El gran agujero en la capa de ozono de 2021 se cierra

El gran agujero en la capa de ozono de 2021 se cierra

Tras registrar en 2021 un agujero en la capa de ozono más extenso que el 95% de los agujeros registrados, además de ser uno de los más duraderos y profundos, los científicos del CAMS han anunciado que este evento está a punto de llegar a su fin


Los científicos del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) han estado monitoreando de cerca el desarrollo del agujero en la capa de ozono antártica de este año debido a las titánicas dimensiones de su tamaño y a su rápido crecimiento.

Y es que, a pesar de haber seguido una tendencia dentro de los límites desde su apertura en 2021, le bastó tan solo una semana de septiembre para superar en extensión al 75% de los agujeros registrados desde 1979 por esas fechas, llegando incluso a ser más grande que la propia Antártida.

“El agujero de la capa de ozono de este año se desarrolló como se esperaba al comienzo de la temporada, pero luego se convirtió en uno de los más duraderos y con una extensión más elevada de lo normal”, comentó Vincent-Henri Peuch, director del CAMS, a la par que admitía que “estamos ante un agujero en la capa de ozono bastante grande y potencialmente también profundo”.

Ahora, tras dos meses de vaivenes, el CAMS ha anunciado que ese agujero masivo casi ha llegado a su fin, no sin antes haberse catalogado como uno de los más grandes y de mayor duración. De hecho, al final ha sido más grande que el 95% de los agujeros en la capa de ozono registrados desde 1979.

“Los agujeros de ozono antárticos de 2020 y 2021 han sido bastante grandes y excepcionalmente longevos. Estos dos episodios seguidos más largos de lo habitual”, ha señalado Vincent-Henri Peuch, que ha recordado que estos episodios no se deben a un posible fallo en el Protocolo de Montreal, sino variabilidad interanual por condiciones meteorológicas y dinámicas.

En este sentido, recuerda que el agujero se forma durante la primavera del hemisferio sur, llegando a su punto máximo entre septiembre y octubre cuando la energía del Sol despierta a los átomos de cloro y bromo químicamente activos que permanecían inactivas en el vórtice polar en la oscuridad del invierno.

Comparación del agujero de ozono del 15 de octubre con el registrado el 20 de diciembre | Foto: CAMS

Cuando las temperaturas altas en la estratosfera comienzan a subir a fines de la primavera del hemisferio sur, el agotamiento del ozono se ralentiza, el vórtice polar se debilita y finalmente se descompone, y para fines de diciembre los niveles de ozono han vuelto a la normalidad.

“Las nubes estratosféricas polares, que tienen un papel importante en la destrucción química del ozono, solo se forman a temperaturas inferiores a -78 grados Celsius. Estas nubes estratosféricas polares contienen cristales de hielo que pueden convertir compuestos no reactivos en reactivos, que luego pueden destruir rápidamente el ozono tan pronto como la luz del sol esté disponible para iniciar las reacciones químicas”, han explicado desde el CAMS.

“Esta dependencia de las nubes estratosféricas polares y la radiación solar es la razón principal por la que el agujero de ozono solo se ve a fines del invierno o principios de la primavera”, han añadido.

Un mundo sin el Protocolo

Las sustancias que agotan la capa de ozono (SAO), principalmente clorofluorocarbonos (CFC), empezaron a estar presentes en los estudios científicos en la década de 1970, cuando los expertos observaron como un agujero masivo empezaba a emerger en la Antártida.

En vista de que ese agujero estaba siendo producido por la emisión antropogénica de SAO, los gobiernos de todo el mundo firmaron el Convenio de Viena y posteriormente el Protocolo de Montreal, que obliga a reducir gradualmente el consumo y la producción de los casi 100 diferentes SAO.

Si ese Protocolo no se hubiese llegado a firmar, un científico de la Universidad de Lancaster publicó en Nature que la capa de ozono podría haber colapsado en la década del 2040, mientras que para finales de siglo hubiera habido un 60% menos de ozono sobre los trópicos.

Asimismo, las sin la capa de ozono las plantas absorberían un 15% menos de carbono para finales de siglo, lo que resulta en un 30% menos de carbono almacenado en plantas y suelos. Por lo tanto, esto nos lleva a un mundo con un 30% más de dióxido de carbono en la atmósfera y a un calentamiento 0,8 grados Celsius superior al actual.

A esto habría que añadir los 1,7°C de calentamiento adicionales que estima que pueden producir los gases de efecto invernadero que destruyen el ozono. Así, con la destrucción de la capa de ozono la cifra se situaría en los 5,2°C, suficientes como incrementar notablemente el riesgo de sufrir inundaciones, hacer desaparecer todos los glaciares del mundo o inundar la gran mayoría de ciudades costeras.


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