Un prometedor proyecto de la firma holandesa Avantium, con el apoyo de grandes marcas como Coca-Cola, Carlsberg o Danone, busca sustituir a corto plazo las botellas de plástico hechas con petróleo por envases vegetales que se degradarían en un año



Desde su invención hace más de 100 años, el plástico se ha convertido en una parte indispensable de nuestras vidas. Omnipresente y versátil, podemos encontrar este material en casi todas nuestras pertenencias, desde el coche hasta la punta de los cordones. Sin embargo, esta historia de éxito esconde un ya conocido problema: el plástico no se descompone fácilmente, por lo que sus residuos acaban causando mucho daño al medio ambiente y tienen efectos devastadores en la vida silvestre y marina. A nivel mundial, cada año se fabrican casi 300 millones de toneladas de plástico a partir de combustibles fósiles cada año, de las cuales una gran parte se destina a envases de un solo uso.
Botellas, latas, bolsas, bandejas, anillas… El plástico está presente en gran parte de lo que compramos en cualquier supermercado, aunque lo usemos por un período de tiempo limitado y nos deshagamos rápidamente de ellos sin saber las consecuencias que tendrá sobre el medio ambiente. Por eso, proyectos como el de la firma holandesa de bioquímica Avantium, que prevé fabricar botellas exclusivamente hechas con materiales orgánicos, tienen una gran importancia en la lucha global para reducir nuestra dependencia del plástico.
El nuevo producto aún está en fase de desarrollo pero ya cuenta con una importante inversión detrás. Grandes multinacionales, como Coca-Cola, Carlsberg y Danone, esperan asegurar el futuro de sus productos embotellados reduciendo al mínimo el daño ambiental causado por la contaminación plástica y la dependencia de los combustibles fósiles. De hecho, la compañía cervecera danesa espera vender su cerveza en una botella de cartón con su interior forrado con una capa de plástico vegetal en cuanto el proyecto esté preparado.


«Este plástico tiene unas credenciales de sostenibilidad muy atractivas porque no utiliza combustibles fósiles y puede reciclarse, pero también se degradaría en la naturaleza mucho más rápido que los plásticos normales», asegura Tom van Aken, director ejecutivo de Avantium, al diario británico The Guardian. El empresario explica que con esta alianza con grandes compañías, habrá suficiente inversión para construir la principal planta de bioplásticos del mundo de aquí fin de año.
En cualquier caso, el proyecto sigue en funcionamiento incluso en medio del cierre por el coronavirus, y Avantium afirma que habrá más alianzas con otras compañías de alimentos y bebidas que se revelarán a lo largo del verano.
Botellas biodegradables
El plástico a base de plantas de Avantium, que ya ha demostrado su viabilidad en laboratorio, está diseñado para contener bebidas carbonatadas, y en principio no habría que preocuparse por su posible falta de durabilidad antes de convertirse en residuos. Los estudios de la compañía holandesa han demostrado que sus productos plásticos derivados de plantas se descomponen en tan sólo un año si se introducen en un compostador, pero necesitan varios años adicionales para empezar descomponerse en condiciones normales.
La intención de la firma es que su nueva planta bioquímica descomponga de forma masiva los azúcares sostenibles de las plantas en compuestos químicos simples, que podrían ser reestructurados de nuevo para formar un nuevo plástico a base de plantas. Eso sí, no se estima que las nuevas botellas llenen los estantes de los supermercados hasta que se logre una masa crítica de producción, que se prevé para 2023.
El objetivo inicial del proyecto es producir 5.000 toneladas de plásticos cada año hechos de azúcares de maíz, trigo o remolacha, aunque Avantium espera expandir la producción con el crecimiento de la demanda de plásticos renovables. Además, la biorefinería procurará que la mayoría de los azúcares vegetales provengan a partir de residuos biológicos de origen sostenible, para evitar que el aumento de la producción de plástico vegetal no afecte a la cadena alimentaria mundial.


Según un informe publicado recientemente, se estima que el mercado mundial de plásticos biodegradables tiene un valor de 1.200 millones de dólares en 2018. El mismo informe prevé que, de aquí a 2026, el mismo sector valdrá más de 6.000 mil millones, lo que significa una tasa de crecimiento anual de en torno al 20% durante en el próximo lustro. Es decir, hablamos de un mercado en desarrollo pero con unas oportunidades de crecimiento muy grandes, que está fuertemente vinculado con la innovación en productos de base biológica.
En cualquier caso, y aunque los plásticos biodegradables no solucionan por sí solos el problema de los residuos, si supondrían un avance a la hora de eliminar esos microplásticos que se han revelado tan perjudiciales para los ecosistemas, sobre todo marinos. Estas pequeñas partículas se han expandido de tal forma que ya están presentes en todos los rincones del mundo, incluido la Antártida y el Ártico y suponen un grave riesgo para la salud animal e incluso humana, ya que pueden introducirse en la cadena alimentaria.
