Un mes y medio después de que toneladas de basura sepultaran a dos trabajadores en el vertedero de Zaldibar, los trabajos de búsqueda continúan mientras los familiares de las víctimas siguen reclamando responsabilidades al Gobierno vasco



50 días. Ese es el tiempo que llevan los cuerpos de Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze sepultados bajo miles de toneladas de basura en el vertedero de Zaldibar (Vizcaya). Aunque estas últimas semanas la preocupación ciudadana y el foco mediático se han desplazado por completo hacia la pandemia de coronavirus, incluyendo en un País Vasco que es la tercera comunidad más afectada de España, en Zaldibar se mantiene el pulso de otra tragedia que aún no encuentra su punto final.
Y es que, a pesar del coronavirus, los trabajos nunca han llegado a detenerse. Cuatro excavadoras siguen trabajando para retirar los residuos industriales que se desprendieron sobre Beltrán y Sololuze el pasado 6 de febrero, cuando se produjo un desprendimiento en esta planta de tratamiento de basuras. El Gobierno vasco prevé que pueden producirse «avances mucho más rápidos» en la búsqueda de ambos trabajadores. Tras finalizar la estabilización del terreno superior se va a volver a entrar en la zona B2 -el vertedero se ha dividido en cuatro- para intensificar la búsqueda de los operarios.
Sin embargo, en la zona se desconfía de este optimismo del Ejecutivo. En Zaldíbar, Ermua y Eibar, las localidades que más de cerca vivieron el despredimiento, se han usado esos mismos balcones desde los que se aplaude el trabajo de los profesionales sanitarios para criticar la gestión del lehendakari, Íñigo Urkullu. Las familias se quejan sobre todo de que las operaciones de rescate se han reducido desde el estallido del coronavirus y este mismo viernes se ha organizado una cacerolada de protesta.
Además, quieren organizar el 6 de abril otro nuevo acto para denunciar la gestión de este vertedero, si bien condicionado y limitado por el confinamiento obligatorio.
Miembros de la plataforma Zaldibar Argitu, creada para apoyar a los familiares de los operarios desaparecidos, han reclamado a las instituciones que redoblen sus esfuerzos. «La situación es una tragedia para las familias, que están sufriendo la pérdida de sus familiares, la impotencia y el confinamiento», han explicado.
Responsabilidades políticas
Algunos familiares de las víctimas van incluso más lejos. En una reciente entrevista con el medio digital El Independiente, el hermano de uno de los desaparecidos, Joaquín Beltrán, aseguraba que la búsqueda ha dejado de ser una prioridad. «Una vez que controlaron la autopista, los incendios y los lixiviados, que es lo que les preocupaba, creo que la búsqueda ha pasado a un segundo plano. El rescate se ha convertido en un negocio para la empresa que lo gestiona, es triste pero funciona así todo», explicaba Txisco Beltrán.
Pero, según Urkullu, se está haciendo todo lo posible. El lehendekari justificó su gestión en una entrevista el domingo en la televisión vasca, explicando que recibe todos los días un plan actualizado sobre el vertedero, en el que «en todo momento» se han mantenido los trabajos y la maquinaria pesada. Para el presidente vasco, es clave lograr asentar el balcón de terreno en el que se produjeron las primeras grietas porque allí es «donde se supone que pueden estar» los dos desaparecidos.Eso sí, a nivel de responsabilidades políticas, Urkullu lo tiene claro, a pesar de lo que reclaman los familiares de los desaparecidos. «El vertedero pertenece a una empresa privada, Verter Recycling«, zanjó.
En la memoria queda el precedente gallego de Zaldibar, un mal recuerdo porque nunca se logró encontrar el cuerpo de una persona que desapareció tras un derrumbe similar. Ocurrió en 1996, cuando el vertedero de Bens, en la ciudad de A Coruña, se desplomó sobre el poblado de O Portiño. Entonces el coruñés Joaquín Serantes, de 58 años, que se había desplazado hasta la zona para lavar su coche se vio sorprendido por una inmensa lengua de basura y desapareció.
Nunca se pudo encontrar su cuerpo, por lo que se decidió levantar una placa que lo recuerda en su ciudad natal. En Zaldibar, esperan no verse abocados a una situación similar. Pero el tiempo corre en su contra.
