Un reciente estudio que ha analizado la composición de bioaerosol del Océano Austral ha descubierto que el aire de la capa límite atmosférica que alimenta las nubes más bajas es prístino, es decir, que está libre de partículas producidas por actividades antropogénicas o naturales



El sistema climático de la Tierra está compuesto por una compleja red de procesos capaces de conectar cualquier parte del mundo. Esto provoca que ninguna región se salve de las consecuencias de la crisis climática que, sobre todo, se refleja en la calidad del aire que respiramos.
Es posible encontrarse con algunos reductos donde la contaminación del aire apenas está presente, como Villalba de Guardo, en Palencia, catalogado como el municipio con el aire más limpio de Europa. Aun así, se tratan de ejemplos atípicos en los que, a pesar de todo, no se libran de la contaminación.
Sin embargo, como en toda regla, siempre hay una excepción que la modifica. En este caso se trata del Océano Austral, una región por debajo de los 40 grados de latitud sur que, según un reciente estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, su atmósfera más baja se encuentra libre de partículas liberadas por los continentes y de aquellas producto de la actividad humana.“El aire situado sobre el remoto Océano Austral, que es el que rodea la Antártida, sería el menos afectado por las actividades humanas y el polvo de los continentes”, declaran los científicos que han participado en el estudio.
Para poder analizar las características del aire, Thomas Hill, coautor del estudio, explica que usaron las bacterias presentes en el aire sobre el Océano Austral Austral como una herramienta de diagnóstico para inferir propiedades clave de la atmósfera inferior.
“Los aerosoles que controlan las propiedades de las nubes de ese océano están fuertemente vinculados a los procesos biológicos, producidos por microorganismos que son transportados miles de kilómetros con ayuda del viento”, detalla el experto.
Las bacterias fueron recogidas durante la campaña Socrates que tenía como objetivo recopilar datos de las nubes y las precipitaciones del Océano Austral durante seis semanas (12 de enero y 19 de febrero de 2018). A través de una secuenciación de ADN, Jun Uetake, primer autor de la investigación, determinó que el origen de las muestras eran marinas, por lo que, en principio, parece imposible que hayan sido transportadas desde otras partes del mundo.
“La composición bacteriana analizada difiere de otras zonas latitudinales, lo que sugiere por tanto que los aerosoles de las masas de tierra distantes y las actividades humanas no están viajando hacia el sur”, informa Jun Uetake.
De hecho, según explican ambos científicos, el aire sobre el Océano Austral estaba tan limpio que hubo muy poco material orgánico con el que trabajar allí.
Estos resultados contrarrestan todos los demás estudios de realizados en los océanos subtropicales y en los del hemisferio norte, donde se encuentra que la mayoría de los microbios provienen de los continentes.
