El aumento de la producción y el consumo de ropa barata está creando un creciente problema de residuos y de gasto de recursos. En España, el 90% de las prendas que se desechan acaban en el vertedero, lo que supone un desperdicio de 800.000 toneladas de materiales textiles cada año. Diversas iniciativas tratan de encontrar solución a la situación e impulsar la economía circular



Todavía en temporada de rebajas, las tiendas del centro de Madrid están abarrotadas cualquier día de la semana. No han dejado de estarlo en ningún momento del verano. Ni siquiera en agosto, cuando la ciudad se queda vacía tras las huidas vacacionales de quienes ansían alejarse del asfalto.
De la tienda Primark, la firma irlandesa de moda low cost que hace cuatro años inauguraba su tienda más grande en Gran Vía 32, pelotones de gente salen cargados de bolsas —eso sí, de papel— con sus prendas aún por estrenar.
“Me he comprado bastantes cosas, no sólo ropa sino también complementos”, dice Mariña, una barcelonesa de 15 años que acaba de abandonar el edificio con su amiga Lucía. A ella le encanta comprar ropa, asegura, y por eso renueva su armario cada verano. “Me gusta mucho porque tiene de todo y a muy buen precio. Hoy hemos venido ya dos veces”. Paufran, un chico de Tarragona de 19 años, también sale contento con sus compras. “Me canso muy rápido de la ropa y suelo renovar. Hoy no he comprado mucho: dos camisetas y unos pantalones, de rebajas”. Incluso a precio sin rebajar, una camisa en Primark puede costar menos de 10 euros.
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Sin embargo, esas mismas prendas que hoy todavía mantienen la etiqueta no durarán mucho tiempo en sus perchas. En plena época dorada del fast fashion, se ha acelerado tanto el ritmo de producción como el de consumo. Hoy, de media, los occidentales apenas nos ponemos una prenda siete o diez veces antes de desecharla o abandonarla en el fondo del armario. El tiempo de uso que damos a cada prenda se ha reducido hasta un 36% entre el 2000 y el 2015, mientras que en esos mismos 15 años la producción mundial se ha duplicado.
Son datos de Banco Mundial, recogidos en el informe Una nueva economía textil: rediseñar el futuro de la moda, en el que la Fundación Ellen MacArthur y la Circular Fibres Initiative hacen un llamamiento a la industria textil para repensar su modus operandi de manera que se evite el derroche de recursos y que, así, las estrategias empresariales estén en línea con los límites planetarios.
El despilfarro textil
¿Y cuál es el problema del despilfarro del textil? Para empezar, el impacto ambiental. Se ha apuntado a la industria de la moda como la segunda más contaminante en el mundo. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2015 la producción textil emitió el equivalente a 1,2 billones de toneladas de CO2, más que las que expulsaron a la atmósfera el transporte marítimo y la aviación internacional, juntos.
Además de la huella de carbono —que contribuye a empeorar la situación de emergencia climática— un impacto igualmente relevante para el estado de salud del planeta es la huella hídrica. El sector textil gasta, cada año, una media de 93.000 millones de metros cúbicos de agua, a lo que hay que añadir la contaminación por tintes y por el tratado de los tejidos, prácticas culpables del 20% de la polución global del agua.
El tiempo de uso que damos a cada prenda se ha reducido hasta un 36% entre el 2000 y el 2015, y en el mismo periodo la producción mundial se ha duplicado
Por otro lado está el tema del origen de los materiales. Un ejemplo polémico es el de la viscosa, que se obtiene de la celulosa de árboles y plantas. El informe Moda Sucia, elaborado por la organización europea Changing Markets Foundation —con la colaboración de Ecologistas en Acción para la versión española—, ponía el foco en esta sustancia, ya que es muy comúnmente empleada en la fabricación masiva de tejidos, a costa de la degradación ambiental. Según denuncia este documento, los procesos para convertir esta materia prima en fibra implican el vertido de grandes cantidades de químicos tóxicos, lo que pone la salud de las personas y de los ecosistemas en peligro. Además existe el riesgo de mala gestión forestal y deforestación, si la madera utilizada proviene de bosques amenazados.
Para Serlinda Vigara, miembro de Ecologistas en Acción y una de las coordinadoras de la publicación, el principal causante de esta situación es la laxa regulación ambiental que hay en estos países asiáticos.
Más allá del derroche hídrico y energético, la ineficiencia del sector textil se extiende también al aprovechamiento de los recursos materiales. Menos de un 1% del material que se emplea en la fabricación de ropa a nivel mundial se recicla y se usa para confeccionar nuevas prendas, según el estudio de Circular Fibres Initiative, lo que supone una pérdida anual de más de 100.000 millones de dólares en materiales.
Y luego está la cuestión, no menos importante, de los residuos. En España, cada año más de 800.000 toneladas de desechos textiles acaban en la basura sin ningún tipo de segunda oportunidad, según la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil. Esto significa que, en este país, el 90% de los textiles que descartamos van directos al vertedero.
Cambios en la industria
Los datos, unidos a una creciente conciencia ecológica entre la población, han hecho que la sostenibilidad y la circularidad del modelo productivo textil se hayan ido imponiendo como la nueva prioridad en la industria.
Además de las recién nacidas marcas de moda sostenible —que promueven el concepto de slow fashion, de producción no masiva, local y con materiales biodegradables (como por ejemplo el corcho o el algodón orgánico)—, la preocupación por solventar este asunto también ha llegado a los gigantes del textil, para quienes la gran apuesta es el reciclaje.
La Unión Europea también intenta presionar en este sentido. Para el año 2025, todos los Estados miembro estarán obligados a imponer la recogida selectiva de sus residuos textiles (los últimos residuos en incorporarse a este modelo de gestión, después de que los domésticos peligrosos empiecen a recogerse de forma separada en 2022 y, en 2023, los biológicos).
En España, el 90% de los textiles que descartamos van directos al vertedero, lo que supone 800.000 toneladas de desechos textiles en la basura cada año
Desde el sector privado también se avanza en esa dirección. Para el año 2023, el grupo Inditex se ha fijado la meta de reciclar o reutilizar la totalidad de sus “residuos propios”. Según ha asegurado esta empresa a El Ágora, “en estos momentos, cerca del 100% de los residuos textiles que se producen en nuestros centros son enviados a reciclaje”. Sin embargo, destacan que la tecnología de reciclaje de la industria textil está todavía limitada, “hoy, en principio, a tejidos 100% algodón o lana”.
Y esta es una de las claves para entender las bajas tasas de reciclaje: la mayoría de prendas que se fabrican a manos de esta industria “rápida” combinan distintos materiales (poliéster, algodón, viscosa…) que, al estar mezclados, no pueden ser fácilmente reciclados.
Dentro de su Plan de Sostenibilidad, uno de los objetivos es impulsar los proyectos de investigación sobre reciclaje con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y con la Universidad de Tsinghua, en los que pretenden dar con nuevas técnicas para poder incorporar un mayor número de tejidos usados al upcycling. “Todas nuestras prendas recicladas están incluidas dentro del etiquetado Join Life, que superará el 25% del total de prendas en 2020”, agregan.
Con todo, Serlinda Vigara opina que el reciclaje es el último eslabón de la cadena, y por ello sugiere que el problema se aborde en el origen: la producción masiva. A juicio de esta activista, la solución pasa por legislar para controlar la sobreproducción. “España está en camino. Por lo menos el debate está encima de la mesa, sobre todo en los últimos dos años”, y desde Europa también se está planteando regular, asegura Vigara. “La conciencia respecto al consumo está muy bien, pero hay que insistir en la responsabilidad en las empresas”.
Para reestructurar el modelo de consumo que tenemos, que, insiste, es muy reciente, “no hace falta más que mirar a cómo lo hacíamos hace 40 años. Ya tenemos suficiente ropa”, asevera esta activista. Sin embargo, para quienes necesiten adquirir prendas de manera puntual o por un motivo concreto, Vigara propone alternativas como el intercambio de ropa entre vecinos y familiares o la compra en tiendas de segunda mano o moda vintage. “Si antes nos intercambiábamos la ropa entre hermanos u otros familiares, e incluso con nuestros vecinos. ¿Por qué no vamos a poder hacerlo ahora?”, reflexiona.
