La superficie del Ártico se ha situado en 7,28 millones de kilómetros cuadrados en julio de 2020, la más baja para este mes desde que se tienen registros. El origen del récord se deba a un sistema de bajas presiones, aunque todo apunta al cambio climático



El Ártico está viviendo uno de sus periodos más cálidos desde que se tienen registros. Esta climatología atípica, que no solo está impulsando incendios por toda Siberia o alterando la vegetación de Alaska, está provocando que se derritan grandes extensiones de hielo que, este año, registran un récord de mínimos.
Tal y como registra el Observatorio de la Tierra de la NASA, la extensión de hielo del Ártico en julio del 2020 se situó en 7,28 millones de kilómetros cuadrados, la más reducida para este mes desde que comenzaron las mediciones satelitales en 1979.
La extensión se define como el área total en la que la concentración de hielo es de al menos el 15%, que es la cantidad mínima a la que las mediciones basadas en el espacio dan una medición confiable
“Para establecer una comparación, a principios de este siglo la extensión de hielo en julio estaba solo en 1,4 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio”, añaden desde la institución.
La NASA explica que existen determinados años en los que variaciones regionales en la temperatura del aire, la temperatura del agua y clima pueden motivar la descongelación de las placas de hielo. Sin embargo, este récord se registra en un contexto en el que no han parado de sucederse los episodios de descongelación, por lo que los expertos apuntan a una evidencia más de la gravedad del cambio climático.


De hecho, en este sentido, los científicos de la NASA observaron un sistema de baja presión atmosférica sobre el Océano Ártico que, en cierto modo, fue causante de este récord en julio, a pesar de que, principalmente, estos fenómenos influyen en las extensiones de hielo durante septiembre, el mes en el que se registran estos récords.
“Los efectos de las tormentas ciclónicas en el Ártico pueden ser complejos. Por un lado, pueden aumentar la fusión al importar calor y humedad de latitudes más bajas. También pueden romper el hielo haciéndolo erosionado más fácilmente por el viento, las olas y el agua cálida del océano. Pero, por otro lado, los fuertes vientos pueden esparcir hielo por el Ártico y las nubes pueden proteger el hielo de la luz solar”, explican desde la NASA.
Con todo esto, los expertos de NASA afirman que no existen garantías sobre cómo terminará realmente la temporada: “Pueden pasar muchas cosas entre julio y finales de septiembre. Por ejemplo, el hielo marino en 2019 alcanzó un mínimo histórico en julio, pero luego terminó empatado en el segundo mínimo anual más bajo a mediados de septiembre”, concluyen.
