La colonización de Norteamérica aceleró diez veces el ritmo de la erosión - EL ÁGORA DIARIO

La colonización de Norteamérica aceleró diez veces el ritmo de la erosión

La erosión del suelo en el último siglo en Estados Unidos equivale a la que se habría producido en 3.000 años de actividad natural. La llegada del hombre blanco marcó un antes y un después en la calidad del suelo y ahora el país teme quedarse sin tierra fértil


Los norteamericanos mantienen una relación agridulce con su pasado. A diferencia de en Europa, donde la época prerromana en la que había leones y pequeñas poblaciones autóctonas se pierde en la noche de los tiempos, aquí la colonización es un asunto reciente: sus cicatrices todavía están frescas. Existen reservas de nativos americanos que tratan de mantener los últimos vestigios de su cultura, y la campaña de conquista del Oeste aún vive en el acervo popular del cine y las historias familiares. Una fuente de orgullo y también de culpa.

El tamaño de la huella de los colonos aún sigue siendo motivo de estudio. Ahora una investigación conjunta de científicos de Estados Unidos, China y Bélgica ha descubierto que la llegada de los europeos a Norteamérica aceleró la erosión del suelo: la hizo diez veces más rápida. Una acción que ha tenido consecuencias clave en los ecosistemas y en el modelo de gestión de las tierras hasta el día de hoy.

“Ya sabíamos que cuando los colonos europeos empezaron a cultivar en Norteamérica, hubo un aumento de la erosión”, declaró uno de los investigadores, el profesor David Kemp, de la Universidad de Geociencias de China, en Wuhan. “Esto llevó a la deposición de grandes cantidades de sedimentos de ríos y terrenos inundables, conocidos como aluvión. Nuestro estudio cuantifica este aumento por todo el continente”.

Rivera erosionada y cargada de sedimentos en South Park, Pennsylvania (Estados Unidos).

El estudio, publicado en Nature Communications, analizó la acumulación de aluviones desde la era del Pleistoceno hasta el presente. Los científicos observaron que el ratio de acumulación de aluviones se mantuvo estable durante aproximadamente 40.000 años, pero que empezó a acelerarse con la llegada del hombre blanco a las tierras de los actuales Estados Unidos. Por eso la erosión en el último siglo equivale a la que se habría producido en 3.000 años de actividad natural.

La acción humana ha tenido un fuerte impacto en la tierra, sobre todo la agricultura, que en ocasiones implica deforestación y agotamiento de los suelos; en las últimas décadas también se ha notado la modificación del curso de los ríos. La construcción de presas, según los autores del estudio, “altera la morfología de los canales y el régimen de corriente, con impactos consecuentes en los ecosistemas de terrenos inundables y depósitos de sedimentos”. De esta forma el ritmo de la erosión ha llegado a duplicar el ritmo de la formación natural de los suelos.

El documento de Nature confirma estudios los hallazgos de estudios similares. Una investigación de la Universidad de Vermont y el Imperial College London se centró en analizar una franja de tierra particularmente explotada: 600 kilómetros que se extienden por la fachada atlántica de Estados Unidos, entre la Costa Este y los Montes Apalaches. La agricultura intensiva de esta región, que empezó en el siglo XVIII y llegó a su cénit a principios del siglo XX, provocó una erosión del suelo en torno a 100 veces mayor de la que se habría dado de forma natural.

Suelo agrícola agrietado por la sequía y la erosión.

El informe, publicado hace cinco años en la revista Geology, llegó a sus conclusiones usando un método por entonces original. Los científicos determinaron los ritmos de la erosión midiendo el isótopo radiactivo Berilio 10 en los aluviones de tierra. Dado que el Berilio indica el tiempo que ha estado la tierra expuesta al sol, fue posible estimar la evolución que han ido sufriendo sus capas.

En las regiones estudiadas, los ríos dividen los montes y solo son capaces de mover un 10% de la tierra que la erosión ha ido arrojando desde las zonas cultivadas o deforestadas. Una gran parte de esta tierra se queda en las laderas de las montañas. Las aguas de estos ríos, por tanto, están tan cargadas de aluviones que tardarán mucho más tiempo de lo normal en descartarlos.

El suelo es la sangre de nuestro planeta, al proporcionar un medioambiente rico en nutrientes en el que se puedan plantar los cultivos principales”, declaró el Dr. Dylan Rood, de Imperial College. “La pérdida de suelo a través de la erosión puede tener un efecto devastador en nuestro medioambiente y en nuestra forma de vida. Nuestro estudio muestra exactamente lo grande que ha sido el impacto de la colonización y la agricultura europea en el paisaje de Norteamérica”.

Desbordamiento del río sumerge la interestatal 44 en Missouri (Estados Unidos).

El hecho de que la llegada de los blancos acelerase la explotación del suelo no significa que los indígenas desconocieran la agricultura. Esa imagen de paraíso terrenal y armonioso, de recolección y de caza y de paisajes vírgenes hasta donde alcanzase la vista, ha ido siendo cuestionada por los historiadores. Muchas de las tribus nativas americanas tenían explotaciones y pequeños estados con sus jerarquías y ciudades amuralladas. Si uno desembarcase en estos territorios en el siglo XVI, como los españoles que fundaron la primera ciudad europea del lugar, San Agustín, en 1565, probablemente no tardaría en ver actividad.

“Desde el sur de Main hasta cerca de las Carolinas, habrías visto más o menos toda la costa alineada de granjas, tierra roturada (…) y pueblos densamente poblados, por lo general rodeados de murallas de madera”, explicó a la radio NPR Charles C. Mann, autor de 1491: Una nueva historia de la Americas antes de Colón. “Y luego, en Sureste, habrías visto estas jefaturas sacerdotales, centradas en grandes montículos, miles y miles de ellos, que todavía existen”.

La explotación acumulada, sobre todo desde la llegada europea al Nuevo Mundo, ha hecho que Estados Unidos tema quedarse sin tierra fértil. Un estudio de la Universidad de Cornell, de 2015, calcula que cada año se destruyen 1.700 millones de toneladas de suelo cultivable. Y se tarda mucho menos en demoler los suelos que en reponerlos. Desarrollar tres centímetros de capa superior del suelo lleva unos 1.000 años.



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