Un estudio señala que los arcos de hielo se han vuelto más inestables durante los últimos 20 años, lo que podría acelerar las exportaciones de hielo Ártico al sur, amenazando aún más si cabe la supervivencia del hielo más antiguo de la región



No todo el hielo del Ártico se derrite con la misma facilidad con la llegada de las estaciones cálidas. En concreto, acurrucada contra los bordes superiores del archipiélago ártico canadiense y Groenlandia, existe una vasta región de hielo marino de hasta cuatro metros de espesor que es capaz de perdurar a los episodios de retroceso del verano.
Los científicos llaman a este territorio “la última zona de hielo” (The Last Ice Area), un lugar que podría perdurar durante los meses cálidos del futuro y servir como refugio vital para los osos polares, las morsas y otras especies que dependen del hielo marino para sobrevivir.
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“Este hielo tan viejo levanta una enorme preocupación. De su existencia depende que el planeta pueda enfriarse nuevamente, es decir, actuar como una semilla de frío cuando el cambio climático remita. La esperanza es que esta área persista hasta mediados de este siglo o incluso algo más”, declara Kent Moore, autor del estudio de Nature y profesor de física en la Universidad de Toronto Mississauga.
Para llegar a sus conclusiones, Kent Moore y su equipo estudiaron los arcos de hielo que se forman a lo largo del Estrecho de Nares, un canal de 40 kilómetros de ancho y 600 kilómetros de largo situado entre Groenlandia y la isla de Ellesmere, en el océano Ártico.
Estas estructuras se forman en climas fríos cuando decenas de témpanos de hielo, formando en el proceso enormes estructuras que parecen soportes de puentes girados sobre sus lados. Los arcos abarcan todo el ancho del pasaje, bloqueando el movimiento del hielo de varios años de norte a sur.
“Es realmente bastante impactante imaginar una barrera de hielo de 100 kilómetros de largo que permanece estacionaria durante meses. Eso es más del doble que la calzada del lago Pontchartrain de Louisiana, el segundo puente sobre el agua más largo del mundo”, dice Moore.


Según los datos del autor de la investigación, los arcos de hielo se han vuelto mucho más inestables durante los últimos 20 años. Un dato que queda reflejado en su tiempo de vida ya que, mientras en el pasado estos arcos solían persistir durante 200 días, ahora duran 150. “Hay una reducción bastante notable. Creemos que está relacionado con el hecho de que el hielo es más delgado y, por lo tanto, inestable”.
El impacto de perder la última zona de hielo se extendería más allá de especies más emblemáticas como los osos polares, ya que en el ecosistema ártico existen algas de hielo, por ejemplo, que suministran carbono, oxígeno y nutrientes y sustentan una red trófica compleja, vulnerable y única.
En 2019, el gobierno canadiense designó una sección de la última zona de hielo como el área marina protegida de Tuvaijuittuq, que en inuit significa “el lugar donde el hielo nunca se derrite”. Moore tiene la esperanza de que su nuevo análisis de los arcos de hielo del estrecho de Nares centre la atención en esta importante región del Ártico.
Según comenta, una acción dirigida específicamente a preservar los arcos no sería suficiente para resolver el problema al estar sacudida por los impactos globales principalmente: “La escala del problema es enorme para una región tan remota. Lo único que podemos hacer es enfriar el planeta para que, entonces, los arcos puedan volver a formarse de forma natural”, concluye.
