La colaboración mundial, la medicina que salvó a la capa de ozono - EL ÁGORA DIARIO

La colaboración mundial, la medicina que salvó a la capa de ozono

Como cada año, el 16 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, una jornada que ensalza el poder de la colaboración para conseguir objetivos comunes, en este caso, la protección de una capa atmosférica que permite la vida tal y como la conocemos


Las proyecciones con fundamento tienen la cualidad de traspasar la barrera de lo imaginario para convertirse en un escenario con fuertes aromas de realidad. Ejemplos hay muchos, pero siendo acordes con la fecha de hoy, encaja a la perfección la suposición de Paul Young, profesor en la Universidad de Lancaster, en relación con la pregunta de “¿Qué pasaría si no hubiésemos hecho nada para evitar la destrucción de la capa de ozono?”

En primer lugar, él describe un mundo casi apocalíptico en el que los seres humanos nos hemos adaptado apresuradamente a un escenario en el que los rayos del sol se han convertido en un asesino infalible. De hecho, los niños, que deberían ser uno con la calle, apenas pueden pasar cinco minutos en ella sin notar los impactos nocivos de la exposición al astro rey.

El autor cree que el colapso de la capa de ozono podría llegar en la década del 2040 en un escenario donde no se hubiese hecho nada por evitar su destrucción

Lejos de estas curiosidades, lo más impactante de su proyección es la afirmación de que sin la capa de ozono las plantas absorberían un 15% menos de carbono para finales de siglo, lo que resulta en un 30% menos de carbono almacenado en plantas y suelos. Para Paul Young, esto nos lleva a un mundo con un 30% más de dióxido de carbono en la atmósfera y, por tanto, a un calentamiento 0,8 grados Celsius superior al actual.

A esto habría que añadir los 1,7°C de calentamiento adicionales que estima que pueden producir los gases de efecto invernadero que destruyen el ozono.

En cifras, el Grupo de trabajo I (WGI) del Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) estableció recientemente que la humanidad aumentará la temperatura media planetaria para finales de siglo en unos 2,7°C si sigue con el actual ritmo de emisiones. Por tanto, con la destrucción de la capa de ozono la cifra se situaría en los 5,2°C, suficientes como incrementar notablemente el riesgo de sufrir inundaciones, hacer desaparecer todos los glaciares del mundo o inundar la gran mayoría de ciudades costeras.

Por suerte, la humanidad eligió otro camino, testimonio del poder de la cooperación internacional y la investigación científica, que tenía como fin acabar con los gases antropogénicos que estaban destruyendo la capa de ozono, el “escudo de nuestro planeta”, como lo definen los científicos a cargo del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS).

Las sustancias que agotan la capa de ozono (SAO), principalmente clorofluorocarbonos (CFC), empezaron a estar presentes en los estudios científicos en la década de 1970, momento en el que el área de agotamiento del ozono sobre la Antártida aumentó a 1,1 millones de kilómetros cuadrados, con una concentración mínima de ozono de 194 unidades Dobson. Para 1985, año en el que a este fenómeno se le denominó como “el agujero de la capa de ozono”, el escudo planetario tenía un agujero 20 veces superior.

Por este motivo, los gobiernos de todo el mundo, amparados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), organizaron el Convenio de Viena, un marco cuyo principal objetivo es promover la cooperación internacional mediante el intercambio de información acerca del impacto de las actividades humanas en la capa de ozono.

Dos tipos de ozono

El ozono es una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno que, dependiendo de la zona de la atmósfera en la que se encuentre puede ser beneficioso o perjudicial para la vida. Según el CAMS, el más preocupa a la humanidad es el “ozono bueno”.

Este se encuentra principalmente a 20-25 km sobre la superficie de la Tierra y aglutina alrededor del 90% del planeta. Su función es simple: actuar como un escudo que evite que gran parte de la dañina radiación ultravioleta del sol llegue a la superficie.

“La exposición limitada a la radiación ultravioleta es buena para nosotros, especialmente porque induce la producción de vitamina D, pero los niveles excesivos pueden causar cáncer de piel y cataratas”, señala el CAMS.

El 10% restante del ozono se encuentra cerca de la superficie como resultado de las actividades humanas y es el denominado “ozono malo” dado su alta reactividad y su fuerte capacidad oxidante. Entre otras cosas, puede dañar los sistemas respiratorios de las personas y, por ese motivo, algunos países del mundo, como los de la UE, regulan sus concentraciones y tratan de monitorear y pronosticar su formación.

Ahora bien, este Convenio no obliga a sus Partes a adoptar medidas específicas. Para que eso llegase habría que esperar hasta el 15 de septiembre de 1987, fecha en el que se elaboró el Protocolo de Montreal del Convenio de Viena, que entró en vigor en 1989.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este protocolo sí obliga a reducir gradualmente el consumo y la producción de los casi 100 diferentes SAO de manera escalonada, con diferentes calendarios para los países desarrollados y en desarrollo. Cabe destacar que, tras la firma del protocolo, los países signatarios comenzaron a reunirse una vez al año para tomar decisiones destinadas a garantizar la implementación exitosa del acuerdo. Dichos acuerdos incluyeron ajustar o enmendar el Protocolo, lo cual se ha hecho seis veces desde su creación.

La Enmienda de Kigali, por ejemplo, establece la reducción gradual de los hidrofluorocarbonos (HFC) que, si bien se introdujeron como alternativas que no agotan la capa de ozono, está demostrado que tienen un alto poder para exacerbar el efecto invernadero.

Evolución del agujero de la capa de ozono de 1979 hasta 2019. Para ver el estado actual, pulse aquí | Foto: CAMS

En cualquier caso, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, la ONU recuerda que gracias al Protocolo se han eliminado hasta el 98% de las SAO a nivel mundial en comparación con los niveles de 1990 y que, en esencia, podían haber multiplicado por 10 el deterioro de la capa de ozono. Asimismo, para la ONU el Protocolo de Montreal está salvando a unos dos millones de personas cada año del cáncer de piel y, no menos importante, está evitando la entrada de 135 gigatoneladas anuales de gases de efecto invernadero a la atmosfera.

“El agujero antártico se está estabilizando y puede que se esté recuperando lentamente. Nuestro objetivo ahora es asegurarnos de que esté sanando como se esperaba”, comentan los expertos del CAMS, que estiman que para 2030 el ozono de esta capa se recupere por completo en el hemisferio norte y las zonas de latitud media. El hemisferio sur y las regiones polares deberán esperar a 2050 y 2060 respectivamente.

Sin embargo, este acuerdo que presume de ser el único tratado de la ONU ratificado por todos los países de la Tierra, algunos expertos en un articulo de Nature relatan que no es perfecto y que aun tiene puntos que pulir. Así exponen que no se tienen en cuenta las posibles fugas en los acondicionadores de aire viejos, refrigeradores y espumas aislantes que hacen un gran uso de CFC y otras SAO. Según ellos, estas fugas podrían retrasar la recuperación del agujero de ozono hasta en seis años y sumar hasta 10 gigatoneladas de CO2 equivalente de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Récord en el agujero de la capa

Agujero de la capa de ozono antártica en su pico más alto en septiembre de 2020 | Foto: NASA Ozone Watch

En el 2020 saltaron todas las alarmas cuando los satélites registraron un agujero en la capa de ozono de 24,8 millones de kilómetros cuadrados de extensión, el más grande y profundo desde que comenzó la monitorización de la capa de ozono hace 40 años, y que contrastó con la tendencia que se había observado años atrás.

¿Cómo es posible que se lograse formar un monstruo así? La ciencia tiene la respuesta: las nubes estratosféricas polares. Según el CAMS, estas nubes juegan un papel fundamental en la destrucción química del ozono al tener en su interior cristales que pueden convertir compuestos no reactivos en reactivos que pueden destruir el ozono tan pronto como cuando la luz del Sol esté disponible para iniciar las reacciones.

“A modo de comparación, la Unión Europea se ha comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en aproximadamente siete gigatoneladas de CO2 equivalente entre 2019 y 2030”, señalan en el artículo.

Otros aspectos que, según los artífices del documento, escapan del protocolo son aquellos SAO que se utilizan como materia prima en la elaboración de otros químicos y, por supuesto, el óxido nitroso, principal destructor de la capa de ozono. Por este motivo, piden que fortalecer el cumplimiento del Protocolo con nuevas alianzas que encuentren “soluciones amistosas” a todos estos «puntos débiles” que pueden socavar todos los esfuerzos realizados hasta ahora.

Otras instituciones piden seguir mejorando la investigación y el monitoreo del ozono a la par que se endurece la legislación para evitar que las sustancias que agotan la capa de ozono puedan utilizarse en actividades no contempladas en el Protocolo de Montreal u otras de carácter ilegal. Como señala el Parlamento Europeo, se trata «de seguir evolucionando en favor del planeta ya que no solo está en juego el futuro de la capa de ozono, sino la vida que depende de él».


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