Según dos estudios, el metano alcanzó en la atmósfera una cifra de 596 millones de toneladas en el 2017. Se trata de un incremento sustancial del 10% para un gas que sobre todo producen los combustibles fósiles y el sector ganadero y que supone todo un récord, según los científicos



El efecto invernadero es el fenómeno responsable de que la temperatura de la Tierra haya aumentado cerca de un grado centígrado desde comienzos de la revolución industrial. Los principales artífices de que ocurra son los gases de efectos invernadero, entre los que encontramos el metano.
Como norma general, se apunta al dióxido de carbono como el mayor responsable al ser el gas que más emitimos los humanos, sin embargo, hay otros mucho más peligrosos que él, como el mencionado metano. En concreto, tiene un poder 20 veces superior que el CO2, por lo que, durante un periodo de 20 años, el potencial de calentamiento global de una tonelada de metano atmosférico es similar al de alrededor de 85 toneladas de CO2, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
La ventaja del metano frente al dióxido de carbono es que el primero perdura en la atmósfera alrededor de 12 años, frente a los 100 del segundo. El problema es que las emisiones de metano no han parado de aumentar durante los últimos años y, aunque con una esperanza de vida menor, esto significa que puede causar un enorme daño, sobre todo en términos de cambio climático.“Saber la cantidad de metano es realmente importante si se desea comprender como va a evolucionar el clima de la Tierra y para conocer si nuestras estrategias están funcionando o no”, explica Alexander Turner, un científico atmosférico que estudia el metano.
Debido a la importancia del metano, varios grupos de científicos han lanzado dos estudios en los que evidencian que el metano se ha incrementado casi un 10% en las últimas dos décadas, unos datos que son sinónimo de concentraciones atmosféricas de récord para este gas. De hecho, en el 2017, el último año del que se dispone de datos completos, las emisiones anuales mundiales de gas alcanzaron un tope de 596 millones de toneladas.
De ese total, unas 364 millones de toneladas han provenido de las actividades humanas, sobre todo, de la expansión de la agricultura, los vertederos y el uso de combustibles fósiles. Por otro lado, los científicos no han encontrado evidencias de que las emisiones de los humedales u otras fuentes naturales hayan aumentado sustancialmente desde el promedio 2000-2006, que siguen representando alrededor de 24% del total emitido.
Sin embargo, cabe destacar que un 4% ha emanado del ártico, una región helada que se está descongelando y, en consecuencia, liberando más metano almacenado en el permafrost que se puede encontrar allí. Este dato, síntoma del cambio climático, es esperanzador para los científicos ya que apenas se muestran cambios con respecto al periodo de referencia, lo que parece indicar que el Ártico aún no está sufriendo los impactos del cambio climático de forma notable.
En cambio, las emisiones han aumentado sustancialmente en África y el Medio Oriente, y el sur de Asia y Oceanía. De hecho, según los autores, la expansión de la agricultura y la ganadería, así como el uso de combustibles fósiles, han provocado que estas zonas sean las responsables de la liberación del 64% de las emisiones globales.
“Puede parecer gracioso, pero los rumiantes como las vacas emanan tanto metano como la industria del petróleo y el gas, de ahí la necesidad de establecer algunos cambios en este sector”, comenta Robert Jackson, un investigador de sistemas de la Tierra en la Universidad de Stanford en California que preside el Proyecto Global de Carbono y coautor de ambos estudios.
Las regiones templadas produjeron el 32% de las emisiones globales de metano. En este sentido, Europa es la única región donde las emisiones de metano parecen haber disminuido en los últimos años, gracias a la disminución de la cantidad de ganado y los esfuerzos de políticas para reducir las emisiones, como los vertederos y el estiércol.
En cualquier caso, los científicos advierten que en ambos estudios se exponen datos del 2017 y que todo apunta que la tendencia no se haya relajado y, por lo tanto, que las emisiones de metano hayan seguido creciendo hasta nuestros días.
De hecho, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos comentó a finales del 2019 que la concentración atmosférica de metano alcanzó aproximadamente 1,875 partes por mil millones, en comparación con las 1,857 partes por mil millones registradas en 2017.
