Si hubiera que hacer una lista de las grandes preguntas de la vida, una de ellas podría ser ¿qué es el tiempo? Sin entrar en respuestas filosóficas, la historia del cálculo de los días o los meses no es tan precisa como cabría esperar de los números. De hecho, el calendario actual, el gregoriano, está un poco desajustado respecto a lo que tarda la tierra en recorrer los 939 millones de kilómetros que hace cada año alrededor del Sol.
Esto exactamente se produce cada 365 días y cinco horas, 48 minutos y 46 segundos. El calendario actual lleva vigente algo más de 500 años. El papa Gregorio XIII decidió poner orden en un caos, el del tiempo, que se ha intentado regular desde la Antigüedad. Y en 1580 lo que iba a ser un 5 de octubre se convirtió por arte de magia en un 15 del mismo mes.
El año del caos
La razón por la que al hombre le comenzó a interesar cómo funcionaba el día y la noche, la época de lluvias o el calor es la agricultura. Saber cuándo hay que sembrar o cosechar correctamente dependía de la posición de los astros y de ciertos fenómenos meteorológicos (en Egipto la famosa crecida del Nilo).
Hasta la llegada de Julio César al poder, una sucesión de calendarios solares intentaron precisar cada vez más milimétricamente el paso del tiempo, pero siempre con desajustes. De vez en cuando crecían semanas o días en algunos años para que el sol o la lluvia estuvieran donde tenía que estar para madurar las cosechas. En el 46 a. C. se adoptó el llamado calendario juliano, en un año en el que se tuvieron que añadir 85 días extra. Los científicos contratados por César, incluyeron un año bisiesto cada cuatro. Se pasaron de largo y en la época de Gregorio XIII el año ya acumulaba un desajuste de 10 días respecto al solar.
“En la época de Gregorio XIII el año ya acumulaba un desajuste de 10 días respecto al solar”
El calendario gregoriano consiguió conquistar gran parte del mundo, pero no lo tuvo fácil. La comunidad protestante no se tomó nada bien la propuesta del Papa romano y lo consideró como una injerencia de la Iglesia Católica. Países como Gran Bretaña o EE UU no lo adoptaron hasta el siglo XVIII… Además, existen otros almanaques en otras culturas; por ejemplo, el musulmán que, aparte de ser lunar, comienza a contar desde que Mahoma inició la Hégira en el 622. Incluso, los franceses tuvieron otra forma de medir el tiempo durante la Revolución Francesa. Todos los meses cambiaron de nombre, aunque el invento duró poco.
El complejo cálculo del tiempo
“Definimos un año como el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol. Este valor no es un número entero, y además varía a medida que la Tierra desacelera en la rotación sobre su propio eje (en el pasado giraba más rápidamente)”, detalla Alfredo R. Rosenberg, astrofísico del Instituto Astrofísico de Canarias.
Una desaceleración que no es constante ni predecible, pero que los científicos saben que está influenciada por las mareas lunares o los cambios atmosféricos. “Esta variación es pequeña, así que la única solución es ir corrigiendo el calendario a base de quitar o poner días. Como en primera aproximación nos sobra un cuarto de día en cada vuelta al Sol, resulta evidente que si cada cuatro años sumamos un día conseguiremos que a lo largo del tiempo, nuestro cielo de referencia sea el mismo en las mismas fechas”, continúa el astrofísico.
“Saber cuándo hay que sembrar o cosechar correctamente dependía de la posición de los astros”
Las correcciones a veces son minúsculas. En 2015, la desaceleración de la Tierra obligó a añadir un segundo, llamado intercalar, a ese año. Este suceso se ha repetido unas 20 veces desde los 70. “El eje de rotación de la Tierra está inclinado respecto al plano de su órbita alrededor del Sol, y ese eje apunta actualmente hacia la estrella Polar. Pero en periodos de unos 26.000 años, ese eje va rotando a su vez sobre sí mismo, haciendo que el lugar del cielo hacia el que apunta vaya variando. Esto introduce variaciones en la duración del año, pero estamos hablando de 0.0005 días en 10.000 años…”, dice Rosenberg.
2020, ¿el último año bisiesto?
Para evitar ir corrigiendo o añadiendo segundos de vida a la historia de la civilización humana, un grupo de científicos de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) plantea una alternativa al calendario gregoriano. En su almanaque todos los años durarían 364 días y comenzarían siempre en lunes.
“El ser humano no necesita un calendario híper preciso, sino sólo adecuado para que los hombres puedan ordenar su vida”
Los meses de abril, mayo, julio, agosto, octubre y noviembre tendría siempre 30 días y febrero cerraría esta lista con dos días más siempre. Por su lado, marzo, junio, septiembre y diciembre contarían con 31 días Eso sí cada cinco o seis años se dispondría de una semana extra. ¿No recuerda esto a la antigüedad? Según uno de los autores de la propuesta, el ser humano no necesita un calendario híper preciso, sino sólo adecuado para que los hombres puedan ordenar su vida.
El cambio climático influye
“Existen fenómenos que varían nuestro tiempo de referencia: los grandes terremotos o una hipotética colisión con un asteroide muy grande. En esos casos, el centro de masa del planeta se ve modificado por el reajuste en la distribución de masa, provocando mínimas variaciones, menores de un segundo, que periódicamente deben ser confirmadas y ajustadas en los relojes de referencia”, explica Rosenberg.
En cuanto a las masas, un estudio publicado en Science Advances y dirigido por varias universidades europeas afirma que detrás de estos cambios en el eje de rotación de la Tierra también está el cambio climático: “La Tierra no es una esfera perfecta. Cuando gira sobre su eje de rotación se desplaza y se tambalea. Las mediciones del siglo XX muestran que el eje de rotación se desvió unos 10 centímetros por año. En un siglo, eso se convierte en más de 10 metros.
“Los cambios en la masa de hielo del Planeta afectan ligeramente al eje de rotación de la Tierra”
Los científicos de la NASA identifican algunos procesos responsables de esta deriva: la pérdida de masa de hielo principalmente en Groenlandia y los glaciares y el movimiento del manto terrestre. “La redistribución de la masa en la Tierra, como cambios en las capas de hielo y los océanos, afecta a la rotación”, decía el estudio. Además, “alrededor del año 2000, el eje de rotación de la Tierra dio un giro brusco hacia el este y ahora está a la deriva casi dos veces más rápido que antes, a un ritmo de casi 17 centímetros cada año”.
Los calendarios ecológicos
“El calendario gregoriano seguirá siendo perfectamente útil y preciso durante los próximos 2.000 años, no necesitando ninguna modificación durante al menos ese periodo”, dice Rosenberg, cuando se le pregunta sobre si el cambio climático nos puede desordenar los días de la semana en un futuro.
Sin embargo, ya está provocando un caos en aquellas sociedades que siguen mirando el cielo, la tierra y el paso de la vida como un sistema perfectamente armónico para organizarse.
“El cambio climático no solo es más temperatura, está cambiando los regímenes de lluvia y condicionando los cultivos. Los indígenas se guían por cosas como la alineación de las estrellas. El año que las Pléyades no se ven, los pueblos bolivianos saben que va a ser un año seco. Luego la ciencia ha venido a demostrar que lo que ocurre en el cielo está ligado al fenómeno de El Niño. También tienen en cuenta la floración o la aparición de ciertos pájaros que hasta ahora indicaban que el agua iba a llegar. El funcionamiento de la Naturaleza rige el calendario de sus actividades”, explica Victoria Reyes, antropóloga e investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB). De hecho, su grupo ha llevado a cabo un estudio sobre el extenso refranero español, cada vez más desfasado con lo que le está ocurriendo al clima.
Hace unos años, la Universidad de Cornell inició un proyecto para cuadrar el calendario ecológico de las comunidades de las montañas centrales de Asia con el cambio climático. Uno de los autores de la propuesta, el antropólogo Anthony Aveni, afirmaba: “Los eventos ecológicos son, en muchos sentidos, medidas más fundamentales y universales del tiempo”.
