergias que pueden producirse entre unos y otros y que, en definitiva, pueden ser de utilidad para combatir estos efectos
Por este motivo, investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ENS-ISCIII), junto a técnicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Universidad Técnica de Dinamarca, han diseñado un plan para prevenir y minimizar los diferentes efectos en salud a los que se asocia el cambio climático, pero desde una forma conjunta.“Si los efectos del cambio climático en la salud son múltiples y se dan de forma conjunta, no tiene sentido abordarlos de forma individual”, sostienen Cristina Linares y Julio Díaz, científicos del ENS y principales autores de la investigación.
“Por ejemplo, un incremento de las temperaturas no solo genera un ambiente más cálido, sino también un aumento de las concentraciones de partículas materiales en la atmósfera (PM), los NO2 y el ozono. Por tanto, se trataría de un plan que integrase y diese respuesta a todos estos fenómenos de forma conjunta y no quedarse únicamente en los efectos de las olas de calor”, añaden.
El plan propuesto consta de cuatro fases. La primera la constituye un sistema de alerta temprana que, basándose en diferentes indicadores, serviría para detectar cuando se prevé que pueda producirse un evento con incidencia en la salud.
La segunda sería la de cuantificación del impacto esperado, es decir, con modelos previamente elaborados se cuantificaría qué impacto en morbimortalidad tiene el evento que ha producido la alerta.
La tercera se centraría en la actuación, para lo que se pondrían en marcha los diferentes planes para minimizar el impacto.
«En el caso de una ola de calor producida por entrada de polvo del Sáhara se activarían no sólo los planes en salud relativos al calor y las situaciones episódicas de contaminación, sino también medidas tendentes a la reducción de las emisiones del tráfico e industria para que disminuyan las concentraciones de contaminantes de origen antrópico en la atmósfera. Si se prevé que se produzcan incendios forestales se articularían así mismo las medias de actuación para su extinción», argumentan.
La cuarta y última fase es la de aprendizaje del sistema. En ella se compararían los impactos predichos en la fase dos con los que se han producido realmente y se valorarían cuáles han sido los puntos débiles del sistema de cara a incorporar mejoras tanto en los procesos de modelización de los impactos como en los de actuación.
Este tipo de planes son totalmente novedosos y, de momento, no han sido instaurados en ningún país, tal y como resaltan desde el ENS. No obstante, han recibido una buena acogida por parte de la OMS.
Cabe destacar que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ya ha tenido en cuenta este estudio en la elaboración del nuevo Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC, 2021-2030) y lo seguirá usando como base en la toma de decisiones en la materia.
