Los jóvenes votantes estadounidenses han tenido un papel clave en la victoria de Biden en las elecciones presidenciales. Y su preocupación por el cambio climático parece ser el motivo de su voto masivo hacia el demócrata. Nuestro corresponsal en Nueva York Argemino Barro nos cuenta las motivaciones medioambientales de esta activa Generación Z



A medida que desmenuzamos las elecciones de Estados Unidos, esa radiografía nacional llena de curiosos datos y paisajes, el rol de la juventud se hace cada vez más patente. Ya sabemos, por ejemplo, que los jóvenes participaron mucho más que hace cuatro años y que aportaron sus papeletas, sobre todo, a la victoria del demócrata Joe Biden. También vislumbramos sus motivos, las cosas que les preocupan. Por ejemplo, la lucha contra el cambio climático.
Los datos preliminares de la Universidad de Tuft reflejan que el 53% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años votaron en estos comicios: ocho puntos más que en 2016. La proporción total de votos jóvenes fue del 17%. La mayoría de ellos, el 62%, habría votado demócrata. Sin el apoyo juvenil, de hecho, es probable que los progresistas hubieran perdido el estado bisagra de Georgia.
La campaña de Joe Biden demostró ser consciente del peso político de la juventud, y abordó algunos de sus temas favoritos. Una encuesta de Change Research, publicada el pasado octubre, identificó las maneras más efectivas con las que Biden podía entusiasmar a los jóvenes. La primera era hablarles sobre el cambio climático. Los demócratas tomaron nota y lanzaron anuncios al respecto, como este, en el que una familia de granjeros de Michigan compartían su preocupación por el clima y terminaban siendo respaldados por Biden.


El presidente electo de Estados Unidos también actualizó sus promesas climáticas en verano; las hizo más audaces, más en sintonía con la juventud, a la que se dirigió directamente durante un evento de recaudación el pasado julio. “Quiero que los jóvenes activistas climáticos, la gente joven de todas partes, lo sepa: os veo. Os escucho”, dijo Joe Biden. “Entiendo la urgencia, y juntos podemos resolver esto”.
Las marchas climáticas de 2018 en decenas de ciudades del mundo, protagonizadas por la juventud y en particular por la activista sueca Greta Thunberg, plantaron algunas semillas en Estados Unidos. El grupo Sunrise Movement, por ejemplo, tiene desde entonces la tarea de cerciorarse de que los demócratas no se olvidan del cambio climático. Hace dos años hicieron una sentada en la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes y líder oficiosa del partido, Nancy Pelosi. Le exigían que pusiera en marcha la aprobación del Green New Deal: la ambiciosa propuesta ecologista de la izquierda. No lo consiguieron y fueron desalojados de las dependencias. Incluso así, los Sunrise continúan activos y dispuestos a seguir haciendo ruido.


“Ahora mismo preferimos ser amigables antes que agresivos”, declaró Garrett Blad, miembro de Sunrise, al portal Grist. El grupo habría bajado las armas de manera táctica, durante las elecciones y el periodo de transición, como gesto de simpatía hacia Biden. “Nos vamos a centrar en presionar a Biden para que haga todo lo que puede con órdenes ejecutivas y a través de la oficina ejecutiva”.
Las ambiciones ambientales de Biden iban incluidas en su plan de estímulo económico. La idea, acariciada cuando las encuestas pronosticaban una “ola azul” demócrata que barrería el Congreso y la presidencia y que se quedó muy corta, consistía en invertir dos billones de dólares en modernizar las infraestructuras, potenciar la energía limpia y descarbonizar la economía, al mismo tiempo que se creaban millones de empleos y oportunidades para los más humildes. El plan se llama Build Back Better y sigue siendo la piedra angular de la agenda de Biden, aunque es altamente improbable que se puede llegar a aplicar como tal.
Si los republicanos conservan la mayoría del Senado, tal y como sugiere el recuento que falta en dos estados y la segunda ronda en Georgia, el presidente Biden solo podrá sacar adelante su plan si los conservadores le dan el visto bueno. Lo cual implicaría un plan aguado y reducido y probablemente mucho menos verde de lo planeado.
El futuro presidente, sin embargo, podría implementar por decreto algunas de estas medidas. Por ejemplo, revirtiendo las 125 desregulaciones que Donald Trump ha aplicado a la contaminación, restableciendo los planes de energía limpia eléctrica de Barack Obama, protegiendo las tierras públicas de la explotación gasista y declarando una emergencia climática en caso de necesitar más medidas. El problema de todas estas disposiciones es que solo serían temporales. El siguiente republicano daría al traste con ellas, como hizo Trump con las iniciativas de Barack Obama.
Otro sondeo, este de Pew Research Center, refleja una evolución similar. La proporción de norteamericanos sensibles a la protección del clima y del medio ambiente no ha dejado de crecer entre 2008 y 2020. Sobre todo entre la izquierda. De hecho, la actitud de una persona ante las cuestiones climáticas se ve más definida por la ideología política que por su educación o compresión científica.
La juventud también es un factor, sobre todo, curiosamente, a la derecha. Del lado demócrata, jóvenes y viejos dicen estar igualmente preocupados por cuestiones climáticas. Del lado republicano, en cambio, hay una diferencia generacional: los conservadores de más edad tienden a desconfiar a o quitar importancia a los efectos de la actividad humana en el clima: solo un 31% considera que el Gobierno federal no hace lo suficiente contra el calentamiento global. Entre los jóvenes conservadores, la proporción aumenta hasta el 51%.
Los jóvenes republicanos preocupados por el clima también tienen sus propias organizaciones, como la American Conservation Coalition (ACC): un grupo que, en este momento, se muestra satisfecho con una presidencia Biden mezclada con un Senado republicano, una manera de juntar las dos sensibilidades: la climática y la conservadora. La situación, dicen, obligará a ambos partidos a negociar, a sentarse a la mesa y aprender el uno del otro. Su líder, Benji Backer, ha estado de gira por EEUU tratando de diseminar estas perspectivas por el campo conservador.
Hay otros movimientos como ConservAmerica o RepublicEN, englobados bajo la etiqueta genérica de “ecoderecha”. Un ejemplo, aún naciente, de que la preocupación por el clima está saltando poco a poco las barreras partidistas y parece ser un elemento común a casi toda la juventud de EEUU. Una encuesta de Morning Consult reflejaba en octubre que el 75% de la Generación Z, nacidos a finales de los noventa y en la primera década de este siglo, cree que el cambio climático es inevitable.