El Primer Informe de Evaluación (AR1) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) marcó un antes y después en la década de los 90. Si bien ya hubo otros autores que advertían del nacimiento de un potencial cambio climático, por primera vez este documento confirmó al mundo y de manera oficial la presencia de este fenómeno climático sinigual.
Entre otras cosas, manifestó que los gases de efecto invernadero (GEI) estaban detrás de esta transformación climática y, aunque expuso que la fuente de esos gases se mantenía incierta, no dejó dudas sobre un aspecto: se trataba de un proceso del que no había precedentes en los últimos 10.000 años y que de seguir con la tendencia observada se podría registrar un incremento de temperatura de 1 grado Celsius para el 2025 y de 3°C para finales de siglo, en ambos casos con respecto a los niveles preindustriales.
Tal fue el impacto de sus afirmaciones que sirvieron como base para crear Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que tiene como fin acabar con esos GEI, pero, sobre todo, para iniciar una nueva vertiente para esclarecer los hechos detrás de este cambio climático y proponer fórmulas para mitigarlo y adaptarnos a él.
El problema es que, después de casi 30 años desde la publicación del informe, tan solo se han logrado avances significativos en el apartado teórico. En lo práctico, la última información del IPCC desveló que la concentración de los principales GEI establecieron un récord a finales de la década pasada y que, en contra de las primeras proyecciones, ya se había incrementado la temperatura media planetaria entre 1,1°C y 1,2°C . Por eso, este domingo 24 de octubre se celebra el Día Mundial contra el cambio climático: es necesario concienciar a la población y, sobre todo, a los tomadores de decisiones, que el tiempo para actuar se agota.
Pero la temperatura no es el único termómetro para medir el aumento del cambio climático. Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad.
La Tierra se debe concebir como una sofisticada maquinaria que solo funciona en sintonía con la vida cuando sus engranajes trabajan de manera específica. Como todo está conectado, cuando una de esas piezas falla o se altera, el resto del sistema se transforma. Curiosamente, se trata de un sistema de un sistema estrechamente ligado con el agua, haciendo del líquido elemento un vivo reflejo de lo que está ocurriendo ahora en el planeta.
Así, el aumento de las temperaturas está impulsando a muchas zonas del planeta a intensificar sus sequías mientras en otras las lluvias torrenciales se convierten en norma. También el número de huracanes y de tormentas tropicales es mayor que hace 20 años al tiempo que los cambios en el ciclo hídrico han puesto en peligro la calidad del agua de aquellas zonas en el que las buenas condiciones de este recurso suponen la diferencia entre la vida y la muerte. Y esto es solo el principio.
“Debemos tomar conciencia de la inminente crisis del agua. La variabilidad de este recurso continúa siendo uno de los principales motivos de preocupación para muchas naciones, especialmente en África. Más de 2.000 millones de personas viven en países que padecen estrés hídrico y carecen de un suministro de agua potable y servicios de saneamiento”, comentó el profesor Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), durante la presentación de informe especial.
En un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzado en el 2018, miles de científicos y revisores gubernamentales coincidieron en que limitar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5°C nos ayudaría a evitar los peores impactos climáticos y a mantener un clima habitable.


Dejar de emitir gases
Sin embargo, el IPCC advierte que eso solo ocurrirá si dejamos de emitir desde ahora los GEI de manera masiva y que, aun así, hay muchas probabilidades de que se rebase esa temperatura antes de la mitad de este siglo. Para los científicos del panel lo más realista es que la temperatura media alcance un máximo de 2,7°C para finales de siglo.
Se trata de una cifra que supera ampliamente la segunda barrera declarada en el Acuerdo de París de 2015 y que pretende impedir un incremento de 2°C con respecto a los niveles preindustriales. Por tanto, aumentar la ambición para mantenerse dentro de lo límites del Acuerdo es un deseo que muchos países quieren poner de manifiesto en la vigesimosexta Conferencia de las Partes (COP26), que se celebrará en Glasgow entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre.
Como antesala a esa reunión, que muchos quieren que sirva como “el punto de inflexión de la acción climática”, el mundo celebrará este fin de semana el Día Mundial contra el Cambio Climático, una jornada en la que se tratará de movilizar y sensibilizar a personas de todo el mundo acerca de los efectos del cambio climático y el grave peligro que conlleva el calentamiento global.
También se recordarán las metas y objetivos que se pretenden alcanzar con esta nueva Conferencia que, por otro lado, se pide que esté más enfocada en el agua por el hecho de la estrecha relación entre el sistema climático y el agua.


Por el momento, se conoce que en la zona verde de la COP26, que contará con más de 100 expositores, 200 eventos y 11 patrocinadores, dedicará un espacio al agua en este nuevo contexto de transformación. Y aunque aun se desconozca la agenda de la zona azul, sí se sabe ya que el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por sus siglas en inglés), organizador de la prestigiosa Semana Mundial del Agua presentará el primer pabellón dedicado exclusivamente al Agua y el Clima dentro de la COP.
Allí, según apuntan desde la organización, se quiere “liderar un esfuerzo histórico para movilizar a la comunidad del agua y los socios en la comunidad de acción climática global”, con el objetivo de “elevar nuestras ideas y soluciones a los niveles más altos posibles a través de una voz unificada sobre el papel del agua en el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París y apoyar una acción climática global ambiciosa y basada en la ciencia”.
En cualquier caso, la COP26 será «la mejor esperanza» para actuar juntos ante la crisis climática, como resaltó el enviado especial del Clima de EE.UU., John Kerry: «Si uno no reduce lo suficiente entre 2020 y 2030, los científicos nos dicen que no podemos llegar a donde necesitamos ir. No podremos mantener el aumento de la temperatura de la Tierra a 1,5 grados y no podremos alcanzar (la emisión) cero para 2050».
