El ozono: la molécula que impulsó la protección del planeta

El ozono: la molécula que impulsó la protección del planeta

El 16 de setiembre de cada año se celebra el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, una jornada en la que no solo se recuerda la importancia de esta molécula en la preservación de la vida en la Tierra, sino un día histórico en el que Gobiernos de todo el mundo remaron decisivamente en la misma dirección para detener la degradación del planeta


El futuro del aire que respiramos, el agua que bebemos y, en general, toda la vida que vemos a nuestro alrededor está supeditado al equilibrio de los elementos químicos que componen la Tierra. De hecho, tan solo se necesitaría una “insignificante” perturbación en esa armonía atómica para destacar consecuencias de la talla del cambio climático.

El ozono (O3), un gas incoloro que se encuentra en las dos capas inferiores de la atmósfera, se presenta como uno de esos elementos químicos indispensables en nuestro planeta ya que gracias a él poseemos un enorme filtro natural que nos protege de las radiaciones ultravioletas procedentes del espacio.

“La vida en la Tierra no sería posible sin la luz solar, al igual que sería imposible si es luz llegase sin pasar por ningún filtro. La Capa de Ozono nos protege de la mayor parte de la radiación solar y, por lo tanto, la vida ha podido prosperar tal y como la conocemos», señalan desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Por este motivo, cuando en la década de los 80 los científicos advirtieron sobre la creación de un agujero masivo en este particular escudo natural, saltaron las alarmas. Las primeras investigaciones apuntaron como principales y únicos responsables a los humanos.

Dos tipos de ozono

El ozono no es un gas que se encuentre de forma exclusiva en la estratosfera, sino que se pueden observar en dos lugares distintos en la atmósfera en los que jugará diversos papeles.

La mayoría del ozono del planeta, aproximadamente un 90%,  se ubica en la estratosfera, una capa situada a partir de los 10 kilómetros y hasta los 50 kilómetros por encima de la superficie terrestre. Aquí el ozono forma la conocida como Capa de Ozono, autora de la filtración del grueso de la radiación ultravioleta, un elemento perjudicial para los seres humanos y la vida en su conjunto.

El 10% restante de todo el ozono se encuentra de forma natural en la zona más baja de la atmósfera: la troposfera, una capa que se extiende hasta los 10 kilómetros de altitud. El ozono troposférico natural procede tanto del transporte desde la estratosfera, como de la propia formación fotoquímica que ocurre en la troposfera.

Sin embargo, los humanos también son responsables de alimentar el ozono presente en esta región a través de la emisión de los óxidos de nitrógeno, que funcionan como catalizadores de los compuestos orgánicos volátiles (COV).

La velocidad y el grado de formación del ozono en esta zona se ven muy incrementados con el aumento de la radiación solar, las emisiones antropogénicas de precursores (NOX) y el ciclo biológico de emisiones biogénicas de COVs. Por ello sus niveles son más elevados en el sur de Europa y en primavera y verano.

El problema de este aumento es que el ozono troposférico no ejerce una función beneficiosa como sí lo hace el estratosférico, sino todo lo contrario “dada su alta reactividad y su fuerte capacidad oxidante”, de ahí que los Gobiernos adviertan sobre su peligrosidad.

El motivo fue simple: desde hace años la producción de ciertos aerosoles y gases que agotan la capa de ozono (SAO) se había incrementado notablemente coincidiendo justo con el empobrecimiento de la capa estratosférica, dando entender que ambos sucesos no estaban relacionados por simple azar.

Tal y como detalla la ONU, esos aerosoles y compuestos eran los halocarbonos, productos químicos en los que uno o más átomos de carbono están unidos a otros átomos halógenos, como pueden ser el flúor, el cloro, el bromo o el yodo, que tienen una enorme capacidad para destruir el ozono.

“Los productos químicos sintéticos que han proporcionado la mayor parte del cloro y bromo para el agotamiento del ozono son el bromuro de metilo, el metilcloroformo, el tetracloruro de carbono y las familias de productos químicos conocidos como los halones, los clorofluorocarbonos (CFC) y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), emanados de los refrigeradores y aparatos de aire acondicionado”, señala la organización internacional.

Ante la gravedad de la situación, la comunidad internacional se vio obligada a cooperar de forma decisiva para crear mecanismos internacionales que protegiesen esta valiosa capa invisible. Estos se plasmaron en el en el Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono, que fue aprobado y firmado por 28 países, el 22 de marzo de 1985.

Más tarde, en septiembre del 1987, se redactó el  Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono, un documento en el que se plasman las medidas necesarias para controlar casi 100 sustancias químicas nocivas para el ozono.

Este año, celebramos los 35 años de la Convención de Viena y los 35 años de protección mundial de la capa de ozono | Foto: ONU

En 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, en conmemoración de la fecha de la firma, en 1987, del Protocolo de Montreal.

De hecho, es una fecha en la que se conmemora algo más que la firma de ese tratado, sino que también es un recordatorio de la capacidad humana para remar todos en la misma dirección. Para Antonio Guterres, secretario general de la ONU, el tratado es “un perfecto ejemplo de cómo la humanidad es capaz de cooperar para hacer frente a un desafío mundial y un instrumento clave con que responder a la actual crisis climática”.

De este modo, la confirmación científica del agotamiento de la capa de ozono impulsó a la comunidad internacional a establecer un mecanismo de cooperación para tomar medidas para proteger la capa de ozono.

En la actualidad, el fruto de los esfuerzos quedan plasmados en las últimas estimaciones del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS) y la NASA, en las que se señala que el agujero de la capa de ozono se ha situado en mínimo históricos, con una dimensión no vista desde el inicio de la crisis en los 80.

“Vemos mucha variabilidad en el agujero de ozono de año en año. Por ejemplo, en 2017 fue bastante pequeño, luego en 2018 fue más profundo y de mayor duración. Sin embargo, la actividad de este año es extremadamente inusual; la última vez que se vio algo tan anormal fue en 2002, cuando el agujero de ozono se rompió en dos partes muy distintas “, destacó Antje Inness, científico senior del CAMS.

Se espera que el ozono de esta capa se recupere por completo en el hemisferio norte y las zonas de latitud media en la década de 2030. Mientras, para el hemisferio sur la recuperación llegará en 2050 y en las regiones polares para 2060.

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Niveles de ozono entre 2018-1019 y 2019-2020 | Foto: Observatorio de la NASA
Ozono contra el coronavirus

El ozono, además de ser una molécula imprescindible para el mantenimiento de la vida en la Tierra, también funciona como un eficaz desinfectante en determinados entornos.

La principal razón de su eficacia reside en que se trata de una molécula altamente inestable que, cuando entra en contacto con alguna impureza, se descompone formando oxígeno y unos radicales libres con un gran potencial de oxidación, que reaccionan con la molécula orgánica más cercana.

La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos explica que esos radicales pueden destruir la pared de una célula en cuestión de segundos, además de dañar los componentes de los ácidos nucleicos en su interior.

Por este motivo, muchos expertos han recomendado utilizar ozono para destruir el coronavirus y desinfectar espacios. No obstante, l Ministerio de Sanidad no lo ha incluido en su lista oficial de virucidas demostrado eficacia frente a virus atendiendo a la norma UNE-EN 14476. Tampoco lo han hecho otras entidades, como la EPA o la misma OMS.

El motivo se puede explicar ateniendo a dos aspectos. El primero es que, dada la temprana edad del nuevo coronavirus, aun no existen estudios que certifiquen con garantías que el

En segundo lugar, no hay que olvidar que el ozono, al igual que un necesario aliado, también se presenta como un agente tóxico. La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA), de hecho, lo clasifica como sustancia peligrosa por su capacidad de causar daños en vías respiratorias, irritación de piel y daño ocular.



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