Islas del Pacífico: el gran atolladero climático

Islas del Pacífico: el gran atolladero climático

Islas del Pacífico: el gran atolladero climático

Para los pequeños territorios isleños como Samoa o las Islas Marshall el problema del cambio climático alcanza una talla existencial mientras observan con impotencia como el aumento del nivel del mar y los cada vez más frecuentes ciclones amenazan con destruir todo lo que conocen


Argemino Barro
Nueva York | 12 noviembre, 2021


De todos los países arañados por el cambio climático, ninguno es tan vulnerable como las pequeñas naciones isleñas. Lo que para Estados Unidos o Europa se puede traducir en incendios algo más devastadores, una temporada récord de huracanas o puñetazos de frío capaces de desbaratar las infraestructuras de Texas, en islas del Pacífico como Samoa o en las Islas Marshall alcanza una talla existencial. Sus territorios, a medida que sube el nivel de las aguas, pueden volverse inhabitables en una o dos generaciones.

Los gobernantes de Palau, Fiji, Tuvalu, Kiribati o Samoa, entre otra cuarentena de islas, llevaron a la cumbre climática de Glasgow un sentido de urgencia. Fueron armados con mapas, gráficos y estimaciones. Fiji, por ejemplo, dijo que dos devastadores ciclones doblegaron su economía dos veces en los últimos cinco años. El presidente de Palau, Surangel Whipps, alertó sobre el aumento de los suicidios en su país, sugiriendo que podría ser una consecuencia de la destrucción y la incertidumbre en la que se van sumiendo sus conciudadanos.

El Banco Mundial publicó un detallado estudio sobre las perspectivas de Islas Marshall. No son prometedoras. El avance de lo océano hará que un 40% de la capital, Majuro, donde vive en torno a la mitad de los 57.000 habitantes de las islas, se vuelva inhabitable. Prácticamente toda la ciudad será presa habitual de inundaciones. Según los autores del informe, no se puede estimar el calendario exacto, ya que depende de la respuesta global a estos desafíos, pero cabe la posibilidad de que en los próximos 15 o 20 años las islas sean asoladas.

En un comentario mandado a El Ágora, la enviada climática de las Islas Marshall, Tina Stege, asegura que allí no tienen intención de rendirse. “No aceptamos la noción de que nuestra soberanía o nuestro país van a desaparecer. Estamos luchando duro, aquí, en casa, para adaptarnos a los impactos del cambio climático y mantener 1,5 grados en nuestro punto de mira”, declara, en referencia al tope máximo de calentamiento global fijado en las cumbres climáticas con vistas a 2050.

islas pacífico
Campo inundado en Fiji tras el paso del ciclón Winston, en 2016.

Sin embargo, los apremiantes discursos que se pronuncian en las cumbres mundiales, las movilizaciones activistas y los alarmantes cálculos que emanan de los informes científicos, pueden no reflejar la actitud mayoritaria de los habitantes de estas islas. A veces, el cambio climático acelerado por la actividad industrial, pese a ser una realidad verificada, es una preocupación elitista, que permea poco o nada las conciencias de la mayoría de la población. Tal podría ser el caso, incluso, de las islas que están en primera línea de todos estos problemas.

“Están al corriente, más o menos, del término ‘cambio climático’”, dice a El Ágora la Dra. Andrea Simonelli, profesora de la Virginia Commonwealth University y experta en las migraciones causadas por el cambio climático en las islas del Pacífico. “Lo he preguntado en mis sondeos”, añade en referencia a su reciente trabajo en las Marshall. “¿Puedes explicar qué es el cambio climático? Y, en el 95% de las respuestas, me dicen: ‘es un cambio del clima’”.

Simonelli, que acaba de pasar siete meses investigando en este pequeño país de Oceanía, dice que la preocupación general de los marshaleses por el calentamiento global es vaga y anecdótica. Entre otras razones, por el nivel educativo medio de la población y por la cultura cristiana fundamentalista, enormemente arraigada.

“Muy poca gente parece tener una comprensión occidental de lo que significa el cambio climático”, dice Simonelli. “La mayoría de los ciudadanos dicen estar mucho más preocupados por el día a día de sus vidas. Además, relacionan estas cosas, el calor, el aumento del nivel del mar, con la segunda venida de Cristo. Hay una población cristiana fundamentalista muy grande. Así que muchos de ellos, en lugar de estar preocupados o tener miedo, se sienten cómodos con la idea de que están presenciando el fin de los tiempos, porque eso traerá su salvación”.

Según el estudio de Simonelli y de una colaboradora, la estudiante Kaitlyn Novalski, una de las principales fuentes de información de los marshaleses son los predicadores. Y muchos de estos predicadores hacen una interpretación literalista de la Biblia. Uno de los pasajes del libro sagrado, por ejemplo, dice que el fin del mundo vendrá precedido de signos funestos, como eclipses o peleas familiares, y de acontecimientos naturales como sequías o inundaciones. Desde este punto de vista, los efectos del cambio climático encajarían bien en esta narrativa.

islas
Las islas en las Maldivas podrían verse muy afectadas por un aumento global del nivel del mar | Foto: Universidad de Plymouth

Otro capítulo bíblico, el que habla del Diluvio Universal y el Arca de Noé, también actuaría de pantalla contra las alarmas científicas. Por el motivo de que, en las escrituras, se dice que Dios le dijo a Noé que no volvería a inundar la Tierra. Conclusión: no hay que preocuparse por la subida de las aguas.

“El 89% de ellos cree que la promesa que Dios le hizo a Noé”, explica Simonelli, en base a los sondeos que hizo en las Islas. “Francamente, el nivel educativo es muy bajo. La gente va a la iglesia y escucha, pero conozco algunos profesores allí, e incluso en las mejores y más caras escuelas, el nivel de lectura no es tan bueno”. Dice Simonelli que el cambio climático no está entre las razones explícitas de la emigración. Esta se da más para buscar oportunidades educativas.

La actitud de la mayoría de los marshaleses, que, según Simonelli, es muy similar al de los habitantes de otras islas con circunstancias culturales y socioeconómicas parecidas, no es particularmente singular. En nuestras sociedades industrializadas hay voces que denuncian, igualmente, una distancia entre las promesas de la élite y las acciones concretas de la mayoría de los ciudadanos.

“Luchar contra el cambio climático fuerza a la sociedad a gastar hoy dinero real para cosechar beneficios en cientos o incluso miles de años”, escribió Peter Coy, periodista económico del New York Times. “No estamos configurados para pensar tan a largo plazo”.

El científico checo-canadiense Vaclav Smil, profesor de energía y medio ambiente  en la Universidad de Manitoba, era más directo en una reciente entrevista con El Confidencial. “En 1990, el mundo obtuvo el 87% de su energía primaria de fuentes fósiles. En 2020, será el 83%, con una reducción de solo el 4% en 30 años. ¿Cómo crees que nos vamos a mover del 83% al cero en los próximos 30 años? ¿Hay algo que la gente de Washington y Bruselas sabe que los ingenieros no saben?”.

Tuvalu, en el Océano Pacífico es otra isla particularmente susceptible a niveles del mar más altos causados por el cambio climático.

El apoyo de la población es fundamental para que, desde las instituciones, se aprueben y apliquen leyes climáticas. Le pregunto a Simonelli si, para dar los pasos necesarios, bastaría con que los dirigentes de las Islas Marshall se pusieran manos a la obra. “Es aquí donde se pone interesante”, responde. “Esto no solo va de considerar las típicas cuestiones políticas, sino del sistema de propiedad de la tierra. De cómo se reparte la tierra. Si fueras a levantar un muro marítimo, tendrías que conseguir el permiso de la persona propietaria de la tierra. No tienen los mismos derechos de expropiación que nosotros. Si el propietario dice no, es no”.

La investigadora afirma que, de momento, los efectos medioambientales no son tan evidentes. Hay regiones que se inundan más a menudo que antes, pero el hecho de que, en los últimos 50, la isla se haya urbanizado aún más, hace que las inundaciones se puedan achacar, también, a que las zonas pavimentadas no puedan absorber bien el agua. Pero el futuro se presenta difícil.

El 80% de las Maldivas, donde viven 530.000 personas, está menos de un metro por encima del nivel del mar. El Tsunami de 2004 se llevó por delante el 62% de su PIB. La erosión se come las islas y sus gobernantes e intelectuales andan por los foros internacionales buscando financiación para amortiguar el azote de los elementos. Han pensado incluso en comprar tierra en Australia.

“Si no hay una urgencia y lo achacas a la religión, y la segunda venida es lo que estás deseando, y estás cómodo entendiendo esos impactos como una penitencia que tienes que soportar para ver a Dios, ¿cómo creas el sentido de urgencia en esa situación?”, dice Simonelli. “Esa es la parte dura. No puedes forzar a la gente a cambiar su opinión, pero ¿cómo se consigue la necesaria urgencia? Mi mayor preocupación es que la gente, muy probablemente, se quedará en estos lugares mucho más tiempo del que deberían por su seguridad”.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas