La cuenca mediterránea se enfrenta a un daño irreversible

La cuenca mediterránea se enfrenta a un daño irreversible

Un nuevo informe realizado por el PNUMA advierte de la necesidad de construir mecanismos de cooperación en la cuenca mediterránea para revertir la acusada pérdida de biodiversidad e incrementar la capacidad de adaptación de todas las regiones al cambio climático


Los países que rodean el mediterráneo siempre han estado conectados a través de un patrimonio hídrico y clima común que les han impulsado a construir estilos de vida parecidos con unos valores asentados en estructuras sociales semejantes.

Aunque estos lazos no han sido suficientes para detener la fragmentación en el desarrollo en cada una de sus regiones, se han mantenido lo suficientemente rígidos como para que todos experimenten los excesos de unos pocos en una cuenca que, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) es particularmente sensible al cambio climático.

“A pesar de que las brechas entre los países desarrollados del norte y más desfavorecidos del sur se han reducido, los excesos en el desarrollo, particularmente de los primeros, han conducido a toda la cuenca a una situación límite en términos ambientales en la cual los segundos saldrán perjudicados por la falta de recursos frente a los primeros”, resalta el PNUMA en un reciente informe.

De hecho, en ese mismo trabajo señala que «la degradación ambiental es tan grande que incluso podría tener consecuencias graves y duraderas para la salud humana y los medios de vida en la región».

En concreto, la temperatura del aire del mar Mediterráneo ha aumentado en 1,54 grados Celsius en comparación con los niveles preindustriales. Este cambio en el clima, junto a otros factores, ha provocado que las precipitaciones se reduzcan entre el 10% y el 15% en algunas áreas, incrementándose hasta el 30% en regiones del sur de Europa como España, especialmente entre primavera y verano.

Estos cambios precipitan también transformaciones en los medios terrestres, marinos y costeros, entre los que se incluyen el aumento de la aridez y peligrosidad de los incendios, con incrementos proyectados del área quemada entre 40% y 100% para finales de siglo.

Por su parte, la biodiversidad se encuentra gravemente afecta: los cambios en el clima, junto a la creciente urbanización de las costas y destrucción de ecosistemas de interior, provocará las especies se desplacen y cientos de ellas se desplacen a la extinción. No hay que olvidar que el Mediterráneo, entre otros aspectos, es un “punto caliente de biodiversidad” y que solo las aguas de su mar acogen a más de 17.000 especies marinas (casi el 18% de las especies marinas conocidas).

Las costas están especialmente afectadas por las presiones humanas. Entre el 2010 y el 2018 la población en los litorales aumentó desde 475 millones de personas a 512 millones, lo que representa el 6,7% de la población mundial. Casi un tercio de la población mediterránea vive en la zona costera, más de 70% en ciudades”, informan desde el PNUMA.

En este sentido, los humanos también han transformado el Mediterráneo en una enorme ruta marítima mundial con entradas en el Canal de Suez, estrecho de Gibraltar y estrecho del Bósforo y Dardanelos. Por no hablar tampoco de la intensa actividad pesquera que experimenta. Todo ello ha provocado que el mar se contamine de gases que aumentan su acidez y, no menos importante, con más de 200 toneladas de plástico todos los días.

Todos estos cambios han desembocado en que los humanos que viven en el Mediterráneo comiencen a perecer del mismo modo que el resto de la biodiversidad. Según el PNUMA, el 15% de las muertes se atribuyen a factores ambientales modificables, en comparación con el 23% en todo el mundo.

“Por ejemplo, en 2016, más de 228.000 personas murieron prematuramente por exposición a la contaminación del aire, aunque no es el único factor: la escasez de agua y su calidad, así como la falta de alimentos, fenómenos extremos y enfermedades también amenazan las vidas humanas en la región”.

Colaboración público-privada, también necesaria

La Iniciativa Española Empresa y Biodiversidad (IEEB) de la Fundación Biodiversidad es una es una plataforma de colaboración público-privada que busca impulsar, junto al sector empresarial, un desarrollo económico compatible son la conservación de la biodiversidad.

Gracias a ella, decenas de empresas se han sumado a realizar proyectos de recuperación de biodiversidad aportando sus conocimientos y recursos, a través de un compromiso y fórmula que han demostrado ser beneficiosos en muchos campos, incluso en el aeroespacial. En este caso, el los balances anuales de la Fundación, se destacan proyectos para salvar el Mediterráneo como Life IP Intermares o el Programa Pleamar, con decenas de entidades privadas implicadas entre ambas iniciativas.

Por este motivo, el informe del PNUMA advierte de la necesidad de revisar los errores del pasado, expuestos en el documento, para iniciar una reconstrucción verde en la que todos, tantos países con mayor y menor nivel de desarrollo puedan detener la destrucción del Mediterráneo y salir favorecidos en el proceso.

“Se precisan transiciones en todos los sistemas de producción y consumo. Ahora bien, esta transformación es una tarea colaborativa de todos ya que la acción coordinada mejorará los resultados en las políticas en todos los niveles”.

Playa llena de basura al norte de Chipre.

“Se han logrado avances en la última década, pero se necesitan alcanzar las metas y los objetivos comunes acordados, como los ODS, para poder solucionar este problema. La transición hacia un futuro verde requiere que cambios radicales que pasan desde aumentos de ambición hasta cambios en nuestra forma de producir y consumir. El futuro del Mediterráneo está en juego”.



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