Según un estudio, las partículas que se encuentran en el humo de los incendios contienen fósforo, un nutriente de vital importancia que sirve como fertilizante para la Selva amazónica, el Atlántico tropical y los océanos meridionales



Los incendios, que se han vuelto más frecuentes en zonas como el Círculo Polar Ártico por culpa del cambio climático, están contribuyendo al calentamiento del planeta. Los gases que emanan de las llamas y la desaparición de superficie arbolada son los principales artífices de ese fenómeno. Sin embargo, en otros lugares del planeta, como África, el humo de los incendios está ayudando a fertilizar la selva amazónica y los océanos.
Así lo ha revelado un estudio, dirigido por investigadores de la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas Rosenstiel de la Universidad de Miami (UM), en el que se ha expuesto que el humo de los incendios de ese continente puede ser la fuente más importante de un nutriente clave que actúa como fertilizante en el Selva amazónica en el continente americano, el Atlántico tropical y los océanos meridionales: el fósforo.
Según los expertos, el humo expulsa unas partículas, conocidas como aerosoles, a la atmósfera, donde, gracias a la fuerza del viento, son transportados hasta ser depositados en la tierra y el océano. Allí, estimulan la productividad del fitoplancton marino y las plantas terrestres que conducen al secuestro de dióxido de carbono atmosférico.
“Se suponía que el polvo del Sahara era el principal fertilizante para la cuenca del Amazonas y el Océano Atlántico tropical al suministrar fósforo a ambos ecosistemas”, ha comentado Cassandra Gaston, profesora asistente en el Departamento de Ciencias Atmosféricas de la UM y principal autora de la investigación. “Nuestros hallazgos revelan que las emisiones de quema de biomasa transportadas desde África son potencialmente una fuente más importante de fósforo para estos ecosistemas que el polvo», ha añadido.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores han analizado los aerosoles recogidos en los filtros de una colina en la Guayana Francesa, en el extremo norte de la cuenca del Amazonas, en busca de concentraciones masivas de polvo transportado por el viento y su contenido de fósforo total y soluble.
Después, han rastreado el humo que se movía a través de la atmósfera a través de herramientas de teledetección satelital para comprender el transporte de humo de largo alcance desde África durante los períodos en que se detectaron niveles elevados de fósforo soluble. Gracias a esto, han podido estimar la cantidad de fósforo depositada en la cuenca del Amazonas y los océanos globales a partir de aerosoles africanos surgidos por la quema de biomasa.


Cabe destacar que todos estos datos han sido recabados a lo largo de 50 años. Un trabajo que comenzó Joe Prospero, profesor emérito de la Escuela Rosenstiel de la UM, y que posteriormente ha continuado Gaston.
Con todos estos datos, la autora principal ha podido concluir que el humo de la quema generalizada de biomasa en África, principalmente el resultado de la limpieza de la tierra, incendios forestales y emisiones de combustión industrial es potencialmente una fuente más importante de fósforo para la selva amazónica y el Atlántico tropical y los océanos australes que el polvo del Sahara Desierto.
«Para nuestra sorpresa, descubrimos que el fósforo asociado con el humo del sur de África puede volar hasta el Amazonas y, potencialmente, sobre el Océano Austral, donde puede afectar la productividad primaria y la reducción de dióxido de carbono en ambos ecosistemas», ha comentado Anne Barkley, graduada de la Escuela Rosenstiel de la UM y otra de las autoras del estudio.
Para Cassandra Gaston, aún quedan muchos aspectos para poder predecir el papel de los aerosoles en un futuro y en la temperatura global. Sin embargo, se ha atrevido a informar que “estos hallazgos les han ayudado a comprender la función de los aerosoles y que estos tendrán importantes implicaciones futuras”.
