El Protocolo de Kioto cumple 16 años con la esperanza de la aprobación en la próxima COP26 de un tercer período de vigencia, 2021-2031. El objetivo es que en esta década crucial vaya de la mano con el Acuerdo de París y establezca objetivos concretos y vinculantes de reducción de emisiones



El 16 de febrero de 2005 entró en vigor el Protocolo de Kioto, el primer acuerdo internacional que estableció objetivos de reducción de emisiones netas de seis gases de efecto invernadero con un calendario de cumplimiento. El protocolo fue adoptado años antes, en 1997 en una cumbre celebrada en Kioto, Japón, pero hasta ocho años después no fue ratificado por el mínimo de 55 países que se exigía. En noviembre de 2009 ya eran 187 los estados que lo habían ratificado.
De acuerdo con este pacto, las emisiones de gases de efecto invernadero de los países industrializados deberían reducirse al menos un 5% por debajo de los niveles de 1990 en el período 2008-2012, conocido como primer periodo de compromiso del Protocolo de Kioto. Algo que, de hecho, nunca se cumplió.
En 2006 se comenzaron a negociar los detalles de la continuidad de este Protocolo más allá del final de su primer periodo de compromiso, es decir, a partir de 2013. Así pues, en la cumbre de Doha de 2012 (COP18), se adoptó un paquete de enmiendas necesarias para hacer posible su continuidad con un segundo periodo de compromiso a partir del 1 de enero de 2013 y hasta el 31 de diciembre de 2020. Sin embargo para ratificar este acuerdo de Doha también hubieron de pasar otros ocho años. Fue el pasado 2 de octubre de 2020, tres meses antes de la finalización del período de vigencia, cuando quedó confirmado por los países firmantes.
Esta sensación de «llegar tarde» ha acompañado al Protocolo de Kioto durante toda su trayectoria. También con la firma del Acuerdo de París en 2015, quedó relegado a un segundo lugar, algo que según muchos expertos nunca debió ocurrir.
Si bien Kioto establecía unos compromisos concretos de reducción y un calendario de cumplimiento, París tiene un enfoque distinto basado en el objetivo de no superar un aumento de 2ºC en las temperaturas, respecto a la época preindustrial, sin imponer metas de reducción concretas. Son los propios Estados quienes se establecen sus objetivos. Pero la gran diferencia es que París ha subido al carro de la lucha contra el cambio climático a países en desarrollo y grandes emisores, como China e India, que en el marco del Protocolo de Tokio no tenían ninguna meta de reducción cuantificada.
Tercer período de vigencia
Por ello, Naciones Unidas quiere dar una tercera oportunidad al protocolo japonés para que en esta década vaya de la mano con el acuerdo francés. Es decir, unir las estrategias de mitigación que los países están poniendo encima de la mesa gracias a París con los calendarios y metas concretas que exige Tokio.
Las esperanzas se centran en la próxima cumbre del clima, denominada COP26, que se celebrará del 1 al 12 de noviembre de 2021 en Glasgow (Escocia), después de que la crisis generada por la pandemia del coronavirus obligó a aplazarla un año.
En Glasgow se pretende presentar una nueva enmienda al Protocolo de Kioto con un tercer período de cumplimiento de compromisos; período que debería ser efectivo desde el 2021 al 2031, en paralelo con la puesta en marcha total del Acuerdo de París.
Veremos si a la tercera va la vencida y no hay que esperar a que se acabe la década para que el protocolo sea respaldado. Es necesario unir las buenas intenciones con los compromisos en firme para que la lucha contra el cambio climático tenga un efecto real en el planeta y este anciano convenio podría ser la respuesta.
