Representando tan solo el 6% de la población mundial, los pueblos indígenas otorgan grandes beneficios para el resto del planeta, que les ha devuelto el favor con abusos que continúan en nuestros días. Por ello, piden en el Día Internacional de los Pueblos Indígenas una revisión del contrato social ser iguales en derechos



La sola mención del término nos traslada hacia una época remota en la que las civilizaciones desarrolladas se lanzaban a la conquista de los confines del mundo. Un concepto que parece no encajar con la modernidad de los tiempos, gobernados por el carácter urbano y la innovación tecnológica. Pero lo cierto, es que nunca estuvo tan vivo y, de hecho, sin él no podríamos alcanzar hitos tan importantes como la Agenda 2030. Hablamos ni más ni menos que de los pueblos indígenas.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), existen pueblos indígenas en todos los continentes, desde el Ártico hasta el Pacífico, pasando por supuesto por África, América e incluso Europa. Las estimaciones muestran que al menos 450 millones de personas se identifican dentro de un pueblo indígena, lo que significa que aproximadamente el 6% de la población mundial son remanentes de una cultura y forma de vida humana casi primigenia.
Los pueblos indígenas constituyen el 6% de la población mundial, pero representan el 15% de las personas más pobres del planeta
Estas cualidades han conducido a pueblos indígenas a buscar el reconocimiento de sus identidades, su forma de vida y el derecho sobre sus territorios tradicionales y recursos naturales. No obstante, en muchos casos han conseguido lo contrario hasta el punto de convertirse en una de las poblaciones más vulnerables y perjudicadas del mundo, según la ONU.
Uno de los primeros que se lanzaron a defender los derechos de su pueblo fue Deskaheh, jefe de los Haudenosaunee, que en 1923 viajó a Ginebra para hablar ante la Liga de las Naciones. Aunque no le fue permitido tomar la palabra, regresó a su pueblo en 1925 con una visión que alimentó a las generaciones que le siguieron.


Su pueblo y otros muchos tuvieron que esperar hasta 1982 para materializar un órgano internacional que les brindase la oportunidad de compartir sus experiencias y plantear sus preocupaciones en la ONU. Este fue el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas (WGIP), un órgano subsidiario de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos Humanos que cuya fecha de creación el 9 de agosto, momento que marca el actual Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
Más tarde, durante la primera Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas, se elaboró un plan de acción para el 2015 para todo el sistema de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas con el objetivo de seguir mejorando el apoyo a los Estados Miembros y los pueblos indígenas.
En el actual Día Internacional de los Pueblos Indígenas, con el eslogan «No dejar a nadie atrás: los pueblos indígenas y el llamado a un nuevo contrato social», la ONU pide “reivindicar la inclusión, participación y aprobación de los pueblos indígenas en la constitución de un sistema con beneficios sociales y económicos para todos” a través de una revisión del contrato social.


“Un contrato social es un acuerdo no escrito que las sociedades hacen para cooperar por beneficios sociales y económicos. Históricamente, este contrato se hizo entre las poblaciones dominantes y, por ese motivo, el nuevo debe basarse en una auténtica participación y asociación que fomente la igualdad de oportunidades y respete los derechos, la dignidad y las libertades de todos”, explica la ONU.
“Todo este recorrido pasa por el derecho de los pueblos indígenas a participar en la adopción de decisiones, un componente clave para lograr la reconciliación entre los indígenas y los Estados”, añade.
Por ahora, este nuevo camino ha quedado labrado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que en esencia no fueron posibles sin la participación de los pueblos indígenas.
Gracias a su trabajo, el marco resultante pudo hacer referencia a las cuestiones que les preocupan en materia de desarrollo, fundamentados en los principios de la universalidad, los derechos humanos, la igualdad y la sostenibilidad ambiental, que son, todo ellos, “prioridades básicas para los pueblos indígenas, según la ONU.
Como curiosidad, en la Agenda 2030 existen hasta seis referencias directas a los pueblos indígenas: tres veces en la declaración política; dos en las metas del Objetivo 2 sobre Hambre Cero (meta 2.3) y el Objetivo 4 sobre educación (meta 4.5), y uno en la sección de seguimiento y revisión que pide la participación de los pueblos indígenas.
Lecciones aprendidas
Esta conexión renovada entre pueblos indígenas y Estados está siendo “fructífera” en ambas direcciones, sobre todo para las regiones desarrolladas dado el contexto de cambio climático y pérdida masiva de biodiversidad que estamos recorriendo.
En este sentido, los pueblos indígenas son considerados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como “los guardianes de la naturaleza” porque, representando solo ese 6% de la población mundial son capaces de administran con eficiencia el 28% de la superficie terrestre y hasta el 80% de la biodiversidad.
Su impacto en la naturaleza es tan ínfimo con los beneficios que aportan que estudios científicos se han atrevido a catalogar algunos de las regiones que habitaron como prístinas. Uno en concreto publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) este año habla de bosque en Perú que, a pesar de haber acogido tribus locales, había permanecido relativamente inalterado durante 5.000 años.


Otro, publicado en esa misma revista incluso expone que las practicas milenarias que realizaban estas poblaciones con respecto a los incendios controlados antes de la llegada de los colonizadores servían no solo para reforzar la cultura, sino para cuidar de los ecosistemas y preservar la biodiversidad en ellos.
En este sentido, su autor, aunque admite que esta práctica es objeto de debate en muchos lugares del mundo, cree que su aplicación adaptada a los nuevos entornos secos por el cambio climático podría ayudar en cierto modo a mitigar la aparición de grandes incendios al tiempo que se promueve la conservación de los paisajes, hábitats y especies deseados.
Incluso, sus conocimientos del medio son tan valiosos que un proyecto colaborativo lanzado por las universidades de Nueva York y Johns Hopkins, en el que se decidió instruir en las nuevas tecnologías hasta unos 120 representantes indígenas de la Amazonía peruana, resultó todo un éxito para evitar la deforestación ilegal.
El pago por todos estos beneficios han sido años y años de constantes abusos hacia ellos que ahora permanecen ahora como «lecciones aprendidas» dentro de la memoria de aquellos estados que las perpetuaron. Hace poco Australia decidió pagar casi 200 millones de euros a los niños indígenas supervivientes que entre 1970 y 1980 fueron separados de sus familias biológicas para mandarlos a internados y misiones dirigidas por la iglesia.
Aun así, poco se puede hacer para recuperar un daño que solo se puede compensar otorgando a los pueblos indígenas su logro más preciado. ser reconocidos como personas de igual derecho.
