El tiempo se ha vuelto loco en febrero: mientras que durante la segunda mitad del mes algunas regiones del mundo vivieron sus temperaturas más frías, esas mismas zonas experimentaron poco después récord de temperaturas máximas, dando lugar a diferencias que en algunos casos sobrepasan los 40 grados centígrados



La noticia corrió como la pólvora por todas las redes sociales, mimetizándose con las miles de advertencias emitidas por los expertos mundiales que cesaron en subrayar la gravedad de la situación. Tal vez por eso no tardaron en aparecer los más precavidos, que se apresuraron a fortificar sus hogares, seguidos de aquellos desmedidos que pronto testaron en sus propias carnes lo que la naturaleza es capaz de hacer cuando se la perturba.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), aquel evento no se trató de una simple ola de frío, sino de un fenómeno extremo inusual que solo en los Estados Unidos afectó a más de 100 millones de personas, dejando incomunicadas y sin electricidad a miles de ellas y que, por desgracia, arrebató la vida a más de media decena de ellas.


Algunas partes de Texas, por ejemplo, llegaron a presentar temperaturas más frías que las registradas en Alaska, situada en el círculo polar ártico. Los partes señalan que los termómetros de Dallas descendieron hasta los -16 grados Celsius cuando la temperatura habitual de la metrópoli ronda por esta época los 15°C.


Esta tónica se repitió por la mayor parte del país provocando que cerca del 73% de los Estados Unidos se cubrieran de nieve durante la noche del 16 de febrero. Para la OMM se trata de la mayor de nieve registrada desde que se comenzaron a tomar datos en el 2003.
“¡Hace tanto frío en el centro de los Estados Unidos que incluso a nuestras imágenes satelitales les han crecido carámbanos!”, exclamó aquel día el Servicio Meteorológico Nacional de los Estados Unidos en su cuenta de Twitter para romper el hielo, a la par que señaló que las gélidas temperaturas rondaban en casi todo el país los -15°C y los -25°C.
Sin embargo, no se trató de un caso reservado solo para los Estados Unidos. Según la OMM, Rusia y el norte de Europa también sufrieron a mediados de este mes su particular “Bestia del Este” que en algunas regiones batió récords históricos. Es el caso de Braemar, un pueblo de Escocia que llegó a registrar -23°C durante la noche del 10 de febrero, convirtiéndose así en su noche más fría desde 1955.
Desestabilización del vórtice polar
Del mismo modo que ocurrió en España con Filomena, una repentina perturbación en el vórtice polar ártico fue el principal desencadenante de este tiempo atípico en el mundo. Como recuerdan las agencias meteorológicas, este vórtice no es más que una enorme masa de aire gélido localizada en la estratosfera por encima del Polo Norte.


Allí, las temperaturas del norte quedan separadas de las del sur por una corriente de aire que viaja en dirección oeste-este originada por la diferencia de temperaturas, siendo precisamente este factor lo que mantiene el vórtice de forma estable en los meses de invierno.
Sin embargo, se pueden dar casos en los que eventos repentinos de calentamiento logran desestabilizar el vórtice, creando ondulaciones en la corriente que transportan, en consecuencia, el aire frío del norte hacia las latitudes más bajas y el más cálido hacia las latitudes altas.
“Una corriente en chorro altamente amplificada es responsable de la intrusión masiva del Ártico en las llanuras del sur y del aire muy frío en Rusia. Mientras tanto, temperaturas muy superiores a la media del Ártico, Europa occidental, China y partes de Asia central”, señaló el meteorólogo Jeff Baskin en su cuenta de Twitter.
Ahora bien, las características de estos vórtices implican que la duración de estos pasillos climáticos apenas se prolongue durante muchas jornadas o que, incluso, se pase de una situación de ola de frío a otra de calor inusual entre días de una misma semana. De hecho, esta particularidad se pudo vivir en España a finales de enero cuando las temperaturas pasaron de -25°C a 28°C en apenas unos días.


En este sentido, Beatriz Hervella, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), señala que la Europa oriental ha pasado de sufrir temperaturas gélidas a registrar récords de temperaturas máximas, como las que se han observado en Hamburgo. Según comenta, esta semana la ciudad alemana ha traspasado la barrera de los 20 grados por primera vez durante un mes de febrero al registrar 21,1°C.
También en Alemania, concretamente en Gotinga, se han pasado de una mínima de -23,8°C hasta una máxima de 18,1°C en apenas siete días, es decir, casi 42 grados de diferencia. “Esta semana se espera que se batan muchos récords de calor en el centro de Europa. Cifras históricas que en muchos casos siempre vienen precedidas por olas de frío”, señala la experta.
Fuera de Europa, en Dallas, se han pasado de registrar -19 grados a marcar este martes casi 26,7 grados, es decir, casi 47°C de diferencia en un lapso de ocho días.
El papel del cambio climático
Para la OMM, las olas de frío como las que se han vivido estas semanas son inusuales, pero no excepcionales. Sin embargo, advierte que es muy probable que este tipo de eventos sean cada vez menos frecuentes como consecuencia del cambio climático, aunque señalando que “las temperaturas frías y las nieves seguirán siendo parte de nuestro día a días en el hemisferio norte”.
“El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) señaló en su quinto informe de evaluación que las temperaturas cálidas serán más frecuentes, mientras que las frías extremas se volverán más atípicas a medida que aumenten las temperaturas globales”, comenta la OMM.
“Es muy probable que las olas de calor ocurran con mayor frecuencia y duración, aunque sin olvidar que los eventos de frío extremo puedan seguir siendo una realidad Ocasionalmente, continuarán ocurriendo los extremos fríos del invierno”, añade.
Confused about the #PolarVortex? Usually a strong jet stream confines Arctic air to the north, stabilized by a big difference in temperature between low and high latitudes. The smaller the difference in temperature, the more the wind belts meander (Via @RemoteLongitude & @NOAA) pic.twitter.com/GEpzwjw1dS
— UN Climate Change (@UNFCCC) February 15, 2021
Esta información choca por completo con un gran grupo de la comunidad científica que opina precisamente lo contrario, es decir, que el cambio climático potenciará la aparición de las olas de frio. Sus argumentos se basan en que los excesos de calor podrán desestabilizar de forma más frecuente el vórtice polar, trasladando así habitualmente el frío del norte a las latitudes más bajas.
Organizaciones como el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC) de los Estados Unidos comentan que se trata de una teoría controvertida que precisa más estudio, en línea con las opiniones de la OMM que apuntan a la necesidad de seguir analizando un fenómeno relativamente reciente como lo es el cambio climático.
Tal es la división que unos tuits de la división de cambio climático de la ONU bastaron para reavivar el debate en las redes. En ellos, la organización internacional dejó entrever la correlación entre un mayor número de olas de frío con la aparición del cambio climático, obteniendo como respuesta el malestar de muchos científicos que hicieron un llamamiento a la responsabilidad. En cualquier caso, el debate está servido.
