La concentración de invernaderos solares en el Sur de España dedicados al cultivo de productos hortofrutícolas ha hecho que se produzca un efecto de enfriamiento en el clima de su entorno de casi un grado durante las tres últimas décadas debido al color blanco de las cubiertas



Los invernaderos solares que decoran los paisajes del sur de nuestro país no solo son una pieza clave para sostener la producción de alimentos en nuestras fronteras, sino que también están contribuyendo a frenar el calentamiento en la región.
Según un estudio realizado por Pablo Campra, profesor de la Universidad de Almería, el color blanco de estas estructuras ayuda a mitigar el calor gracias al efecto del albedo -reflejo de la radicación solar sobre la superficie terrestre-, del mismo modo que lo hacen otras superficies blancas a gran escala, como el hielo ártico.
En este sentido, los datos indican que los invernaderos localizados en la zona de Almería y Granada han reducido la temperatura de la región en 0,3 grados Celsius por década, lo que significa que en los últimos 30 años se ha logrado bajar la temperatura en casi un grado, cuando la tendencia es completamente opuesta en cualquier otra parte del mundo.
Por ejemplo, el primer informe anual sobre el estado del clima en España que elaboró la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) indica que a partir de los años 60 la temperatura en nuestro país se ha incrementado a un ritmo de 0,3°C por década hasta superar en los últimos años la barrera de los 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales.
Por otro lado, cabe destacar que los cultivos invernados solares del sudeste español están considerados como uno de los más eficientes del mundo, no solo por la optimización en el uso de los recursos productivos, sino también por la escasa utilización de combustibles fósiles.
De hecho, el 96% de la energía consumida en los invernaderos solares procede del sol, lo que hace innecesarios los sistemas de calefacción o iluminación artificial. Así, el consumo energético en los invernaderos solares del sur de Europa es hasta 30 veces inferior al de los invernaderos de otras regiones.
Del mismo modo, las 35.000 hectáreas de cultivos hortofrutícolas localizadas en Almería y la costa de Granada actúan como un eficaz mecanismo para mitigar el incremento de dióxido de carbono atmosférico. Esto es porque las plantas funcionan como sumideros de carbono que, en este caso, son capaces de absorber el mismo dióxido de carbono que emiten 280.000 coches al día.
En este sentido, de acuerdo con un reciente estudio de la Real Academia de Ingeniería sobre la huella de carbono de la alimentación en España, las frutas y verduras frescas como las que se cultivan en estos invernaderos presentan una de las huellas de carbono más bajas de todos los alimentos, alrededor de los 0,3 Kg de CO2eq por kilo de producto fresco.
