Si pensamos en vivir unas navidades blancas casi inmediatamente nos imaginaremos visitando Laponia. Se ha convertido en el destino predilecto de los amantes de la Navidad. Todos los años en Noruega, Finlandia y Suecia se preparan para hacer su agosto (de diciembre a marzo) al ser el momento del año que más visitantes llegan de todas las partes del mundo buscando sus soñadas navidades de cuento contemplando las auroras boreales, los paseos en moto de nieve, visitar a Santa Claus, los elfos y sus renos.
Pero estas navidades no serán normales para nadie. Ante el endurecimiento de las restricciones a la movilidad internacional, las cuarentenas y la necesidad de realizar test PCR para poder entrar a los países de Laponia muchos viajeros han decidido posponer sus viajes para el invierno que viene.
De los países de Laponia que más están acusando la falta de viajeros de este año, el más afectado sin duda es Noruega, ya que el turismo aporta un 9% del producto interior bruto del país frente a los de Suecia y Finlandia que son un 2,9% y un 2,7% respectivamente. Esta cifra, que hasta el año pasado era creciente, da trabajo, en su mayor parte, a las zonas rurales de estos países.
«Todos los años en Noruega, Finlandia y Suecia se preparan para hacer su agosto turístico en Navidad, con las visitas a los paisajes nevados y la tierra de Santa Claus»
Estos tiempos convulsos afectan incluso a las remotas montañas de la isla de Hinnøya, en el archipiélago noruego de Vesterålen, por encima del Círculo Polar Ártico, donde reside Laila.


Habitante de esta región del ártico, ella es parte del pueblo sami, a quienes se les conoce como los habitantes de Laponia, los lapones. En el cine les hemos podido ver como los ayudantes de Klaus en la película nominada al Óscar a la mejor película de animación de 2019.
Son el último pueblo indígena de Europa y pese a que físicamente son difíciles de distinguir del resto de los habitantes del Ártico europeo se les identifica fácilmente porque están muy ligados a una actividad muy particular, la cría del reno.
La verdadera dirección de Santa Claus
Históricamente los sami han sido un pueblo seminómada que ha seguido a los renos en sus ciclos de migración. Al llegar septiembre u octubre los renos comienzan a desplazarse desde el interior en un viaje de, alrededor de 10 días, hasta la costa. Ahí permanecen hasta la primavera, momento en el que vuelven a la costa a pasar el verano, huyendo de las moscas y los mosquitos.
Los renos se alimentan casi exclusivamente de líquenes que abundan en el suelo del Ártico. Ahora, cuando la tundra se cubre por las nevadas utilizan sus pezuñas para apartar la nieve y acceder a ellos.
En el seguimiento de las manadas participaba toda la familia sami, que seguía a los renos dejando su asentamiento de verano para establecerse cerca de las manadas, en el interior. Estos desplazamientos han hecho que los sami nunca hayan tenido patria, hasta que la creación de las fronteras les ha obligado a elegir ser rusos, finlandeses, suecos o noruegos.
No todos los sami se dedican a la cría del reno. Hoy en día desempeñan cualquiera de las profesiones que todos conocemos como pescadores, ingenieros, dentistas o tenderos. Laila y su familia, sin embargo se dedican a la tradicional cría del reno. Cosa que en Noruega (a diferencia del resto de países de Laponia) corresponde según la ley de cría de renos del 2007, únicamente a este pueblo indígena.
Un símbolo de generaciones
Laila recuerda los largos meses de invierno que solía vivir en su niñez ayudando a su abuelo con los renos. “Las manadas viven libres, no los pastoreamos, los seguimos”, apunta Laila. “Sólo se meten en cercados para marcarlos, curarlos o cuando los sacrificamos”.
Del reno se aprovecha todo; su cornamenta para hacer empuñaduras para los cuchillos, su piel para hacer botas, cinturones, alfombras y toda clase de abrigos que resisten las bajas temperaturas del interior de Laponia que pueden bajar hasta los 46°C bajo cero. Su carne, muy apreciada, es la única que contiene omega-3, un ácido graso que suele encontrarse sólo en el pescado y algunas verduras.


«Es de muy mala educación preguntarles a los sami cuántos renos tienen ya que para ellos es lo mismo que preguntar a alguien cuánto dinero tiene en el banco»
En las islas el seguimiento de las manadas es significativamente más amable que en el interior, ya que los renos pasan el invierno en la costa, donde la temperatura no baja de 10°C bajo cero. En verano suben a la cima de las montañas, donde siempre hace viento, están frescos y permanecen alejados de los insectos. Las manadas de renos aquí sólo se desplazan 30 o 40 kilómetros.
Es de muy mala educación preguntarles a los sami cuántos renos tienen ya que para ellos es lo mismo que preguntar a alguien cuánto dinero tiene en el banco. No obstante charlando con Laila me desvela unas cifras muy interesantes. Antiguamente una familia con una manada de entre 25 a 40 renos ya podía vivir de ello exclusivamente. “Todo era más barato”, sostiene. “Hoy en día hace falta un mínimo de 300 renos para vivir de ello”.
“En invierno solemos ir en moto de nieve hasta donde se puede y continuamos con los esquíes para llegar a las manadas”, dice Laila. Visitarlos asiduamente es la mejor manera de que estén dóciles y no tengan miedo al contacto directo. Otros criadores que no viven sólo de los renos no pueden dedicar el tiempo necesario para ir a pie y tienen que usar helicópteros.
Inviernos cada vez más complicados
El pasado invierno las nevadas no han sido lo suficientemente intensas como para usar la moto de nieve por debajo de los 300 metros de altura, algo que ha dificultado las visitas a los rebaños. Laila espera que este invierno nieve más.
En los últimos 25 años han cambiado las precipitaciones muchísimo. Laila recuerda las grandes nevadas y los largos inviernos. “Sólo llovía tres o cuatro días en todo el invierno”, recuerda. El cambio climático hace que ahora llueva muchísimo durante el invierno. Esto deshace la nieve, ya que la temperatura asciende a alrededor de 5°C para descender, al día siguiente hasta -15°C. Estos cambios bruscos de temperatura hacen que el agua se congele y el suelo se cubra de una capa de hielo dura como el cemento, no de nieve.
Esto es un problema para los renos cuyas pezuñas no les permiten romper ese hielo para llegar a los líquenes. Los adultos, cuando esto sucede, se alimentan de los líquenes que crecen en las cortezas de los árboles. Los terneros, sin embargo no son capaces de alimentarse de esta manera, y son abandonados por sus madres cuando esto sucede.
“Los sami siguen a los renos y nunca han tenido patria, hasta que la creación de las fronteras les ha obligado a elegir ser rusos, finlandeses, suecos o noruegos”
“Esto lo descubrí hace años cuando encontramos 12 crías desnutridas vagando solas por el bosque”, relata Laila. “Las llevamos al redil para alimentarlas pero para una de ellas fue demasiado tarde.”
Para las manadas que viven más al norte en la tundra, donde no hay árboles, ni siquiera los adultos pueden alimentarse.
No es este el único problema que acompaña al aumento de las temperaturas en esta zona del Ártico. Parece ser que la nieve es más húmeda y menos compacta. Lo que hace muy peligroso moverse por las laderas de las montañas por el riesgo de aludes que ha aumentado los últimos años. “Tenemos muchas pérdidas en los rebaños en invierno”, añade Laila. “Recuerdo una gran avalancha que sepultó a 17 renos. Aludes siempre ha habido pero con esta frecuencia no. Esto no solía pasar”. “Ahora, además de ir a pie a visitar a los rebaños colocamos GPS a algunos renos y nos ayuda a monitorizarlos desde el ordenador para ver que están bien”, añade.
Familias sami que dependen del turismo
Por todos estos motivos Laila y su familia se han visto obligados a tener en los cercados a muchos de sus animales y suministrarles comida, siendo este un gasto adicional que no han tenido los ganaderos de renos en toda su historia.
Al hacer números vieron que no les era rentable mantener la explotación sin otro ingreso con el que pudieran comprar alimento para los renos. Decidieron entonces crear una empresa turística para realizar visitas a su granja (Inga Sami Siida), donde explican a los visitantes cómo es la cría de los renos y aspectos de la cultura sami. Con los ingresos de estas visitas turísticas, familias como la de Laila están pudiendo hacer frente a algunos de los reveses que va causando el cambio climático a la cría del reno.
Cada vez más familias sami en el Ártico noruego están empezando a crear empresas turísticas por este motivo, ya que se han visto vulnerables ante lo incierto de los efectos del cambio climático.


Según un informe del Centro noruego de servicios climáticos en el que analiza las alteraciones previstas para el año 2100, los científicos estiman una subida media de las precipitaciones anuales en un 18% y una subida media de las temperaturas anuales de 4,5°C además de un incremento significativo de avalanchas y desprendimientos por las condiciones de la nieve incluso en zonas en las que no solían ocurrir en el pasado.
Este aumento de las precipitaciones y la temperatura media impedirá la caída de nieve con la frecuencia usual favoreciendo la creación de placas de hielo tras las lluvias. Algo que está empezando a ser cada vez más frecuente.
“Todos los criadores de renos estamos muy interesados en los efectos del cambio climático. La cría de renos seguramente en el futuro tendrá que ser diferente a como la conocemos hoy en día. Mis antepasados llevan habitando estas tierras los últimos 9.000 años y ahora nosotros tenemos que aprender y adaptarnos si queremos seguir con esta tradición”, concluye.
En este momento en que una pandemia nos ha hecho ver los efectos de la globalización en poco tiempo, es más fácil tomar conciencia de que nuestras acciones individuales que favorecen el cambio climático van a afectar a todos y cada uno de los lugares de la Tierra por remotos que estén.
