“Ha sido un año tumultuoso para el sistema energético mundial. La crisis de Covid-19 ha causado más trastornos que cualquier otro evento en la historia reciente, dejando cicatrices que perdurarán por muchos años”. Así arranca el gran informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (AIE o IEA, por sus siglas en inglés), que acaba de presentarse este martes.
El World Energy Outlook es el documento de referencia que, cada año, todos los gobiernos, empresas e interesados en el negocio energético leen con detalle para saber hacia dónde camina el mercado. El documento de este año de crisis mundial por la Covid-19 marca un antes y un después en el discurso de esta entidad internacional, creada a comienzos de los setenta, con la primera crisis del petróleo, y que es el organismo de referencia global en la cuestión.
Por primera vez, la Agencia Internacional de la Energía admite que el petróleo está en decadencia y que las renovables, especialmente la solar, y también la eólica, están en disposición de ocupar grandísimas cuotas de mercado en los años inminentes.
El World Energy Outlook 2020 se centra en el período de los próximos 10 años, explorando diferentes caminos para salir de la crisis provocada por la pandemia. Como es habitual en sus trabajos de prospectiva, plantea diferentes escenarios sobre cómo podría desarrollarse el sector energético, en función de las políticas que los gobiernos pongan en marcha para dirigir los mercados en una dirección u otra. Y añade al escenario de la gobernanza una realidad candente como es el golpe que el coronavirus ha causado sobre la actividad económica diaria y, especialmente, sobre las perspectivas de futuro. El discurso de una reconstrucción en verde, sostenido por ejemplo por la UE y el propio Gobierno español, pesan sobre las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía. Estamos ante un cambio de paradigma. El virus puede haber espoleado una corriente de fondo hacia el cambio que ya estaba presente desde hacía años.
La demanda de energía caerá en 2020 un 5%
La Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda energética mundial se reduzca en un 5% en 2020, nientras que las emisiones de CO2 relacionadas con la generación lo hacen en un 7% y la inversión en un 18%. Esto obliga a lo mercados a derivar activos hacia las fuentes más competitivas. Y en el escenario actual de la tecnología y de la regulación internacional, esto favorece a las fuentes bajas en carbono.
Los impactos varían según el combustible. Las caídas estimadas del 8% en la demanda de petróleo y del 7% en el carbón contrastan con un ligero aumento en la contribución de las renovables.
La reducción en la demanda de gas natural es de alrededor del 3%, mientras que la demanda global de electricidad parece descender en un 2%.
La larga sombra de la pandemia
En el llamado Stated Policies Scenario, que refleja las intenciones y los objetivos anunciados oficialmente a fecha de hoy, la demanda mundial de energía no logra recuperar su nivel anterior a la crisis hasta principios de 2023. Sin embargo, esto no sucede hasta 2025 en caso de una pandemia prolongada y una recesión más profunda, como se muestra en el escenario de recuperación retardada o Delayed Recovery Scenario que también dibuja la AIE en su análisis.
La consecuencia directa del crecimiento más lento de la demanda es que se reduce las perspectiva del alza de los precios del petróleo y el gas en comparación con las previsiones anteriores al coronavirus, señala la IEA. Esto es algo que se ha podido comprobar ya de forma dramática durante este año 2020, en el que el mercado global de hidrocarburos ha experimentado una conmoción sin precedentes. Sin embargo, señala la Agencia Internacional de la Energía, esta perspectiva de precios bajos augura grandes caídas en la inversión en la explotación de petróleo, lo que aumentan el riesgo de que haya una volatilidad futura del mercado. O dicho de otro modo, no es fácil dejar la adicción al petróleo. Abandonar de golpe el vector clave del último siglo puede generar perturbaciones dentro de él y alrededor.
Por el contrario, las energías renovables asumen un papel protagonista en todos los escenarios previsto por la AIE, con la solar en el centro del crecimiento. «Las políticas de apoyo por parte de las administtraciones y la maduración de las tecnologías están permitiendo un acceso muy barato al capital en los principales mercados. La energía solar fotovoltaica es ahora consistentemente más barata que las nuevas plantas de energía alimentadas con carbón o gas en la mayoría de los países, y los proyectos solares ahora ofrecen algunos de los costos de electricidad más bajos jamás vistos«, afirma de forma rotunda el informe anual de la agencia.
En el escenario de políticas declaradas, es decir el marco regulatorio actual en el mundo, las energías renovables podrán cubrir el 80% del crecimiento de la demanda mundial de electricidad durante la próxima década. La energía hidroeléctrica sigue siendo la mayor fuente renovable, asevera la agencia, pero la energía solar es la principal fuente de crecimiento, seguida de la energía eólica terrestre y marina.
«La era del crecimiento de la demanda mundial de petróleo llegará a su fin en la próxima década», afirma el director de la Agencia Internacional de la Energía
«Creo que la energía solar se convertirá en el nuevo rey de los mercados eléctricos del mundo. Según la configuración de políticas de hoy, está en camino de establecer nuevos récords de implementación cada año después de 2022″, afirmaba Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de la Energía, en la presentación del World Energy Outlook 2020.
«Si los gobiernos y los inversores intensifican sus esfuerzos de energía limpia en línea con nuestro Escenario de Desarrollo Sostenible, el crecimiento tanto de la energía solar como de la eólica sería aún más espectacular y muy alentador para superar el desafío climático del mundo», remachaba el directivo de la entidad internacional.
Una cuestión importante es cómo manejar esta electrificación del consumo energético global. El World Energy Outlook 2020 incide en que el crecimiento de las renovables debe ir acompañado de una potente inversión en redes eléctricas. Sin una apuesta suficiente, las redes serán un eslabón débil en la transformación del sector energético, con implicaciones para la fiabilidad y seguridad del suministro eléctrico, indica la agencia.


Los hidrocarburos, no obstante, pueden estar tocados, pero no hundidos. Siguen siendo la fuente mayoritaria de energía en el mundo y seguirán siéndolo todavía. Una cosa es que su consumo deje de aumentar año a año, como hacía hasta ahora, y otra muy distinta es que esa línea se desplome o desaparezcan para siempre. En palabras de Fatith Birol: «La era del crecimiento de la demanda mundial de petróleo llegará a su fin en la próxima década, pero sin un gran cambio en las políticas gubernamentales, no hay señales de un rápido declive. Según las políticas de hoy, un repunte económico global pronto empujaría la demanda de petróleo de regreso a los niveles previos a la crisis».
El carbón baja por primera vez
Según la AIE, la demanda de carbón no volverá ya a los niveles previos a la crisis del coronavirus y su participación en el mix energético de 2040 caerá por debajo del 20% por primera vez desde la Revolución Industrial.
El uso del carbón para la generación de energía se ve muy afectado por las revisiones a la baja en la demanda de electricidad y su uso en la industria se ve atenuado por la menor actividad económica.
El camino hacia un mundo sin CO2
“A pesar de una caída récord en las emisiones globales este año, el mundo está lejos de hacer lo suficiente para ponerlas en un declive decisivo. La recesión económica ha suprimido temporalmente las emisiones, pero el bajo crecimiento económico no es una estrategia de bajas emisiones, es una estrategia que solo serviría para empobrecer aún más a las poblaciones más vulnerables del mundo ”, afirma Birol.
En opinión del máximo responsable de la Agencia Internacional de la Energía, “solo cambios estructurales más rápidos en la forma en la que producimos y consumimos energía pueden romper la tendencia de las emisiones para siempre». El experto considera que los gobiernos tienen la capacidad y la responsabilidad de tomar acciones decisivas para acelerar la transición a una energía limpia y poner al mundo en el camino para alcanzar los objetivos climáticos, incluidas las emisiones netas cero.
Una tarea clave para reducir emisiones de gases de efecto invernadero debería ser aligerar la carga climática de la infraestructura energética existente, como las plantas de carbón, las acerías y las fábricas de cemento, señala la AIE. Si no, los objetivos climáticos internacionales quedarán fuera de alcance, independientemente de las acciones en otras áreas.
Un nuevo análisis detallado en el World Energy Outlook de 2020 muestra que si la infraestructura energética actual continúa funcionando de la misma manera que lo ha hecho hasta ahora, ya se mantendría en un aumento de temperatura de 1,65 ° C.


El World Energy Outlook incluye el primer modelo detallado de lo que se necesitaría en los próximos 10 años para encaminar las emisiones globales de CO2 a cero para 2050. El análisis muestra las drásticas acciones que serían necesarias en la próxima década.
En ese sentido, lograr una reducción de alrededor del 40% en las emisiones para 2030 requiere, por ejemplo, que las fuentes de bajas emisiones proporcionen casi el 75% de la generación de electricidad mundial en 2030, frente a menos del 40% en 2019, y que más del 50% de los automóviles de pasajeros vendidos en todo el mundo en 2030 sean eléctricos, frente al 2,5% en 2019.


Los peores efectos de la crisis del coronavirus en relación con la producción y el abastecimiento energético se sienten entre los más vulnerables, señala la Agencia Internacional de la Energía.
La pandemia ha revertido varios años de descensos en el número de personas en África subsahariana sin acceso a la electricidad. Y un aumento en los niveles de pobreza debido a la Covid-19 y sus efectos sobre las economías locales puede generar que los servicios básicos de electricidad sean inasequibles para más de 100 millones de personas en todo el mundo que tenían conexiones eléctricas antes de la pandemia.
