El cálido abrazo del cambio climático es ubicuo: se nota en los polos y se nota en los desiertos, se nota en las ciudades y en los bosques, y se nota, también, en los deportes invernales. Los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, que concluyen este sábado, van a ser los primeros de la historia que utilizan un 100% de nieve generada por máquinas, lo que ha provocado las protestas de algunos grupos ecologistas. ¿Se ha terminado ya la época en que el biatlón, el snowboard o el esquí de fondo se hacían con nieve caída del cielo?
Según la agencia Bloomberg, los 100 generadores y 300 pistolas de nieve chinas están usando 185 millones de litros de agua químicamente procesada para posibilitar los Juegos. Lo cual no es extraño, a la vista de otras experiencias recientes. Los Juegos de 2014 en Sochi, en Rusia, utilizaron un 80% de nieve artificial; los Juegos de Pyongyang, en Corea del Norte, en el año 2018, un 90%.
Un estudio elaborado por la Universidad de Loughborough y el grupo ecologista Protect Our Winters alerta sobre este tipo de nieve, que “no solo requiere un uso intensivo de energía y de agua, usando frecuentemente sustancias químicas para ralentizar el derretimiento, sino que también crea una superficie que muchos competidores consideran impredecible y potencialmente peligrosa”, escriben los investigadores. “El riesgo está claro: el calentamiento producido por el hombre está amenazando el futuro a largo plazo de los deportes de invierno. También está reduciendo el número de lugares de acogida para las Olimpiadas de Invierno”.
Los Juegos de 2014 en Sochi, en Rusia, utilizaron un 80% de nieve artificial; los Juegos de Pyongyang, en Corea del Norte, en 2018, un 90%
Sin embargo, como apunta a El Ágora Daniel Scott, profesor de la Universidad de Waterloo, en Canadá, especializado en el impacto climático en las sociedades, generar nieve no tiene por qué tratarse de un proceso contaminante. “Aunque muchos artículos en los medios hablan de ‘nieve falsa’, la nieve hecha con máquinas en la industria del esquí y en los Juegos Olímpicos es nieve real”, explica por correo electrónico. “Te la puedes comer o poner en tu bebida y se derrite y vuelve a las cuencas, como la nieve caída del cielo”.
¿Nieve artificial y sostenible?
La nieve artificial, explica Scott, se puede producir de manera sostenible. “En mi región de Canadá, por ejemplo, la red eléctrica se basa casi completamente en energía nuclear e hídrica, así que hacer nieve tiene una huella de carbono mínima”, dice Scott. “La red eléctrica de China tiene mucha energía del carbón, sí que deja una gran huella de carbono. Alegan que los Juegos serán suministrados solo con energías renovables, pero eso es difícil de probar cuando extraen [energía] de su red”.
“Respecto al agua”, continúa, “las áreas de esquí de nuestra región han construido reservas para capturar la escorrentía de la primavera (muchas ayudan con el control de las inundaciones de la primavera y el verano), y un estimado 90% del agua usada para generar nieve vuelve a la misma cuenca en primavera. Esa agua está disponible para otros usos (ecosistemas, recreativos, etc). El agua para generar nieve no necesita ser químicamente tratada, a no ser que estés intentando hacer nieve a temperaturas cercanas a la congelación”.


«Las 19 ciudades que han acogido los Juegos de Invierno en las últimas décadas han experimentado un aumento de las temperaturas»
Hay visos de que este tipo de nieve se vuelva todavía más común en el futuro, en juegos invernales como las de Pekón. Desde el año 1924, cuando se celebraron los Juegos de Invierno de Chamonix, un resort francés muy cercano a Italia y Suiza, 21 lugares distintos han acogido estos juegos. De estos 21 lugares, solo 10, según el estudio de Loughborough y Protect Our Winters, estarían en condiciones de albergar la competición en un clima puramente invernal: con nieve de toda la vida.
Otro informe de la Universidad de Waterloo, en el que participó Daniel Scott, afirma que las 19 ciudades que han acogido los Juegos de Invierno en las últimas décadas han experimentado un aumento de las temperaturas. El 90% de los atletas y entrenadores encuestados dicen estar preocupados porque el cambio climático tenga efectos negativos en su deporte.
“No sería realista esperar que los Juegos de Invierno sean celebrados sin nieve hecha por máquinas”, continúa el científico. “Todos los juegos desde los de 1980, en Lake Placid, han recurrido algo a la fábricación de nieve y el Comité Olímpico Internacional nunca aprueba los Juegos para un anfitrión que no tenga un sistema avanzado de generación de nieve para apoyar a las nevadas naturales. No pueden arriesgarse a que no haya una nevada suficiente que prensar y preparar para las dos semanas de competición”.
El clima no ayuda
Los meteorólogos y científicos climáticos reconocen la dificultad de medir la cantidad de nieve que cae al año, por ejemplo en Estados Unidos, y cuál es su relación con el cambio climático. Un estudio de Climate Central no logró encontrar un patrón nacional claro respecto a la frecuencia y cantidad de las nevadas en EEUU, pero sí identificó tendencias regionales.
En la mayoría de los lugares estudiados, un 80%, las nevadas se redujeron en el otoño; en un 66% de los sitios, las nevadas menguaron en primavera. Parece que, en estas dos estaciones, la evolución está clara: menos nieve. La razón fundamental por la que el clásico de Bing Crosby, que soñaba con una “blanca Navidad”, está siendo últimamente refutado por los elementos.


El 90% de los atletas y entrenadores encuestados dicen estar preocupados porque el cambio climático tenga efectos negativos en su deporte
El invierno, por otra parte, ofrece un paisaje mixto. En las regiones del norte de EEUU, tiende a nevar más; en las del sur, menos. Si bien el calentamiento global reduce las posibilidades de ver nevar, el aumento de la humedad hace que en ciertas regiones las nevadas sean más grandes: estos volúmenes de aire húmedo se enfrían y caen a la tierra en forma de nieve.
Más allá de posibilitar determinados deportes y de añadirle romanticismo al invierno, la nieve en Estados Unidos aporta la mayoría del suministro de agua a la población. El deshielo que se da en primavera alimenta los ríos y satisface el 75% de las necesidades hídricas del país, según datos de la Agencia de Protección Medioambiental. El organismo también ha hecho sus cálculos: dice que, desde 1930, la cantidad de nieve anual que cae en EEUU ha descendido en torno a un 20%.
Con nieve o no, sin embargo, a veces lo que cuenta es la voluntad de participar. A los Juegos de Pekín 2022 de Beijing acuden delegaciones de países que solo han visto la nieve en fotos. Ghana, Jamaica, India o Marruecos han enviado a sus deportistas a esquiar o a lanzarse en bobsleigh: la consecuencia no de su particular pericia o entrenamiento, sino de un cambio en las reglas. El Comité Olímpico Internacional ha aplicado una cuota que permite participar a más países, aunque estén muy lejos de poder competir con las grandes potencias medallistas, que son Noruega, Estados Unidos o Alemania.
Algunos artículos de los medios de comunicación también han cuestionado la calidad de la nieve generada por máquina. El meteorólogo jefe de Fox News, Bradon Long, dice que esta nieve, en lugar de contener un 30% de hielo, como es habitual, contiene un 70%, lo cual crea “una superficie más resbaladiza, rugosa e impredecible” para los atletas.
El experto Daniel Scott no está necesariamente de acuerdo. “Generar nieve no contribuye a unas condiciones inseguras o desiguales. Más bien al contrario”, afirma. “Las condiciones de nieve que más quieren los atletas son las de la nieve prensada, densa y duradera. Esto se puede hacer con generación de nieve o manipulando nieve natural o mixta”. Las peores condiciones, alega, son aquellas en las que la lluvia y las temperaturas cálidas “crean unas condiciones de nieve húmeda, lenta, derretida y propensa a los surcos”.
Quizás la nieve generada por los humanos, como tantas otras muletas tecnológicas de la civilización, garantice la longevidad de los deportes invernales.