Una reciente investigación ha desvelado que las islas que se asientan sobre los arrecifes de coral pueden adaptarse al incremento del nivel del mar gracias a la fuerza de las olas, capaces de arrastrar sedimentos y depositarlos en la superficie de las islas, elevando así el terreno



Uno de los últimos informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) advirtió de que una de las grandes consecuencias del cambio climático sería el aumento del nivel del mar. Esta amenaza, que pone en jaque a más cerca del 44% de la población mundial, afectará sobre todo a aquellas regiones insulares como Tuvalu que, con un aumento de pocos centímetros, estarán destinadas a la desaparición.
Sin embargo, cabe la posibilidad de ganar algo de tiempo en esta batalla e, incluso, lograr que estas islas se adapten al desastre. Según una investigación dirigida por la Universidad de Plymouth, en Reino Unido, las islas asentadas en plataformas de arrecifes pueden utilizar la grava y arena de forma natural para ganar altura a medida que el mar incrementa su nivel.
“Investigaciones previas señalan a las islas asentadas en arrecifes de coral como entornos inertes incapaces de ajustarse al aumento del nivel del mar. Sin embargo, lo cierto es que nuestro modelo proporciona una visión distinta para enfrentar un desastre que, aparentemente, es inevitable”, detalla Gerd Masselink, profesor de geomorfología costera en Plymouth y autor del estudio.
«Esto podría ser un mecanismo más defensa que complementaria a los artificiales que ya se están desarrollando»
Para llegar a esa conclusión, los expertos crearon un modelo a escala de la isla de Fatato, situada en el Atolón Funafuti de Tuvalu, y lo sometieron a una serie de experimentos diseños para simular el aumento previsto del nivel del mar. En concreto, usaron modelos matemáticos para observar como la isla podría adaptarse a un escenario climático donde mar se elevase 0,75 metro en 2100.
Durante esas simulaciones, los expertos observaron que el agua fue arrastrando sedimentos hasta conseguir que la cresta de la isla aumentase un poco menos de 0,7 m, lo que demuestra, según su criterio, que las islas pueden mantenerse en sintonía con el aumento del nivel y, por lo tanto, no desaparecer.
“Los resultados muestran que las islas compuestas de material de grava pueden evolucionar mientras los sedimentos de la playa se transfieren a la superficie de la isla”, aclaran en la investigación.
Esto sugiere, por tanto, que las islas poseen un sistema de adaptación natural que puede proporcionar un futuro alternativo, siempre y cuando se gestionen eficientemente los desafíos que puedan surgir en este proceso, como la retroalimentación de los sedimentos, la falta de espacio o la adaptación de las infraestructuras al incremento del mar.
“Comprender cómo las islas cambiarán físicamente debido al aumento del nivel del mar ofrece alternativas para que las comunidades isleñas enfrenten las consecuencias del cambio climático. Es importante destacar que no existe una estrategia única que sea viable para todas las comunidades isleñas, pero tampoco todas las islas están condenadas”, concluyen los científicos.
Determinar forma de la arena del lecho marino es crucial para establecer proyecciones en las costas ya que, dependiendo de la estructura de los sedimentos, el agua los podrá transportar con mayor o menor eficiencia.
En este sentido, un estudio revela que las mediciones que se hacen en la actualidad asumen que todos los granos de arena son esféricos, lo que ha resultado en que se subestimen en un 35 % las superficies de arena carbonatada, que son más elípticas, menos densas y con más agujeros y bordes.
“Comprender cómo, por qué y cuándo se mueven los sedimentos es crucial para gestionar y predecir los efectos del cambio climático y nuestro nuevo trabajo ayudará en el desarrollo de estrategias de mitigación y adaptación”, comenta la española Ana Vila-Concejo, investigadora de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Sídney y coautora de este estudio.
Las nuevas mediciones no solo servirán para establecer proyecciones sobre la velocidad en que las costas se erosionarán, sino que a la industria que utiliza la arena para fabricar objetos cotidianos, como los teléfonos móviles.
“A nivel mundial se usan entre 32.000 a 50.000 millones de toneladas de arena cada año en el planeta, donde la urbanización y el crecimiento demográfico mundial están alimentando una explosión de la demanda”, informa en el estudio.
