Un estudio asegura que los mercados deben tener en cuenta el riesgo de los fenómenos climáticos extremos como inundaciones, sequías o incendios en sus cálculos financieros, ya que la incapacidad de preverlos podría desencadenar una crisis económica «nunca vista»



No estamos preparados económicamente para las consencuencias del cambio climático. Los riesgos que suponen para los negocios fenómenos climáticos extremos como inundaciones, sequías, huracanes o incendios siguen sin estar contabilizados en los mercados financieros. Y sin conocer mejor esos peligros, los inversores, sobre todo en materia energética, solo pueden cruzar los dedos para que la próxima catástrofe climática no suponga una fuerte corrección de los mercados o incluso una crisis económica generalizada. Esta es la conclusión de un nuevo estudio académico publicado este lunes.
«Si el mercado no hace un mejor trabajo de contabilidad con el clima, podríamos tener una recesión nunca antes vista», asegura el profesor de Economía de la Universidad de California, Paul Griffin, que ha liderado el estudio. Publicado en la revista Nature Energy, el estudio tiene un mensaje central: hay demasiados «riesgos sin catalogar» en el mercado energético. «En este momento, las compañías de energía asumen gran parte de ese riesgo. El mercado necesita evaluar y factorizar mejor el riesgo de clima extremo en los precios de los valores «, explica Griffin.
Por ejemplo, las altas temperaturas, como las experimentadas en los Estados Unidos y Europa el verano pasado, pueden ser mortales para la economía. No solo interrumpen la agricultura, perjudican la salud humana y obstaculizan el crecimiento económico, sino que también pueden colapsar y obligar a cerrar grandes partes del suministro de energía, como ocurrió en el norte de California cuando la empresa PG&E cerró tuvo que apagar el tendido ante el riesgo que provocaban los incendios.
El clima extremo también puede amenazar otros servicios, como el suministro de agua y el transporte, que a su vez afecta a empresas, familias y ciudades y regiones enteras, a veces de forma permanente. Todo esto tensa las economías locales y regionales, pudiendo impactar gravemente en los mercados nacionales y mundiales en una espiral ascendente similar a la que desencadenó la crisis de 2008, aunque en ese caso todo comenzara en el mercado hipotecario estadounidense.
«A pesar de estos riesgos obvios, los inversores y los administradores de activos han sido notablemente lentos para conectar el riesgo climático físico con las valoraciones del mercado de la compañía», asegura Griffin en su artículo.
Negocios y desastres climáticos
«La pérdida de la propiedad es lo que ocupa todos los titulares cuando hay desastres climáticos, pero ¿cómo están lidiando con el tema las empresas? Las amenazas a las empresas podrían perturbar todo el sistema económico«, continúa Griffin.
No solo los fenómenos climáticos extremos suponen un problema, sino que es la propia localización de las infraestructuras la que supone un riesgo para los mercados. Y los ejemplos abundan sobre todo en el sector energético. En Estados Unidos, hay muchas refinerías de petróleo en el Golfo de México, una zona particularmente expuesta a tormentas intensas y que está atenta a los problemas que supondría la crecida del nivel del mar. También las prospecciones petroleras en el norte de California estarían en riesgo por el mismo motivo.
Otro problema diferente aparece cuando hablamos de infraestructuras de trasmisión de energía, que suelen encontrarse en regiones áridas o poco pobladas, lo que las sitúa frente a un mayor riesgo de daños, como los que ocurrieron durante los incendios que arrasaron California en otoño.
«Si bien los modelos de riesgo climático patentados pueden ayudar a algunas empresas y organizaciones a comprender mejor las condiciones futuras atribuibles al cambio climático, el riesgo climático extremo sigue siendo muy problemático desde el punto de vista de la estimación del riesgo», concluye en el artículo. «Esto se debe a que con el cambio climático, los patrones del pasado no son una guía para el futuro, ya sea a un año, cinco años o 20 años».
