La composición actual de la Comisión Europea, dirigida por la alemana Ursula von der Leyen, cumple un año de intensa actividad en el que se ha impulsado más que nunca la acción climática y se ha coordinado la respuesta contra el coronavirus



Lanzar la mayor estrategia de acción climática que jamás ha visto Europa y coordinar la respuesta contra una pandemia sin equivalentes en la historia reciente. Esa ha sido la compleja hoja de ruta de la Comisión Europea en el primer año de mandato de la alemana Ursula von der Leyen y sus 26 comisarios, que a pesar de haber tenido que modificar sobre la marcha sus planes de Gobierno por culpa del coronavirus, han seguido apostando de manera decisiva por la transición ecológica, aunque el enfoque se haya trasladado en los últimos meses a la reconstrucción económica. Eso sí, gran parte de los anuncios «verdes» que ha hecho el Ejecutivo europeo este último año aún tienen que concretarse a lo largo de un mandato que, en realidad, acaba de comenzar.
Y eso que, en un principio, nadie esperaba que Von der Leyen fuera la máxima autoridad europea. Tras las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, la elección del nuevo presidente de la Comisión tenía que estar entre los candidatos que se habían presentado como cabezas de lista de las principales familias políticas europeas. Sin embargo, ni la opción conservadora ni la socialdemocráta cosechaban suficientes apoyos entre los estados miembro, por lo que el eje franco-alemán fue de nuevo el encargado de buscar una solución de consenso, que no fue otro que la hasta entonces ministra de Defensa de Angela Merkel.
Eso sí, el estreno de la nueva Comisión no fue sencillo. La Eurocámara, desencantada con la decisión, votó con reticiencia a Von der Leyen, que asumió el cargo con una mayoría de apenas nueve votos. Por eso, la política alemana se esforzó desde un primer momento en demostrar que podía ser una presidenta «para todos los europeos», como explicó en su primer discurso. En sus primeros 100 días, el Ejecutivo no paró en ningún momento de marcar la futura agenda europea con ambiciosos objetivos. Sobre todo, a través de un Pacto Verde Europeo que Von der Leyen ha querido convertir en la piedra angular de su mandato.


«Nos comprometimos a hacer de Europa el primer continente neutral en carbono para 2050. Creamos un paquete para hacer de Europa un líder mundial en innovación digital. Presentamos una estrategia industrial para definir un nuevo camino a seguir para la industria en Europa durante la transición verde y digital y nos centramos en fortalecer la competitividad de Europa en el escenario mundial. En poco más de tres meses, establecimos la hoja de ruta más ambiciosa hacia un futuro verde, digital y próspero para Europa», resume Von der Leyen en un comunicado lanzado esta semana para conmemorar el primer año de su mandato.
Sin embargo, fue justo en medio de esta vorágine de políticas «verdes» y poco después de haber cumplido los primeros 100 días de mandato cuando la Comisión se tuvo que enfrentar a una situación sin precedentes que iba a trastocar sus planes más inmediatos: un nuevo virus respiratorio, originado en la ciudad china de Wuhan, se convirtió de la noche a la mañana en el más inmediato problema de los ciudadanos europeos. Comenzaba la crisis del coronavirus y Europa debía actuar en consecuencia.
Un momento decisivo para la Comisión
Al principio, y al igual que a gran parte de los países europeos, la crisis del coronavirus pilló a la Comisión a contrapié. Cada país decidía hacer la guerra por su cuenta, mientras los mercados nacionales entraban en pánico y los diferentes Gobiernos europeos competían entre sí por hacerse con unos materiales sanitarios que escaseaban. El mejor ejemplo de esta falta de coordinación estuvo en el precipitado cierre de fronteras que la mayoría de países comunitarios decidieron de forma unilateral, dejando fuera de juego a Von der Leyen durante varias semanas.
Sin embargo, el Ejecutivo comunitario decidió pronto dar un golpe sobre la mesa. En abril, la Comisión empezó a trabajar para organizar una respuesta europea concertada y coordinada a la emergencia sanitaria, que incluía la adquisición y distribución de equipo de protección, la repatriación de europeos varados y la obtención de dosis de una futura vacuna. Pero el verdadero empujón a la política europea llegaría en mayo, cuando la Comisión diseña un presupuesto nunca visto que ascendía 1,82 billones de euros y un paquete de recuperación, llamado NextGenerationEU, que es adoptado en julio por unanimidad por el Consejo Europeo.
Con este histórico presupuesto, Von der Leyen no solo buscaba dotar a los Gobiernos europeos de capacidad para superar la crisis, sino que daba un paso más en la construcción europea al incluir provisiones por valor de 750.000 millones de euros que serán financiadas por una deuda conjunta, algo que es sin duda un avance notable en la política fiscal europea. Además, a la espera de que se aprobaran las nuevas cuentas, se lanzaron otros fondos de efecto inmediato como el SURE, para ayudar a los países a cubrir los costes de los despidos temporales masivos.


Pero, sobre todo, la Comisión decidió mantener su apuesta por la transición ecológica del Viejo Continente y convertir la pandemia en un acicate para el cambio, personificado en el Pacto Verde Europeo. Primero, presionando para que en plena crisis los países europeos elevaran su ambición en materia de reducción de emisiones y logrando que el Consejo Europeo discuta si se fija en un 55% el recorte de gases de efecto invernadero para 2030.
De hecho, el objetivo de Von der Leyen es que los fondos europeos ayuden a los Estados miembro a reconstruir Europa de una manera que más verde y digital: en concreto, el 30% de los fondos NextGenerationEU se recaudarán a través de bonos verdes y más del 50% del dinero se destinará a la modernización a través de la investigación, la innovación y la acción climática.
Es cierto que también ha habido reveses, incluido un enfrentamiento en curso con Hungría y Polonia por el estado de derecho que puede incluso amenazar los presupuestos, aunque en la Comisión están convencidos de que saldrán adelante. Pero, gracias en parte a las circunstancias, Von der Leyen ya ha logrado en un año impulsar la integración de la UE y sus políticas climáticas más de lo que la mayoría de los presidentes pueden esperar en cinco años, como demuestra que se haya roto el tabú de la deuda conjunta. Pero aún queda, quizás, lo más difícil: llevar a la práctica los ambiciosos objetivos que contempla el Pacto Verde Europeo y demostrar al mundo que la transición ecológica a tiempo es posible. Von der Leyen tiene todavía cuatro años de mandato para lograrlo.
