Desde el comienzo de la pandemia, las mascarillas se convirtieron en nuestras mejores aliadas para frenar los contagios, pero al mismo se presentaron como un escollo para nuestro desarrollo sostenible. La prueba está en el aumento de casi un 9.000% de la ‘basuraleza’ asociada a ellas



La llegada de la pandemia causó un fenómeno que para muchos parecía imposible: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, síntoma del frenazo a las economías mundiales. Sin embargo, mientras las emisiones se disipaban, en las sombras aumentaba y sin obstáculos otro tipo de contaminación que prometía dejar huella durante los próximos 400 años y que no era otro que la basulareza causada por las mascarillas.
Un estudio elaborado en verano del año pasado ya advirtió que al mes se estaba utilizando al mes unas 129.000 de mascarillas y 65.000 millones de aguantes. Unas cifras que hicieron saltar las alarmas entre administraciones y ONGs preocupadas por los posibles impactos en la naturaleza provocado por el abandono de estos residuos.
Ahora, los expertos de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, exponen en un nuevo estudio que, efectivamente, la basura de las mascarillas aumentó en casi un 9.000% de marzo a octubre de 2020, demostrando así “una relación directa entre las legislaciones nacionales y la aparición de residuos relacionados con la COVID-19”.
“En general, el estudio muestra el impacto que puede tener la legislación sobre el uso de elementos como máscaras sobre su aparición como basura. Descubrimos que las máscaras llenas de basura tuvieron un aumento exponencial desde marzo de 2020, lo que resultó en un aumento de más de 80 veces para octubre de 2020. Existe una clara necesidad de garantizar que la exigencia del uso de estos artículos se acompañe de campañas educativas para limitar su liberación en el entorno”, exclama Keiron Roberts, profesor de Sostenibilidad y Medio Ambiente en la Universidad de Portsmouth.Para este trabajo, publicado en la revista Nature Sustainability, los autores utilizaron dos bases de datos de código abierto, siendo el extenso » COVID-19 Government Response Tracker » una de ellos y una aplicación de recolección de basura llamada “Litterati” la otra base de información.
Con estas herramientas, los investigadores pudieron mapear las respuestas de las políticas de los 11 países escogidos para el estudio y obtener una línea base de las proporciones de basura desde septiembre de 2019 hasta los primeros seis meses de la pandemia.
“En abril de 2020, comenzaba a parecer que había algunos pequeños aspectos positivos en la disminución de la actividad humana causada por el cierre, con mejoras en la calidad del aire y la calidad del agua. La reducción de la actividad humana también vio informes de animales que regresaban a pueblos y ciudades. Al mismo tiempo, comenzaron a surgir informes sobre la aparición de máscaras y guantes en playas y calles, donde no habían estado antes”, comenta Keiron Roberts.
Y es que, con los datos de las herramientas, los investigadores pudieron revelar varias tendencias durante la pandemia, que tuvieron su mayor atención desde marzo del 2020, cuando la basura debido a las mascarillas se mantuvo baja, pero con perspectiva de aumentar. Para octubre de ese año, y después de las recomendaciones de la OMS por utilizar las mascarillas, los desechos relacionados aumentaron drásticamente hasta unos límites insostenibles.
“A pesar de que a millones de personas se les dijo que usaran máscaras faciales, se brindó poca orientación sobre cómo desecharlas o reciclarlas de manera segura. Sin mejores prácticas de eliminación, se avecina un desastre ambiental. La mayoría de las máscaras se fabrican con materiales plásticos de larga duración y, si se desechan, pueden persistir en el medio ambiente durante décadas o cientos de años”, declara Keiron Roberts.
En este sentido, confirma que las mascarillas a corto plazo actúan como un vector potencial para transmitir el coronavirus, mientras que a medio y largo plazo pueden colapsar las infraestructuras humanas, como el alcantarillado, o matar a organismos pequeños o medianos.
“Necesitamos evitar que esta basura pandémica se convierta en un legado duradero. Hay dos mensajes importantes que aprender de este estudio. En primer lugar, COVID-19 fue un factor importante en la aparición de la basura para mascarillas y, en segundo lugar, las políticas y la legislación gubernamentales pueden tener un gran impacto en la composición de la basura. Las nuevas políticas deben tener un asesoramiento bien estructurado y, lo que es más importante, una infraestructura para ayudar a eliminar los desechos”, concluye Keiron Roberts.
