Los balances provisionales de la NASA señalan a que el 27 de marzo el Ártico alcanzó su séptima extensión del hielo marino más reducida durante el invierno. En concreto, el hielo abarcó 14.77 millones de kilómetros cuadrados



El Ártico se está calentando a un ritmo dos veces superior a la media, dando como resultado unos impactos sin precedentes que se dejan ver, sobre todo, en el hielo que lo caracteriza. Así pues, por ejemplo, el verano pasado el calor descongeló tanto hielo que su extensión se redujo casi a la mitad de lo habitual por esas fechas.
A pesar de la llegada de las gélidas temperaturas invernales, los estragos causados por el calor no pueden sanarse durante la estación fría y, por lo tanto, se siguen registrando extensiones de hielo marino que nada tienen que ver con el pasado.
Según el primer balance de hielo marino del invierno emitido por Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC, por sus siglas en inglés) de la NASA, este año se observó la séptima extensión más reducida de hielo marino invernal desde que se tienen registros. En concreto, las cifras hablan de un máximo el 21 de marzo de 14.77 millones de kilómetros cuadrados, 880,000 kilómetros cuadrados por debajo de la media de 1981 a 2010.
Asimismo, esta cifra se sitúa en 360,000 kilómetros cuadrados por encima de la extensión más reducida registrada el 7 de marzo del 2017, cuando los satélites observaron una superficie helada en invierno de 14.41 millones de kilómetros cuadrados. “Antes de 2019, las cuatro extensiones máximas más bajas ocurrieron de 2015 a 2018”, señalan desde el NSIDC.
La visualización de datos muestra la extensión del hielo, definida como el área total en la que la concentración de hielo es de al menos el 15%, en su máximo de 2021, que ocurrió el 21 de marzo. En este día, la extensión de la capa de hielo marino del Ártico alcanzó un máximo de 14,77 millones de kilómetros cuadrados | Video: NASA
Además de impulsar la desestabilización del clima mundial, la pérdida masiva de hielo marino también perjudica a los ecosistemas y a los animales que dependen de ellos para sobrevivir. Los osos polares, por ejemplo, se están viendo obligados a desplazarse cientos de kilómetros de sus lugares de caza habituales para encontrar un alimento que no pueden suplir con el que localizan dentro de los continentes, como lo arándanos o la basura que los humanos desechamos.
Los narvales, otra de las especies icónicas del Ártico, están cada vez más amenazadas por la presencia de las orcas que están viendo como el calor están convirtiendo a esta región en una nueva zona de caza.
“Es probable que la disminución de estas especies presagie la disminución de otros mamíferos marinos dependientes del hielo y algunas de sus principales presas, como el bacalao ártico que depende del zooplancton asociado al hielo marino. Las especializaciones fisiológicas de estos depredadores, ya sea que cacen en la parte superior o debajo del hielo marino, no son adecuadas para un Ártico que se calienta rápidamente”, señalaron los autores del estudio que analizaron el caso de esos dos animales.
La NASA prevé que para principios de abril se pueda publicar un informe más completo del estado del hielo marino del invierno en el que también se incluyan los datos por meses y este pico registrado en marzo.
