Si en las clases de historia se estudia la Edad del Hierro y la Edad del Bronce, quizás en las escuelas del futuro se enseñará esta época como la Edad del Plástico, un material del que producimos casi 400 millones de toneladas al año. Su presencia en cientos de objetos cotidianos, especialmente en productos de usar y tirar como platos o envases de comida que son difíciles de reciclar, hace que casi 12 millones de toneladas de residuos de plástico acaben en los mares y océanos. Un grave problema ambiental que contamina el agua con micropartículas y mata o daña a numerosas especies de fauna y flora, llegando incluso al organismo humano a través de la cadena trófica, al que Europa quiere empezar a poner remedio desde este mismo sábado.
Y es que este 3 de julio entra en vigor en toda la Unión Europea la Directiva europea de 2019 sobre plásticos de un solo uso, una normativa que prohibirá la venta de objetos de usar y tirar como bastoncillos de algodón, cubiertos de plástico, platos, pajitas, palitos agitadores de bebidas y palos de globos, además de desterrar algunos productos hechos de poliestireno expandido (vasos y envases de alimentos y bebidas) y todos los objetos fabricados con plástico oxodegradable o con microesferas de menos de 5 milímetros.
Además, otros productos de este material, como las bolsas plásticas reutilizables, las botellas, los filtros de tabaco o los artículos sanitarios y toallitas húmedas tendrán también desde este sábado nuevos requisitos de etiquetado y diseño para limitar su impacto ambiental, que se verán acompañados de campañas de concienciación y esquemas de responsabilidad ampliada para el productor. Por otro lado, desde este mayo la directiva incorpora nuevas normas para mejorar el tratamiento de las artes de pesca abandonadas en el mar, que obligará a los Estados miembro a establecer una tasa de recogida anual mínima nacional de artes de pesca de desecho que contengan plástico para reciclar, con vistas al establecimiento de una recogida cuantitativa vinculante de la Unión.
“Reducir el uso de plásticos de un solo uso ayuda a proteger la salud de las personas y el planeta. Las normas de la Unión Europea no solo son un logro histórico en el tratamiento de la basura marina, sino que también estimulan los negocios sostenibles y nos acercan a una economía circular donde la reutilización precede al uso único. De eso se trata el Pacto Verde Europeo: proteger y restaurar nuestro entorno natural al tiempo que estimulamos a las empresas a innovar”, explicó el vicepresidente ejecutivo del Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans, durante la presentación de esta revisión de la normativa, a finales del pasado mes de mayo.


Bruselas aprovechó ese evento para pedir a los 27 que armonizaran la prohibición de plásticos de un solo uso y urgir a los países que garanticen que «las nuevas reglas son aplicadas de forma correcta y uniforme» en todo el bloque europeo a partir del 3 de julio para evitar desigualdades. Una instrucción que parece no haber sido clara del todo porque hay países como España que aún no han transpuesto la normativa, aunque aseguran que la harán cumplir igualmente.
Limbo legal en España
La directiva europea no está por tanto aún en el ordenamiento jurídico nacional, pero los españoles viviremos el fin del plástico de un solo uso al mismo tiempo que el resto de los europeos. Al menos, así lo manifiesta una reciente nota informativa de la Subdirección General de Economía Circular de la Dirección General de Calidad y Evaluación Ambiental, en la que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico asegura que «las restricciones a la entrada en el mercado y las obligaciones de marcado entrarán en vigor a partir del 3 de julio de 2021«. Y es que el proyecto de Ley de residuos y suelos contaminados que incluye esta transposición acaba de iniciar su tramitación parlamentaria y está todavía en la etapa de escuchar a los sectores, por lo que, teniendo en cuenta los plazos de ponencia y votación, no estará aprobada como pronto hasta finales de año.
En este contexto, la citada nota informativa del Gobierno indica que las marcas «deberán cumplir» con las especificaciones de marcado de los productos de plástico de un solo uso desde el 3 de julio, cuando el reglamento «es aplicable». Además, la nota añade que en el artículo 17 de la Directiva se insta a los Veintisiete a poner en vigor las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas necesarias para cumplir con lo establecido a más tardar en esa fecha. No obstante, si para entonces -como es el caso- la directiva no está adaptada, se incluye «el mandato» a los Estados miembro de «aplicar las medidas necesarias» para dar cumplimiento a estas medidas.
Sin embargo, la jurisprudencia del Tribunal de Justicia Europeo considera que una Directiva «por sí sola» no puede crear obligaciones de cargo de un particular, por lo que es imprescindible que los países de la UE adoptar todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento de dicha obligación. Un limbo legal que puede hacer complicado sancionar a los que incumplan estas normas sobre plásticos de usar y tirar hasta que no se apruebe definitivamente la Ley de residuos.
Hacia el plástico cero
Más allá del lío legislativo español, derivado en gran medida de la parálisis política que ha sufrido el Congreso en los últimos meses como consecuencia de la pandemia de coronavirus y que se repite en otros países europeos como Italia, lo cierto es que la entrada en vigor de esta normativa es un necesario paso adelante en la lucha contra la contaminación plástica. Un problema del que, a nivel europeo, España es además el principal responsable: de acuerdo con un informe de la organización Oceana, nuestro país transfiere al mar unas 120 toneladas de estos residuos por día, lo que la convierte en la región de la UE que más plásticos vierte al océano.
Este poco celebrable primer puesto tiene dos motivos. Por un lado, la profundidad de sus aguas -las segundas más profundas en Europa tras las de Portugal- favorece la aparición de relieves geográficos marinos que acumulan y canalizan la basura generada y dificultan su retirada. Por otro, la elevada densidad poblacional que existe en nuestros litorales provoca que las costas sean puntos calientes de generación de plásticos, sobre todo aquellos de un solo uso. En total, el 80% de los plásticos que acaban en el mar se generan en tierra firme, mientras que el resto procede de fuentes directas, como vascos pesqueros o recreativos.
Sin embargo, la contaminación plástica está lejos de ser un reto solamente español o europeo. Según un estudio publicado el año pasado en la revista Science, si seguimos como hasta ahora, los residuos plásticos que contaminarán los océanos y la tierra supondrán más de 1.300 millones de toneladas durante el período de 2016 a 2040. Y el principal problema es que la mayoría de estos residuos provienen de países con normativas mucho menos estrictas que la europea: el 90% de estos residuos altamente peligrosos para la vida marina proceden de diez ríos concretos, situados en su mayoría en Asia. De hecho, solo el río Yangtze, en China, descarga alrededor de 1,5 millones de toneladas de desechos plásticos en el Mar Amarillo anualmente.


Por eso, para lograr una contaminación cero, los autores del artículo de Science piden volcar la atención precisamente en esos países menos desarrollados, con medidas que alcancen toda la cadena de suministro. Por supuesto, una de las más importantes es reducir el aumento de su producción y su consumo mediante normativas como la europea, que tendrían un mayor efecto si se aplicaran como contrapartida obligatoria en tratados comerciales con países no comunitarios. Pero también es necesario expandir las tasas de recogida de residuos en países de ingresos medios y bajos, alcanzando hasta un 90% en las áreas urbanas y un 50% en las rurales, duplicar la capacidad mundial de reciclaje mecánico (a 86 millones de toneladas anuales) y desarrollar la conversión de plástico en plástico, hasta conseguir 13 millones de toneladas métricas al año. Cifras mareantes pero necesarias para conseguir unos océanos que estén por fin libres de plástico.
Sin duda, entre los objetos de plástico a los que diremos adiós este sábado, la pajita, cañita o popote es el más simbólico. Estos objetos, que podríamos considerar prescindibles, son el quinto residuo más habitual en las playas, tras las colillas, los envases, las botellas y los tapones de plástico. Un problema ambiental que no solo ha provocado prohibiciones como las de Bruselas, sino que ha llevado a muchas grandes empresas de restauración como McDonald’s o Starbucks a dejar de facilitar una pajita de plástico con la bebida ante las peticiones de los propios consumidores.
Aunque en España el consumo de pajitas no es tan alto como el país que inventó este producto, ya que en Estados Unidos se utilizan 500 millones de estos productos de usar y tirar al día, sí que existe una importante parte de la población que las usa, lo que al final del año nos coloca en unas 5.000 millones de pajitas usadas, un récord dentro de la UE. Una costumbre dañina para el medio ambiente que tiene fácil solución: utilizar pajitas reutilizables y reciclables, ya sean de acero inoxidable, de madera, de papel, de cristal, de pasta o de bambú.
