Más de cinco millones de personas mueren cada año por ‘temperaturas no óptimas’. De ellas, la gran mayoría, 4,6 millones, a causa del frío. Pero el cambio climático cambiará las tornas y se espera que en 2050 el calor se sitúe a la cabeza de la mortalidad por temperatura



La temperatura de la superficie de la Tierra no es uniforme, sino que varían hasta constituir regiones que pueden llegar a no ser óptimas para la vida humana. En este sentido, el frío se ha presentado como nuestro peor enemigo y, aunque el calor ha logrado revertir la balanza en algunas regiones, la norma es que las bajas temperaturas causen mayores muertes que las altas.
Por poner un ejemplo, un 11,6% de las muertes por temperaturas no óptimas en Asia entre el 2013 y el 2015 se debieron al frío, frente al 2,7% explicables por el calor. Entre el 2000 y el 2006, el riesgo de mortalidad por frío en los Estados Unidos aumentó por frío hasta un 12%, frente al máximo del 10% por el calor.
Un reciente estudio que analizó las muertes por temperaturas no óptimas desde principios de siglo hasta el 2019 asegura que esta tendencia frío y calor se ha mantenido prácticamente inalterable. Según sus resultados, de las 5.083.173 muertes anuales por temperaturas no óptimas, unas 4,6 millones deben al frío, mientras que el resto son provocadas por el calor.
Cuando se habla de fallecimientos por temperaturas, es importante aclarar que estas se deben al agravamiento de patologías que normalmente florecen durante las estaciones frías, como la gripe, y que por eso mismo suele haber más muertes en estas estaciones.
Cuando se habla de pérdidas humanas en olas de frío y de calor, la tendencia se inclina hacia el lado de calor, sobre todo, por la mayor probabilidad a sufrir estas últimas. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Science of the Total Environment señala que en España mueren de media unas 1.100 personas por olas de frío y aproximadamente 1.300 por olas de calor.
En total, 74 de cada 100.000 personas mueren por temperaturas no óptimas, eso sí, con diferencias regionales ya que Europa oriental y la África Subsahariana elevan esta cifra casi al doble: “En la región de África la tasa por muerte por frío fue la más alta, mientras que en Europa del Este la tasa por calor fue cinco veces más alta que la media mundial”, resaltan los autores del estudio.
Ahora bien, Esta balanza de mortalidad por frío y calor parece apuntar a un desequilibrio en los próximos años debido a que desde el 2003 las muertes por frío comenzaron a descender hasta en 0.51 puntos porcentuales, mientras que las del calor aumentaron en 0.21 puntos.
Estas cifras coinciden justo con el paulatino aumento de las temperaturas desde principios de siglo y que ahora se mantienen, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en 1,2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
“Los resultados indican que el calentamiento global podría reducir levemente las muertes netas relacionadas con la temperatura, aunque, a largo plazo, se espera que el cambio climático aumente la carga de mortalidad, con un aumento moderado por calor”, señalan los autores.
Las conclusiones de un estudio similar realizado por expertos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) parecen apuntar hacia una misma dirección, por lo menos en nuestro continente. En este caso, los autores analizaron los datos de mortalidad y de temperatura registrados entre 1998 y 2012 de 16 países de Europa, y encontraron que, efectivamente, que las temperaturas frías tuvieron un impacto sobre la mortalidad hasta diez veces superior al de las cálidas, con diferencias regionales.


Sin embargo, y a diferencia del primer estudio, los científicos del ISGlobal combinaron cuatro modelos climáticos basados en distintos escenarios de emisiones para comprobar cual podría ser el futuro de esta tendencia entre las muertes por frío y por calor.
Las proyecciones realizadas mediante modelos epidemiológicos indican que, en caso de no introducir medidas de mitigación efectivas de manera inmediata, la tendencia podría revertirse a mediados del presente siglo, dando lugar a un rápido aumento de la mortalidad atribuible al calor.
“Todos los modelos indican un aumento progresivo de las temperaturas y, en consecuencia, un descenso de la mortalidad atribuible al frío y un incremento de las muertes atribuibles al calor. La diferencia entre los escenarios planteados está en el ritmo al que se produce el aumento de las muertes asociadas al calor”, explica Èrica Martínez, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.
“Los datos apuntan a una estabilización e incluso un descenso de las cifras totales de mortalidad atribuible a las temperaturas en los próximos años, seguida de un incremento muy pronunciado, que podría producirse a partir de la mitad del siglo o hacia el final de este, en función de las emisiones de gases de efecto invernadero”, añade.
Por lo tanto, las proyecciones apuntan hacia un aumento muy notable de las muertes como consecuencia del calor extremo, hasta el punto de que, en el escenario de emisiones más altas sin adaptación, estas llegarían a sobrepasar la mortalidad atribuible al frío.
Para Joan Ballester, investigador de ISGlobal y último autor del estudio, estos resultados confirman la urgencia de adoptar medidas de mitigación de carácter global y sobre todo de adaptación, que aunque no incluidas en el trabajo, ya están contribuyendo a reducir nuestra vulnerabilidad frente a las temperaturas.
