El récord histórico de calor crea lagos sobre el hielo de la Antártida

Un récord histórico de calor crea lagos en el hielo de la Antártida

A comienzos de febrero, la Península Antártica tuvo temperaturas de 18 grados, cuando lo habitual es que no pasen de cero. Esta ola de calor ha causado la aparición de lagos que acaban de descubrir los satélites de la NASA. Los expertos advierten sobre el aumento de estos episodios y explican que el derretimiento del hielo crea un proceso de retroalimentación que acelera el deshielo


La Antártida ha registrado este mes de febrero la temperatura más alta medida en un verano austral. El pasado día 6, los termómetros de la Base Argentina Esperanza (BAE), situada en el extremo norte de la Península Antártica, registraban una temperatura de 18,3º centígrados, un récord que acaba de validar el Earth Observatory de la NASA. Lo normal en esa zona y en esta época del año es que el termómetro no pase de 0 grados.

Para hacerse una idea, ese mismo día hubo máximas de 13 grados en Madrid, 14 en Toledo y 17 en Valencia. Lo que significa que se sintió más calor en partes del Polo Sur que en la Península Ibérica.

La consecuencia de ese ascenso de temperaturas, que se mantuvo durante varios días, entre el 5 y el 13 de febrero, fue la aceleración del deshielo en el continente helado. La NASA acaba de ofrecer imágenes por satélite que muestran la formación de agua líquida sobre la superficie helada, un fenómeno que preocupa a los científicos, ya que el derretimiento del hielo y la aparición de agua genera un efecto en cascada que retroalimenta nuevas fusiones.

El agua y la nieve no tienen el mismo comportamiento ante la luz solar. El color blanco del agua helada tiene la capacidad de reflejar la radiación. Sin embargo, el agua derretida adquiere tonos más oscuros, lo que aumenta su capacidad de captar calor. Se conoce como albedo el porcentaje de radiación que una superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella. Y las diferencia de albedo entre el agua y el hielo, aunque puedan parece ínfimas al ciudadano de a pie, tienen consecuencias mayúsculas en la naturaleza.

El agua absorbe más calor

El efecto que tiene la aparición de agua sobre el hielo lo explica para El Ágora Andrés Barbosa, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha participado en numerosas expediciones polares.

En el caso de Groenlandia, donde en verano es habitual observar la formación de lagos de agua sobre la superficie, esto lleva a que se genere un efecto de retroalimentación. Cuanto más hielo se derrite y más agua aparece, más capacidad tiene esta de absorber calor, y por tanto el proceso de fusión se acelera de forma exponencial, aclara el experto.

En Groenlandia, en los últimos años, se están formando sumideros que atraviesan el casquete helado y que hacen llegar el agua hasta la base de la masa de hielo, explica el científico. La entrada de agua en la zona de contacto entre el glaciar y la roca base lubrica la zona de contacto y acelera el deslizamiento del glaciar sobre el suelo. Ese es uno de los motivos por los que muchos glaciares de montaña o polares han aumentado su velocidad de deslizamiento en los últimos años.

Imágenes ofrecidas por la NASA de la variación ocurrida entre el 4 de febrero y el 13 de febrero de 2020 en la Base Argentina Esperanza en la Antártida. A la derecha se puede ver la formación de lagos de agua azul tras la subida de temperatura de los días anteriores. | NASA Earth Observatory

En el caso de la Antártida todavía no ha empezado a constatarse este fenómeno, pero sí se han podido ver en los últimos días lagos recién creados de un color azul y con un albedo mayor al de la nieve. La secuencia sobre estas líneas muestra la variación experimentada en el hielo de Eagle Island, junto a la Base Argentina Esperanza, y que fue captada durante varios días por el Sistema de observación Operational Land Imager (OLI) montado en el satélite Landsat 8. Se trata de una composición que suma imágenes tomadas en el espectro visible de la luz y en los infrarrojos, lo que ayuda a los científicos a realizar una estimación exacta de lo sucedido.

Durante el episodio de altas temperaturas recién ocurrido, el equipo de Mauri Pelto Mauri Pelto, glaciólogo del Nichols College (EEUU) y responsable de la investigación de este fenómeno, ha podido ver como se derretía una superficie de 1,5 kilómetros cuadrados que quedaba cubierta con una capa de agua de hasta 10 centímetros.

«Alrededor del 20% de toda la nieve acumulada el invierno anterior se derritió en esos pocos días», afirma Pelto. “No he visto nunca crecer lagos de deshielo de una forma tan rápida en la Antártida”, afirma el experto en un comunicado de la NASA.

“Se pueden ver este tipo de lagos de deshielo en Alaska y en Groenlandia, pero no es habitual que ocurra en el continente antártico”, añade Pelto, quien también ha registrado esto días una notable presencia de agua superficial sobre el glaciar antártico de Boydell.

Para el experto, estos episodios de deshielo se deben al aumento continuado en los últimos años de las temperaturas por encima de 0 grados en la Antártida. “Estas temperaturas templadas no eran habituales en la Antártida hasta el siglo XXI, pero se han hecho comunes en los últimos años”, añade el investigador estadounidense.

Ola de calor en el Polo Sur

Las temperaturas inusualmente altas de comienzo de febrero de 2020 se han debido a una combinación de elementos meteorológicos. Una cresta de alta presión se situó durante varios días sobre el Cabo de Hornos permitiendo que subieran las temperaturas. La Antártida suele estar protegida de estos frentes cálidos por una banda de vientos del oeste de gran intensidad que rodean al continente. Pero en esos días de febrero el viento oeste circumpolar había disminuido en intensidad, lo que permitió que las altas temperaturas del norte se desplazaran hacia el sur.

La imagen bajo estas líneas, ofrecida por la NASA, muestra las temperaturas registradas en la Península Antártica durante la ola de calor de comienzos de febrero, con los colores azules señalando las temperaturas bajo cero, propias de la época, y los tonos cálidos indicando la inusual variación al alza de las temperaturas.

Temperaturas en la Península Antártica registradas el 9 de febrero de 2020. | Foto: NASA Earth Observatory

«La ola de calor de febrero ha sido la tercera que vemos en poco tiempo. Ya hubo otras en noviembre de 2019 y en enero de 2019. Lo realmente preocupante no es que haya un pico de temperaturas, como ahora, sino que estos eventos sean más y más frecuentes cada vez”.

En esa misma dirección apunta el científico español Andrés Barbosa. En su opinión es muy preocupante el aumento de temperaturas y de deshielo en la Antártida porque indican una tendencia al calentamiento cada vez más acusada. “El aumento de temperaturas ha provocado que el 80% de los glaciares haya perdido cerca del 10% de su masa. De hecho, durante este último año, los científicos que trabajan allí han reportado una cantidad de nieve mínima, al igual que con las precipitaciones”, afirma a El Ágora.

Barbosa ha participado durante años en campañas científicas en la Antártida y ha visto los cambios ocurrir ante sus ojos. “Esta temporada he regresado a la estación uruguaya de Artigas que visité hace 25 años en la isla del Rey Jorge y he podido comparar fotografías que tomé entonces con lo que he visto ahora. El retroceso de los glaciaeres es notable y se aprecia a simple vista”.

Hay tiempo de actuar

Barbosa es un especialista en fauna y algunas de sus líneas de investigación tienen que ver con el estudio del efecto del cambio global sobre las especies de la Antártida, como los pingüinos, o con la llegada de nuevas especies, posibles invasoras, por los cambios ambientales y por la mayor presencia humana en el área.

En su opinión, es fundamental seguir trabajando en mitigación del cambio climático, reducir las emisiones y contener el aumento de temperaturas lo máximo posible. “No hay que dar la batalla por perdida. Desde luego, ya va a ser imposible dejar las cosas como estaban y que podamos tener las temperaturas de hace 30 años, pero hay que trabajar con optimismo para evitar que el problema vaya a más”, asegura.

“Tenemos que trabajar para evitar lo peor del cambio climático porque no es lo mismo conseguir que las temperaturas suban 1,5 grados, que tres grados o seis. Las consecuencias serán mucho peores”, concluye el experto.



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