Las pajitas, que se patentaron en Washington hace 130 años, ya no volverán a verse en esta ciudad. La capital estadounidense planta cara al plástico de un solo uso y, tras seis meses de período de transición, prohíbe totalmente su utilización y apuesta por materiales sostenibles



Las pajitas fueron patentadas en Washington en 1888 por el inventor Marvin C. Stone, molesto con los cilindros que se usaban y que se fabricaban con centeno. En un principio eran de papel sobre el que se aplicaba una capa de cera. Con el paso del tiempo fueron sustituidos por el plástico y su uso se extendió rápidamente por todo el país a partir de las décadas de 1950 y 1960.
Solo en Estados Unidos, se estima que se utilizan más de 500 millones de pajitas al día. Es uno de los objetos de plástico de un solo uso que más abunda en los residuos que acaban en los océanos y que más daño causan a la fauna marina. Así que no es de extrañar que la ciudad en que se inventó, donde viven más de 700.000 personas y tiene su sede el Gobierno federal estadounidense, decida ahora decretar su supresión.
El Gobierno de Washington ofreció un periodo de transición de seis meses, que concluye en julio, por lo que a partir de ahora los negocios que no ofrezcan alternativas de papel, paja o aluminio podrán ser multados, con sanciones de entre 100 y 800 dólares (entre 88 y 708 euros).
Se trata de la segunda gran ciudad estadounidense en prohibirlos, después de que Seattle (estado de Washington) hiciese lo mismo en 2018.
«Se ha convertido en estándar que lleguemos a un restaurante y uno ni siquiera tenga que decir nada. A cualquier líquido se le pone inmediatamente una pajita de plástico. Y la gente ha comenzado a preguntarse qué hago con un plástico que no he pedido», explicó Tommy Wells, director del Departamento de Energía y Medioambiente del Distrito de Columbia, donde se encuentra Washington.
Wells remarcó, además, que son «por definición objetos de un solo uso, nadie los guarda para ser reutilizados» y que «su pequeño tamaño hace excesivamente costoso su reciclaje» por lo que mayoría acaba en los ríos y mares.
Por su parte, Dan Simons, copropietario del restaurante Founding Fathers y uno de los impulsores de la propuesta, aseveró que el objetivo es crear «conciencia pública» de manera que sea «el propio público quien haga de difusor y diga: ‘Sí, no me hace falta. Quédese con ella«.
